Conferencia Episcopal Venezolana exigió elecciones libres y democráticas para construir un nuevo gobierno
Foto: Archivo

Durante estos 20 años de tortura chavista, la Iglesia Católica ha sido consistente en su posición. Desde los púlpitos, pero también desde las parroquias, desde el contacto directo con los ciudadanos en cada pueblito o en las ciudades más importantes, ha sido una voz de advertencia, de denuncia pero también de esperanza.

Los obispos no han escatimado esfuerzos para decir la verdad del pueblo con todas sus letras. Acostumbrados a lidiar con el sufrimiento humano, han sido claros al llamar la atención sobre las penurias que sufren los venezolanos. Esta vez, a apenas semanas de otro evento electoral, no ha sido la diferencia.

Lo que les debe sonar duro a muchos es lo que afirman los integrantes de la Conferencia Episcopal Venezolana es su última exhortación pastoral: ni el régimen ni la oposición representan una opción para salir de la pesadilla. Afirman con completa honestidad los religiosos: “El Ejecutivo Nacional ha demostrado su incapacidad para dar respuesta a los grandes problemas nacionales y sus actuaciones tienden a agravarlos. A todas luces, aparece que su único objetivo es permanecer a toda costa en el poder, sin importar cuánto sufrimiento traiga eso al pueblo venezolano. Por su parte, los sectores de oposición se muestran divididos y sin presentar una alternativa verdadera de cambio”.

Lo que dicen los prelados es la cruda realidad. Pero su intención no es señalar culpables sino llamar a la reflexión. Sobre todo la de aquellos que pueden producir un cambio. Porque el episcopado venezolano no pierde de vista que lo único que importa en este momento, el objetivo que debe unir a todos los líderes políticos y sociales, es tratar de aliviar el sufrimiento del venezolano.

Y dicho esto, insisten en que hacer unas elecciones en diciembre, mientras algunos mueren de hambre, otros mueren por enfermedades (incluyendo el covid) y otros huyen a pie por las fronteras, es un crimen más. Es la prueba fehaciente de que el régimen no piensa en la gente.

Por eso, la exhortación pastoral de los obispos católicos debe resonar no en los cerebros de los líderes opositores sino en sus corazones. Establecido como está que a los rojitos no le importa mejorar la situación del ciudadano común, queda entonces la titánica pero no imposible tarea de unir voluntades para producir el cambio necesario lo más pronto posible. La vida del venezolano depende de ello.


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