Este año ha sido duro para todos, no lo podemos negar. La imagen muestras heridas superficiales de la edad, que, aunque haya sido un año, nos ha caído como cientos. Otros daños los llevamos dentro, daños que ahogan el espíritu, que destruyen al ente portador de una manera no física, sino emocional.

Para muchos ha sido malo, para mí ha sido terrible. Las únicas esperanzas se desvanecieron con la ilusión de algunos meses que se presentaban como extraños ante la crisis y que pintaban un futuro de oportunidades, pero las fuerzas del destino destruyeron esa única esperanza que se vislumbraba este año.

La salud de los allegados transformada otra vez en pequeñas batallas por su subsistencia, la economía familiar fluctuaba más que el electrocardiograma de un corazón arrítmico y la situación emocional que fue cayendo como la nieve de una avalancha.

El destino nos marcó este camino, la vida nos puso en esta situación y Dios nos invitó a aprender de ella.

Lo único bueno de este colapso es que nos hemos dado cuenta de quiénes somos, cómo son y cómo seremos. Sin lugar a duda saldremos de esto, no cabe otra opción que la esperanza, no cabe otra opción que la fe.

No podemos dejar que este año defina quiénes somos; somos mucho más grandes que este virus impopular; creado no solo para destruir nuestra salud, sino nuestro orgullo. Todos somos víctimas; los fallecidos, los que lo padecieron, todos como sociedad y nosotros como individuos.

El 2020 contagió nuestra vida, más que el virus a sus víctimas. Aunque esto haya sido así, estoy agradecido de igual forma con vivirla. Este año, que es simplemente, un antes y un después; nos ha enseñado que la sangre pesa más que el agua, que no podemos dejarnos llevar por falsas ilusiones que se nos presentan como salvavidas en medio del hundimiento incontrolable del día a día y sobretodo, que la vida es más preciada cuando entendemos que somos tan vulnerable como una hormiga en un patio de recreo.

Saldremos tocados, pero más fuertes, seremos capaces de vencer lo inevitable gracias a vernos arropados por tantas muertes, tanta desesperación, pero, aun así, hemos logrado esa fuerza de grupo que nos protegió a la gran mayoría de nosotros. Una fuerza, que, sin importar de ideologías, de formas de ver la vida, se creó como el sistema de defensa de la humanidad.

Tengo fe en nosotros, tengo fe en la humanidad y tengo fe en el 2021.

¡Saldremos adelante!


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