A José Rodríguez Iturbe

El término pertenece al lenguaje epistolar paulino y refiere a la esencia apostólica y al tiempo mesiánico, el único tiempo real. El reino de Dios no se alcanza en un más allá del fin de los tiempos. Dios está entre nosotros, aquí y ahora. Y es en este “tiempo que resta” en nuestras vidas terrenales que debemos abrirle los brazos y con él, salir al encuentro de nuestros hermanos y alcanzar el reino de Dios. Hic et nunc: aquí y ahora. En el tiempo que resta.

Pertenezco, como la inmensa mayoría de los latinoamericanos, a la Iglesia Cristiana, Apostólica y Romana, en cuyas enseñanzas fui educado y cuyos principios morales han formado la base de nuestra condición humana. Y en lo profundo de mi ser, sin siquiera cumplir con la observancia debida, han sido los principios cristianos los que me han mantenido comprometido a defenderlos bajo la única forma existencial posible: la democracia. Pues la base del cristianismo es la libertad. Dios es amor. Y el amor sin libertad no es amor: es sumisión.

No imagina la Iglesia la cantidad de venezolanos que han encontrado en el sufrimiento impuesto por esta dictadura sin Dios ni ley, el camino de regreso a su seno. Puedo dar fe de grandes economistas, profesionales y académicos formados en la escuela marxista, que hoy reconocen en Juan Pablo II la mano de Dios liberándonos del ateísmo marxista y fortaleciéndonos en la fe de nuestra lucha, en este tiempo que nos resta, contra la barbarie anticristiana de esta y todas las dictaduras.

De allí el asombro, incluso el dolor que nos ha causado la última declaración de la Conferencia Episcopal Venezolana, absolutamente contraria a la doctrina que en estos años de resistencia contra la barbarie castrocomunista han logrado asentar los obispos en nuestros corazones. Se resume en una palabra: libertad. Esa libertad que todos los padres de la Iglesia han reivindicado como esencia de la decisión de Jesucristo: dar la vida por la salvación de nuestros pecados.

¿Cómo entonces aceptar los manejos y manipulaciones de la barbarie comunista que nos ha traído a estos abismos y pretender justificar nos lleven como corderos a adorar los falsos dioses de la tiranía? ¿No comprenden los señores obispos que unas elecciones en condiciones de oscuridad, imposición y engaño incumplen los principios esenciales del cristianismo? ¿No saben que un proceso electoral debía seguir la misma rigurosidad con que la Iglesia celebra la misa, pues decidir los destinos de la comunidad es un acto tan sagrado como recordar el misterio del sacrificio ritual de Cristo, nuestro Señor? ¿Desconocen los señores obispos la naturaleza cruenta, malvada e inhumana de quienes han asaltado el poder a costa del sacrificio de todo un pueblo, practicando crímenes que son verdaderos horrores de lesa majestad, como el narcotráfico y llegando a la represión, la tortura, incluso el asesinato por mantener el control que mantienen sobre nuestra sociedad? ¿No saben que las elecciones que esos señores de la barbarie escenifican no tienen por objeto alcanzar la verdad sino imponer la mentira?

Reafirmo mi voluntad de abstenerme en tanto y en cuanto las elecciones en Venezuela no sean transparentes ni constituyan un ejemplo de moralidad, honestidad, ética y decencia. Contravendré la voluntad de nuestros obispos, pues esa voluntad tergiversa el espíritu de la Iglesia. Así encuentre en las alturas del Vaticano la aprobación de un papado que llevado por la demagogia y el populismo traiciona la maravillosa herencia que nos legara Juan Pablo II.

@sangarccs


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