Nada libera tanto en cualquier reunión que reconocer como hipócrita a alguien que mantiene una opinión o posición displicente con relación a un tema en discusión; sobre todo cuando se reconoce como neutral a quien pretende disfrazar la realidad con base en una supuesta moralidad o, peor aún, a quien busca mediante argumentos disuasivos no querer meterse en problemas.

Algunos simplemente callan, mientras que otros prefieren utilizar la diplomacia de lo políticamente correcto para no fijar posición ni manifestar criterio de discernimiento. En otros casos la hipocresía de la diplomacia es un requisito indispensable para formar parte de las filas de cualquier agrupación político partidista.

Algunos descarados lo resumen en una frase mucho más cómplice y de poca vergüenza cuando simplemente dicen: “Es la línea del partido”. Aun conociendo que esa línea más que recta puede llegar a ser lo suficientemente torcida para llevarnos por cualquier atajo no deseado o no conveniente para los intereses del colectivo.

En la antigua Grecia, una persona hipócrita, se tenía como un concepto positivo y como sinónimo de un ser con agilidad mental y astucia. La hipocresía era vista como una ventaja; el poder tener esa cualidad de saber decir a otra persona o grupo lo que querían escuchar se consideraba un logro.

Socialmente un hipócrita no era un patrón negativo y sus actitudes estaban ligadas al fin último de obtener lo deseado.

En el poema griego La Odisea, Homero narra el encuentro de Ulises con el cíclope Polifemo, al cual logra dejar ciego mediante argumentos y métodos que pudiéramos considerar como ejemplos de hipocresía. Ulises buscaba salvar su vida y la de sus compañeros, es por ello que intenta mediante un diálogo abierto y plagado de hipocresía engañar a Polifemo.

Recientemente, en una especie de símil narrativo a La Odisea, llegó a España el Ulises de la política venezolana. Quien durante sus últimos años de vida pública ha tenido, como el héroe descrito por Homero, que enfrentarse a varios Polifemo.

El último lo ha recibido no como jefe de gobierno sino como secretario general del partido.

La figura del hipócrita retratado, como ya se dijo, en la antigua Grecia como un actor astuto queda perfectamente descrita en estas épocas de pandemias y de virus mortales que van limitando y acabando con derechos fundamentales del ciudadano, pero permisivos para otros quienes logran atravesar capitales y países del mundo con total complicidad de tantos ciclopes.

Hay una frontera muy frágil entre Ulises y Polifemo. Una dualidad necesaria para poder digerir este tipo de situaciones y de reuniones que solo pueden soportarse y analizarse con la hipocresía de la diplomacia.

Tengan cuidado con la levadura de los fariseos, es decir, su hipocresía. Llegará el tiempo en que todo lo que está encubierto será revelado y todo lo secreto se dará a conocer a todos. Todo lo que hayan dicho en la oscuridad se oirá a plena luz, y todo lo que hayan susurrado a puerta cerrada, ¡se gritará desde los techos para que todo el mundo lo oiga! (Lucas 12:1-3).

En el año del centenario de Benito Pérez Galdós cabe recordar el último párrafo de su obra Doña Perfecta para finalizar este artículo de manera políticamente correcta: “Esto se acabó. Es cuanto por ahora podemos decir de las personas que parecen buenas y no lo son”.  

@andcolfa


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