El activista, premio Nobel de la Paz y arzobispo anglicano Desmond Tutu representa la más noble condición del existir

El arma más potente en manos del opresor es la mente del oprimido

Steve Biko

En la larga, cruenta y triste ruta a la libertad, Suráfrica contó con verdaderos titanes que enarbolaron banderas por el respeto a la igualdad entre los hombres. Walter Sisulu, Steve Biko, Oliver Tambo, y principalmente Nelson Mandela y Desmond Tutu, son máximas referencias de aquellos quienes lucharon contra un pavoroso sistema impuesto por una minoría blanca que controlaba las riquezas y contaba con un aparato de represión absolutamente barbárico. Esta estructura, creada por el político Henndrik Verwoerd, fue el eje de la nefasta política del apartheid establecida en 1948, misma que se recrudecería con la llegada al poder en 1958 de ese sociólogo de la Universidad de Stellenbosch.

Esta práctica ahondaba en las diferencias y segregaba de la manera más abusiva a hombres y mujeres solo por el color de su piel. La norma dividía, enfrentaba y separaba irremediablemente no solo a blancos de negros sino también a la población bantú surafricana, pues ofrecía a las distintas ramas de esta etnia mayoritaria territorios con una sesgada y falsa “autonomía”, mientras que las regiones ricas y desarrolladas eran resguardadas para la minoría blanca. Esta política llegó a ser efectiva entre algunos de los principales líderes de esa nación que se vieron tentados y aceptaron la propuesta que buscaba debilitar la causa por el fin de la discriminación y  facilitar la criminalización de quienes exigían el término de ese sistema.

Nacido en un hogar humilde en 1931, Desmond Tutu conoció desde la niñez las privaciones por ser simplemente negro. Las dificultades económicas no permitieron que pudiera darle forma a  su vocación y estudiar medicina, por lo que se ve forzado a convertirse en profesor, llegando a ser un destacado maestro. 1960 es el año que marca un hito en la vida de Tutu,  se hace pastor de la Iglesia Anglicana y es entonces cuando su misión cobró una dimensión que sería fundamental no solo para  su nación sino para el mundo, convirtiéndose en fervoroso ejemplo de cristiandad y, junto con Mahatma Gandhi y Martin Luther King, es un pilar de la no violencia como expresión de cambios sustanciales en la política, dejando para siempre huella en la historia.

Desmond Tutu, obispo anglicano de Johannesburgo, flanqueado por el obispo Sigisbert Ndwandwe (izquierda) y el obispo Simeon Nkoane, encabeza una protesta por las calles de Johannesburgo el 3 de abril de 1985. Fotografía Robert Tshabalala

Desde finales de los años sesenta estrecha relación con movimientos que pretendían acabar con la dominación blanca. En 1975 es nombrado decano de la Catedral de Johannesburgo, siendo el primer negro en ocupar esa distinción. Un año después, Tutu será testigo de las grandes revueltas estudiantiles en Soweto (barrio distintivo y castigado duramente por el apartheid adonde se había mudado),  en las que fueron masacradas más de 600 personas. En  1980 encabeza múltiples manifestaciones en contra de la segregación; desde la iglesia y las calles arremetió contra la injusticia, sembró de ideas a millones de sus compatriotas, siempre bajo la consigna de la paz y la razón. Su inquebrantable postura le hizo merecedora del Premio Nobel de la Paz en 1984, lo que sirvió para darle más impulso a la aspiración de una inmensa mayoría en esa sociedad africana: el fin del apartheid.

En 1994 Nelson Mandela gana la presidencia tras unas contundentes elecciones, primeras en las que la población negra ejercía el voto,y con su victoria arriba el anhelado cese del régimen que sometió a millones de personas. El fin del racismo como política de estado se había iniciado dos años antes con la abolición del sistema de discriminación. Luego de la llegada al poder de Mandela, Desmond Tutu es designado presidente de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, en la que tuvo la compleja tarea de hacer justicia sin que esta estuviese cargada de venganzas y que permitiera un salto adelante a todos sus compatriotas, dejando atrás el horror que reinó por casi cinco décadas. Tutu demostró con hechos su envergadura espiritual y dio sentido a la palabra de Cristo: perdón.

Símbolo del compromiso con las causas justas y siendo coherente con su pensamiento, no vaciló en realizar fuertes críticas ante los atropellos, la ineficiencia y la corrupción de los siguientes gobiernos del Congreso Nacional Africano (sus cercanos compañeros en la lucha contra el otrora régimen). En años recientes se dedicó a defender los derechos de los grupos LGBT y a brindar apoyo a fundamentos como la eutanasia. Desde 2010 estaba retirado de la vida pública pero eventualmente seguía dando ejemplo de su grandeza. Con la reciente muerte, el 26 de diciembre, de la llamada Brújula Moral de Suráfrica, la humanidad ha perdido a una incuestionable figura que representó los más hermosos valores del ser humano.

Dos grandes de la historia, Mandela desde la ideología socialista y Tutu desde la fe en Cristo, lucharon por el sueño de justicia e igualdad para todos los surafricanos

Quienes se han aproximado a las enseñanzas de este hombre de fe, han podido comprender en su mensaje, el importante llamado en el que se nos invita a reconocernos en los rostros de los demás: te necesito para poder ser yo mismo, al igual que me necesitas para poder ser tu mismo. Es vital el estar conscientes de que,como especie, todos los individuos  estamos ligados. La condición terrenal deriva de un constante aprendizaje y una transmisión de conocimientos de unos hombres a otros hombres; en tal sentido podemos comprobar que para existir necesitamos de otros seres humanos: una persona es solo persona gracias a los demás. Cuando entendamos que somos hermanos y hermanas y que toda la gente del mundo sin importar su creencia, lengua o color de piel somos una sola raza: la gran familia humana, solo entonces podremos caminar a un auténtico desarrollo.

Está en nosotros preparar a las futuras generaciones y a esos niños de hoy para ser los encargados de convertir a la Tierra en un espacio de encuentro humanitario, lejos de la crueldad e indiferencia que ha privado históricamente. Depende de nuestra acción construir una sociedad global compasiva y comprometida con el prójimo. Debemos idear y perseverar de manera estricta en procura de transformar al planeta en un lugar donde no exista pobreza, que sea libre de guerras, donde impere la justicia y entendamos la obligación de vivir en armonía con la naturaleza; no hay nada más inherente a nuestra condición humana que soñar con un mundo así. Es propicio este fin de año, y rememorando las predicas del arzobispo Desmond Tutu, que volquemos nuestro corazón en buscar un mejor mañana, teniendo la certeza que nuestra marcha haciala libertad y la dignidad de los hombres será imparable. La fe sin obras es letra muerta. ¡Feliz 2022!

@EduardoViloria


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