Manuel Antonio Prince Veroes nació en Aroa, estado Yaracuy, el 16 de junio de 1914, un mes antes que iniciara la Primera Guerra Mundial. Su madre Carolina Veroes, era nativa de San Juan de Los Cayos y su padre John Prince, de origen holandés, llegó a Yaracuy con toda la parafernalia para la instalación del Ferrocarril Bolívar. Creció en Barquisimeto y estudió en el Colegio La Salle.

Cuando cumplió 13 años, “Toño” como le llamaban, partió a Nueva York, Estados Unidos, con su hermano mayor que lo invitó a buscar nuevos horizontes, lejos de la dictadura gomecista. Con poca dificultad aprendió inglés y posteriormente se inició en el oficio de mecánica automotriz, reparando los famosos taxis Yellow Cabs.

Las imágenes -bien conservadas, en donde se advierte al yaracuyano con su traje de gala, quepis, insignias y preseas, dan cuenta que era un joven que había encontrado disciplina en la Fuerza Armada. De cuerpo robusto, mediana estatura y una mirada apacible.

Pero detrás de estas fotografías hay toda una historia fascinante, pues cuando su situación recobraba estabilidad, Estados Unidos declara la guerra a Japón tras el ataque sorpresa efectuado por la Armada Imperial contra la base naval norteamericana en Pearl Harbor la mañana del domingo 7 de diciembre de 1941.

Manuel Antonio fue enrolado en Us Army, con el número de servicio: 32 437 710, según la ley que obligaba a residentes con más de tres años a luchar por ese país. A principio de 1942 se entrenó durante tres meses en un campo militar en Carolina del Sur, y más tarde, enviado en tren junto a cientos de conscriptos a San Francisco, donde embarcaría rumbo al Pacífico.

Asignado al Batallón 182 de la División 23 del ejército norteamericano, mejor conocida como Americal, unidad que fue activada en mayo de 1942, en Nueva Caledonia, y se reconocía por su blasón azul con las estrellas de la Cruz del Sur. Cuando Manuel ingresó a la citada unidad, la cual estaba conformada principalmente por personal hispano.

Probado heroísmo

A finales de ese año cuarenta y dos, la unidad de Manuel Antonio realizó un largo periplo abordo de los barcos de transporte de las US Navy, hacia las islas ocupadas por Japón. Sería en octubre de ese año cuando lo encontró la guerra propiamente dicha, en el combate de Guadalcanal, en la desembocadura del río Matanikau.

Los primeros en desembarcar fueron jóvenes marines de 18 años. Manuel tenía 28 años por lo que su división sería la segunda en bajar de los transportadores. La primera impresión lo paralizó al subir a la playa y ver numerosos cadáveres de los marines sobre la arena y flotando en la orilla.

El refuerzo que dio su regimiento a los marines, les permitió a los estadounidenses tomar el monte Austen, en enero de 1943, consolidando el Campo Henderson que era la base aérea para los primeros ataques contra Japón.

Pronto sus compañeros latinos bautizaron a Manuel Antonio con el apodo de “el brujo”, debido a la manera en que confrontaba el combate evitando la muerte, pero encarando con valor a los japoneses. Pronto fue ascendido a sargento por el arrojo en combate. Diestro en el manejo de morteros de 81 mm para apoyo avanzado.

Inmediatamente de Guadalcanal fue a Fidji en marzo, hasta alcanzar Bouganville en 1944 y cuando llegaron a Filipinas el último año de la guerra estuvo en las Islas Corregidor. Navegó por todo el Pacífico durante 3 años, obteniendo varias medallas en reconocimiento a su determinación en el frente.

Reconocimiento al valor

El 3 de mayo de 1944, el gobierno de Estados Unidos, decide reconocer el valor de Manuel Antonio, otorgando la Insignia de Combatiente de Infantería; luego la Medalla de Liberación de Filipinas el 5 de febrero de 1945; la Medalla Campaña Asia-Pacífico, el mismo año. Igualmente fue galardonado con estrellas de campaña de bronce por «Bismarck Archipelago» y «Southern Philippines», además de una Punta de Flecha de bronce. Botón de solapa de Servicio Honorable / emblema de descarga honorable cuando fue ascendido a Sargento del Estado Mayor, concedido el 3 de noviembre de 1945. Elogio del Ejército con el rango de Corporal de la Unidad División Americal, Ejército de EE. UU.

Según el diploma que da sustento a la condecoración, expresa elogios por su sobresaliente actuación en combate: “Por servicio meritorio en relación con operaciones militares contra el enemigo, en Cebú, Filipinas, el 3 de abril de 1945. El cabo Prince en la fecha anterior sirvió como observador avanzado para un pelotón de 81 mm.

Dirigió el fuego de sus morteros disparando una cortina de humo que ayudó a la evacuación de los heridos y examinó los movimientos de nuestros hombres y cegó al enemigo, haciendo que lanzaran fuego de francotirador ineficaz. Por su excelente dirección de fuego, ayudó a salvar la vida de seis hombres.

Demostró excelente liderazgo y frialdad bajo el fuego de francotiradores. La habilidad y la devoción al deber mostradas por el cabo Prince reflejan un gran crédito sobre sí mismo y están en consonancia con los más altos estándares y tradiciones del Ejército de los Estados Unidos”. Asimismo, Manuel Antonio recibió la Medalla de Buena Conducta del Ejército y la Medalla de Campaña Americana para el periodo 1939-1945.

En 1945, cuando Japón firma la rendición, el insigne yaracuyano retorna a Estados Unidos como héroe. Un año más tarde, regresa a su natal Yaracuy el 27 de noviembre y el diario El Impulso abrió su primera página destacando la foto y un reportaje especial del héroe yaracuyano.

Fijó residencia en Barquisimeto, en donde se casó y tuvo seis hijos. Abrió un taller de reparación de vehículos que lo mantuvo activo hasta sus días finales, partiendo a otras instancias el 25 de octubre de 2003. Fue un firme defensor de los principios democráticos, formación que adquirió con los padres lasallistas. A los 79 años consiguió una pensión del gobierno norteamericano.

Fuente: Clemente Balladares C. «Las balas no son de algodón”  http://venezuelaysuhistoria.blogspot.com/2013/08/manuel-antonio-prince-veroes-un.html 

www.CorreodeLara.com

 


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!