El camino comienza con el primer paso y despliegue creador dentro del metro cuadrado de nuestro ejercicio ciudadano. Apegarse a  la verdad es un medio eficaz para la liberación del país y combate efectivo en contra de la maquinaria de la mentira. Esta propala posverdades fundamentadas en la subordinación y reorganización de los hechos sobre ideologías falsarias.

No hay relativismo que valga contra las verdades compartidas e indiscutibles, que resplandecen en el Preámbulo de la Constitución. Nos referimos al fin supremo de refundar la república para establecer una sociedad democrática que consolide los valores de la libertad, la independencia, la paz, la solidaridad, el bien común, la integridad territorial, la convivencia y el imperio de la ley. Que asegure el derecho a la vida, al trabajo, a la cultura, a la educación, a la justicia y a la igualdad sin discriminación ni subordinación alguna. Y sobre todo la garantía universal e indivisible de los derechos humanos. Otras verdades compartidas por todos están contenidas en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

La ética de la política se pesa en los resultados. La fe del ciudadano no es para guardarla en una caja fuerte, sino para ponerla en función de ir logrando objetivos republicanos. El ecocidio horroroso cometido en el Arco Minero contraviene la letra del Preámbulo que compromete al equilibrio ecológico y los bienes ambientales, como patrimonio común e irrenunciable de la humanidad.

Hoy día podemos comprobar que el manejo torcido del tema comunal y su imposición contranatura busca ir quitando la vinculación a las comunidades. En ellas yace el poder que no debemos dejarnos arrebatar, con la estrategia maligna de desactivar el natural y democrático poder comunitario. Los usurpadores se han valido de dos estrategias. La primera moralista: aquí venimos los buenos y ustedes son los malos, y la segunda: si no deponen sus vínculos comunitarios anteriores, les lanzamos a los malandros. Los consejos comunales no son comunitarios, obedecen a orientaciones ajenas que no emanan de las comunidades. Son agentes extraños que obligan a actuar en contra de la comunidad. Tenemos que resistir y no dejarnos quitar el único poder de las comunidades, que es precisamente la vinculación que las hace fuertes. El poder totalitario desarticula cualquier acción movilizadora que ponga en peligro a la maquinaria de la mentira.

Los falsos apaciguadores gozan de una ausencia absoluta de posición a favor de la libertad. Encarnan liderazgos convertidos en su propio fin. Son lugartenientes de un modelo de mafias, economías ilegales y negocios sucios. Frente a ellos procede la ruptura. Comprar islas y tener plata no sirve en un país que se desmorona.

No se puede vencer a la tiranía, aun contando con  el respaldo de la gente, si tienes la dirección política infiltrada. Ya lo hemos experimentado y sufrido varias veces. Urge una nueva dirección que genere entusiasmo, confianza y movilización, que vaya acumulando fuerzas para la salida de la corporación criminal.

Me pronuncio a favor de unas primarias casadas con las exigencias colectivas: Sin el írrito y purulento CNE; sin el Plan República cooptado por el régimen; sin el TSJ ilegítimo. Con voto manual y con la participación de los venezolanos lanzados a un exilio indeseado. El desastre tiene un solo nombre: emigración.

Renovamos el compromiso indoblegable de caminar en la verdad, apoyados con nuestros pies firmes sobre el camino llano de los principios y valores. La palabra que brota de la verdad tiene la fuerza para construir y hacernos participes del bien común. La grandeza,  y no las actitudes cobardes, entraña dolores que no son estériles como los de parto. El mentiroso queda derrotado cuando nadie consume sus mentiras.

¡Libertad para Javier Tarazona! ¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!


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