“Solo con un gran despertar podremos comprender el gran sueño en que vivimos”

Zun Tsu

El “gran jefe indio” ha renunciado. Luego de largos 13 años enquistado en la primera magistratura de la República de Bolivia, la niña mimada del Libertador Simón Bolívar. Ver a través de la pantalla de televisión al otrora líder cocalero Evo Morales dimitir a su cargo de primer mandatario de los bolivianos fue todo un “poema”.

No ha mucho, cercana a la fecha de la tristemente fraudulenta “elección” que condujo a la renuncia de Morales Ayma, el pueblo bolivariano le negó mediante referéndum consultivo la posibilidad de reelegirse indefinidamente como lo pretendió su antiguo mentor, el golpista y ex presidiario de Yare. La intempestiva renuncia de Evo ocurre una semana después de que los más densamente poblados departamentos de la nación suramericana protagonizaran multitudinarias movilizaciones políticas de acentuado carácter cívico, pero de marcado perfil democrático. Desde Cochabamba, Santa Cruz, La Paz, aproximadamente tres millones de bolivianos tomaron las calles en señal de enérgicas protestas pacíficas, pero de resueltas convicciones democráticas exigiendo la renuncia del máximo líder del Movimiento al Socialismo y hasta ayer presidente constitucional del altiplano boliviano.

Evo tuvo todas las credenciales de entrar por la puerta grande y principal de la historia a la galería de hombres dignos e ilustres de Bolivia, pero su sempiterna tozudez e irredimible genuflexión ante nomenclatura hereditaria de la ínsula barataria cubana lo convirtió en un triste y lamentable peón del macabro ajedrez que juega La Habana en Latinoamérica. Como hubiera dicho el hijo ilustre de Rubio: “Hubiera preferido otra muerte”. No tuvo el suficiente valor ni la entereza moral de oír a su pueblo clamando su retiro y negándole sus veleidades reeleccionistas indefinidas. Razón tiene el dicho que reza: “el poder embriaga, pero el poder absoluto embriaga absolutamente”. Evo no supo o no quiso taparse los oídos para desatender los cantos de sirena que las flautas encantatorias de las dictaduras cubanas y venezolanas le tocaban aconsejándole se quedara per secula seculorum en la primera magistratura de Bolivia hasta que se le secaran los huesos como sucedió con su “maestro” Fidel Castro Ruz.

Por supuesto que la renuncia de Evo añade un plus dinamizador a la vertiginosa vindicta política latinoamericana y agrega elementos decisivos que contribuyen a despejar el camino para la restauración de la democracia en los países que hasta ahora están sometidos a la nefasta influencia de la izquierda latinoamericana. Poco a poco la democracia va reconquistando sus fueros en Suramérica. Ojalá -y todos los demócratas del continente apostamos por ello- que la renuncia de Morales irradie rayos de luces y convicciones civilistas al resto de los países cuyos regímenes protocomunistas que padecen el yugo del social-fascismo de la izquierda autoritaria. Hago votos por la necesaria recuperación de la sensatez y el sentido común de los pueblos para restablecer el Estado de Derecho en sus respectivos países dominados por la nueva edad media oscurantista de la estatolatría marxista. No obstante, queda mucha tela por cortar para recomponer el tejido sociopolítico latinoamericano porque la práctica y ejercicio de la democracia es una acción cotidiana que por antonomasia es inmensurable e infinita.


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