Esa expresión popular, referida a la incapacidad de algunas personas o grupo de personas para corregir los errores que los han conducido a confrontar serias dificultades, creyendo, equivocadamente, que pueden seguir avanzando para poder, de esta manera, resolver la situación adversa que enfrentan sin percibir que lo que hacen es agravarla, es exactamente la actitud que ha asumido Nicolás Maduro ante la muy compleja situación internacional que él mismo, irresponsablemente, ha provocado. En mi anterior artículo comenté sobre los riesgos existentes para Venezuela derivados de la actual política exterior y resalté la inconveniencia geopolítica de mantener una alianza con Rusia, Irán y Turquía para enfrentarse a Estados Unidos, Europa, Canadá y el Grupo de Lima. Sin embargo, nunca imaginé que los acontecimientos internacionales de esta semana que finaliza se iban a precipitar con tal fuerza y gravedad. La respuesta del régimen madurista no ha sido otra que acelerar, como siempre, la huida hacia adelante sin importar los peligros a los que expone a Venezuela y a su pueblo.

Como era de esperarse, en su descabellada huida hacia adelante, lo único que ha logrado es comprometer, aún más, la ya precaria estabilidad del país e incrementar el inmenso rechazo a su régimen totalitario, tanto nacional como internacionalmente. En lugar de reconocer que la grave crisis en la cual ha sumido al país tiene su origen en la profunda ilegitimidad de su régimen, en su  asfixiante autoritarismo, en la intolerable incapacidad y corrupción de su gestión, en la sumisión a una visión ideológica ampliamente rechazada por los venezolanos y en el establecimiento de una equivocada política exterior, su respuesta ha sido la de urdir una grotesca maniobra para impedir el normal funcionamiento de la Asamblea Nacional y la legítima elección de su junta directiva, allanar ilegalmente las oficinas de Juan Guaidó, incrementar la persecución contra los miembros del Poder Legislativo, comprometer militantemente a Venezuela a favor de Irán en su conflicto con Estados Unidos y autorizar, inconstitucionalmente, la participación del embajador cubano en el Consejo de Ministros y en el Consejo de la Defensa Nacional.

La permanente violación de la Constitución Nacional, el rechazo a una aceptable solución electoral de la crisis nacional y los recientes abusos de poder del régimen madurista produjeron, de inmediato, un conjunto de acciones por parte de los gobiernos de Estados Unidos, de Europa y de los países latinoamericanos: se realizó en Bogotá, el 20 de enero,  la Tercera Conferencia Ministerial Hemisférica de lucha contra el Terrorismo y la correspondiente reunión preparatoria de expertos sobre ese tema; se invitó a Juan Guaidó a asistir como observador a dicha reunión y a representar a Venezuela, como presidente encargado de la República, en el Foro Económico Mundial de Davos. Asistió al Parlamento Europeo, ante el cual expuso el problema venezolano e inició una importante gira por Europa. El presidente Duque; el secretario de Estado, Mike Pompeo, y el presidente Guaidó cuestionaron fuertemente a Nicolás Maduro en dicha reunión, anunciándose casi de inmediato la ejecución de ejercicios militares en Colombia entre unidades especiales de ese país y de Estados Unidos. Definitivamente una firme e intimidante respuesta.

En la Tercera Conferencia Ministerial Hemisférica participaron 18 Estados latinoamericanos y 4 observadores. Todos condenaron el terrorismo, de manera terminante, en todas sus formas y manifestaciones, reafirmando que ISIS, Al Qaeda, Hezbolá, el ELN y Sendero Luminoso son organizaciones terroristas que representan una permanente amenaza para la seguridad colectiva. Expresaron “su preocupación por las actividades que redes del Hezbolá continúan realizando en algunas áreas del hemisferio occidental”. Antes de hacerse público el comunicado final, el secretario de Estado, Mike Pompeo, expresó: «Todos sabemos también que el máximo poder terrorista del régimen iraní, Hezbolá, ha encontrado un hogar en Venezuela bajo Maduro. Esto es inaceptable». Esa posición fue respaldada por el presidente Duque, quien sostuvo: “Existen células de esa organización en el territorio venezolano con la anuencia de la dictadura de Maduro”. El anterior señalamiento realizado por el secretario de Estado norteamericano fue ratificado posteriormente en una larga entrevista concedida a Radio Caracol.

Por último, el repudio a ese vínculo del régimen madurista con el terrorismo no solo quedó en meras declaraciones sino que se buscó demostrar, con hechos, la  decisión que podrían tomar esos países si las sanciones impuestas no son suficientes para que en Venezuela ocurra una transición política. Esa fue la razón, a mi criterio, para hacer coincidir la fecha de la Tercera Conferencia Ministerial Hemisférica de lucha contra el Terrorismo con unos ejercicios militares de Estados Unidos, Brasil y Colombia, los cuales se están realizando, desde el 23 hasta el 29 de enero, en el aeropuerto de Tolemaida. Es intolerable que Nicolás Maduro y su enfermiza ambición de poder, respaldado por su corrupta camarilla, comprometa la seguridad de Venezuela y su pueblo, desafiando innecesariamente a Estados Unidos. La tensión entre esa nación e Irán se incrementa diariamente. Pretender formar parte de una alianza con el fundamentalismo iraní, para enfrentar militarmente a Estados Unidos, en función de intereses políticos particulares es, por decir lo menos, un acto de traición a la patria. Igualmente, la vinculación con Hezbolá es tan peligroso como lo anterior. Ojalá, la Fuerza  Armada Nacional reflexione sobre su responsabilidad constitucional.

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