Todo ha sido parte de un montaje de la propaganda de la guerrilla africana del Frente Polisario. No hay guerra sin enfrentamiento de dos actores opuestos y sin que se produzca un repetido intercambio de fuego. No hay enfrentamientos armados, sino una batalla por el relato.

El episodio del pasado 13 de noviembre en la zona de Guerguerat, en el extremo sur del Sahara marroquí, fue un acto más dentro de la campaña de provocación del activismo de esa guerrilla africana para tratar de alcanzar con la propaganda lo que no han logrado en el terreno en una disputa prolongada por 45 años, alimentada por la izquierda radical internacional anclada en los esquemas ideológicos de la Guerra Fría. La dictadura de Venezuela y Cuba, su socio parasitario, son los principales valedores del Polisario en la región.

Por otro lado, el trasfondo del diferendo del Sahara marroquí es un tema de seguridad que preocupa a la mayoría de los 54 países que integran la Unión Africana, que apoyan la solidez de los estados, como Marruecos, frente a movimientos de oposición política, grupos armados o guerrillas separatistas como el Polisario. Una muestra es que al menos 15 naciones africanas han abierto recientemente consulados en las provincias del Sahara marroquí.

Cabe recordar que durante tres semanas, entre octubre y noviembre, medio centenar de esas milicianos del Polisario –como han hecho en los últimos cuatro años desoyendo los llamados al orden de la Organización de Naciones Unidas (ONU)- bloquearon la vía internacional que une la frontera común entre Marruecos y Mauritania en la zona de Guerguerat, interrumpiendo el tránsito transfronterizo de mercancías y afectando, por tanto, a comerciantes y ciudadanos mauritanos y marroquíes.

El Estado Mayor de las Fuerzas Armadas Reales de Marruecos desplegó sus efectivos en una operación «ni ofensiva, ni con intención bélica» para recuperar la normalidad comercial, impuso un cordón de seguridad en la zona de Guerguerat y normalizó el tránsito de bienes y de personas.

Frustrados sus objetivos desestabilizadores, esa guerrilla africana montó una guerra de propaganda para vender a la opinión pública el relato de que la acción del ejército marroquí tiró por tierra el alto el fuego firmado en 1991. Lo que se oculta es la situación en aproximadamente 40.000 refugiados que sobreviven en campamentos en territorio de Argelia, en condiciones tan desesperadas que temen un levantamiento.

En esos campamentos, controlados por el ejército argelino, la mayor parte de la juventud, al igual que la población saharaui, no comparte las consignas radicales, ni quiere situarse en el marco del posicionamiento de la superada Guerra Fría, porque no ven al Polisario como una opción viable. Esos jóvenes tienen aspiraciones de una vida mejor, una vida digna, al igual que todos los demás jóvenes del planeta.

Por otro lado, quien ha interpretado con certeza la situación es el rey de Marruecos, Mohamed VI, que desde hace más de una década ha acelerado la implementación de proyectos de desarrollo en las provincias del sur en el Sahara marroquí. Esas regiones han afianzado las aspiraciones a una vida mejor, lo que reviste un atractivo a la población sin futuro que se encuentra en Tinduf.

Dentro de una perspectiva más amplia, esos desarrollos se producen en el marco de la última resolución del Consejo de Seguridad de la ONU -de finales de octubre pasado que prorrogó por un año la presencia de su fuerza de paz en el Sahara marroquí- que desestimó el manido referendo de autodeterminación que por cuatro décadas ha invocado el Polisario. Colocó, al mismo tiempo, sobre Argelia la responsabilidad de una solución al diferendo y reiteró su reconocimiento a la propuesta autonómica de Marruecos.

La resolución 2548 señaló claramente, en cinco diferentes párrafos del texto, el papel de Argelia en lograr «una solución política, realista, pragmática y duradera» a la cuestión del Sahara basada en “una mayor voluntad política para llegar a una solución, incluso examinando más a fondo las respectivas propuestas y renovando su compromiso con la acción de las Naciones Unidas, mostrando realismo y espíritu de compromiso, y alentando aún más a los países vecinos a contribuir al proceso político”.

El texto de esta nueva resolución destacó, por decimotercera ocasión, que el Consejo de Seguridad de la ONU, tomó nota de “la propuesta marroquí presentada al secretario general el 11 de abril de 2007”  y saludó “los esfuerzos serios y creíbles realizados por Marruecos para avanzar hacia un arreglo”.

Después de 45 años desde que la operación de la Marcha Verde del rey Hassan II, el padre del actual monarca, logró que Marruecos recuperara el Sahara y ante la falta de salida al diferendo territorial Mohamed VI propuso una amplia autonomía para el territorio en donde se reconociera a la población saharaui dentro de la soberanía del Estado marroquí. Esa propuesta ha recibido en los últimos 13 años el respaldo de los 164 países del mundo que desconocen al Polisario, incluyendo la mayoría de naciones latinoamericanas.

El tiempo juega a favor de Marruecos. Sabe que cuanto más tiempo pasa, más se afianza su posición. Para Rabat las escaramuzas provocadoras del Polisario no involucran mayores preocupaciones, dado el respaldo político y diplomático –con escasas excepciones- de la totalidad de los países de África y de la comunidad internacional. En términos geopolíticos, además, la estabilidad en el Sahara marroquí es estratégica para África y Europa.

Por otro lado, Argelia –con su insondable laberinto interno que pospone una crisis en los frentes políticos, sociales y económicos- no escalará en un enfrentamiento militar con Marruecos, pese a las rabietas de su títere, el Polisario. El Sahara es marroquí y su soberanía territorial permanece y se consolida.

 


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