Siguen siendo el rasgo principal de la política económica  que se desarrolla desde el poder en la Venezuela de los últimos 20 años, extraordinaria limitación que se ha potenciado como consecuencia de factores extraordinarios muy presentes entre nosotros, como es la riqueza nacional en hidrocarburos y la implicaciones que ha adquirido la ubicación que el país ha adquirido en la geopolítica universal.

Factores los enunciados que nos conducen a la privilegiada situación de que sobre quien nos defienda en el tablero de la política regional, decisiones e inversiones que serán cobradas de sobra en el presente y en el futuro de nuestras vidas como ha venido ocurriendo, sobra el dinero y la tecnología para invertir mucho más allá de Occidente, pero de igual forma los sucesos del Medio Oriente apuntan a que también sobran los interesados en la utilización de los cañones para imponer sus negocios.

Cuando nos detenemos a buscarle explicación a las medidas económicas planificadas y ejecutadas por el gobierno chavomadurista, no se encuentra la racionalidad que las explique, quedando sepultadas en su importancia cuando intentamos conseguirles utilidad pública, expresan solo agresión y desorden.

Instrumentos conductuales que por sí solos no son posibles, sino mediante la utilización de la fuerza, tarea para la cual en forma también difícil de comprender, ha sido necesario transformar un instrumento del Estado como es la Fuerza Armada, garantía de la defensa de los bienes de la comunidad, de la protección de sus instituciones y de la vida de sus ciudadanos en  lo contrario.

La narrativa del ciudadano Nicolás Maduro, al igual que la su equipo de trabajo mirafloriano, sigue siendo cómicamente delirante, su oferta actual al hambre escolar no es otra cosa que una dramática caricatura, explicable en seres atrapados en la soledad del poder y en la carencia de  humanidad.

 


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