Un artículo de León Sarcos en Papel Literario de El Nacional, dedicado a “La sabiduría de Mr. Kissinger”, contiene un subtítulo tan candorosamente humanista que nos llamó la atención: “Ninguna guerra vale lo que vale la vida de un solo ser humano”. Una vez manifiesto este candor, Sarcos se dedicó a exaltar a Kissinger como uno de los líderes mundiales contemporáneos que más le han motivado. De ser categóricamente romántico y pacifista, Sarcos sucumbe de inmediato al encanto de un hombre cuya carrera política transcurrió inmerso en casi todas las guerras de la segunda mitad del siglo XX. Henry Kissinger estuvo cerca de ser procesado en Estados Unidos por crímenes de guerra y genocidio. El periodista Christopher Hitchens autor del testimonio El juicio a Henry Kissinger, con la tenacidad de un fiscal, ofreció un retrato impenitente de Kissinger como el responsable de crímenes de guerra en Vietnam, Bangladesh y Timor, así como asesinatos en Chile, Chipre y Washington.

Se dice que Kissinger respondió con una cita del filósofo Anacarsis del siglo 6 aC en Grecia: “Las leyes son como las telarañas, suficientes para aprisionar a los débiles, pero demasiado frágiles para contener a los más fuertes». Así fue. Hitchens lo llamó “un estupendo mentiroso » y formuló sus cargos como si se tratara de un tribunal de justicia internacional con los precedentes del Juicio de Nuremberg.

Parecida es la reverencia venezolana a Bolívar, sin caer en cuenta que glorificamos a uno de los más violentos guerreros de la historia del continente. Para parir las glorias de Bolívar y la independencia, nuestro país hubo de sacrificar cerca de la mitad de su población. Condenar a “españoles y canarios a la muerte… siendo inocentes”, comentó el historiador colombiano Aníbal Galindo que “ni en boca de Alarico o Atila el mundo había oído tamaño grito de destrucción y muerte”. En otro escrito en Papel Literario, “Bolívar falsificado”, Sarcos justifica la gesta libertadora como “un esfuerzo colectivo inmenso de millares de hombres y mujeres que costó muchas vidas, pero que definitivamente valió la pena”. ¿Cómo dijo? ¿Que valió la pena? Cierto, hay guerras que valen la vida y el “esfuerzo colectivo inmenso de millares de hombres y mujeres”.

War! What is it Good For? La pregunta es el título de una excelente investigación de Ian Morris, historiador y arqueólogo británico, profesor de la Universidad de Stanford. Es un estudio sobre la guerra y el progreso de la civilización, desde los primates hasta lo robots y Morris básicamente concluye que las guerras están indisolublemente ligadas al progreso de la humanidad. En el fondo, dice Morris, la guerra es siempre una forma de hacer el mal en la esperanza de que al final prevalezca el bien. El autor trata de probar que, en 10.000 años de historia, ha habido circunstancias que generaron “guerras productivas y guerras improductivas”. En algunos casos tan productivas que transformaron la vida humana. El Imperio Romano impuso la Pax Romana por 200 años con guerras. Con la pacificación sobrevino un desarrollo económico y cultural que creció por siglos hasta que el Imperio Romano colapsó y le abrió paso a las guerras improductivas de la Edad Media. La Segunda Guerra Mundial fue el más horroroso y sangriento conflicto de la humanidad, no obstante, los años que siguieron a la derrota del nazismo fueron los más productivos y de mayor progreso económico, educativo, cultural y científico en toda la historia de la humanidad.

La “explotación yanqui”

A los 100 años de las independencias de los países de América Latina no hubo progreso económico general o particular que los diferenciara de los tiempos del yugo español, gracias a la inestabilidad política y a las  guerras improductivas. En contraste, Estados Unidos se ha regido por una sola constitución. Venezuela por 29, Haití por 24, Ecuador por 20, etc. Entre marzo y octubre de 1826 México, (6 meses) a México la gobernaron 6 presidentes. Pero la izquierda morena sonsa y nacionalista del subcontinente ha encontrado que la mejor manera de explicar nuestro atraso es por medio de la “explotación yanqui”.

Con la excepción de Vietnam, en todas las guerras productivas en las que participó Estados Unidos, no solamente salió victorioso sino exponencialmente más poderoso y lo hizo sacando partido de las debilidades de gobernantes, reyes, autócratas y príncipes corruptos, codiciosos, ambiciosos o pusilánimes. El zar de Rusia solo veía a sus dominios de Alaska como una gran masa de hielo improductivo para sembrar y se la vendió a Estado Unidos por 7 millones de dólares. Alaska guarda en su seno uno de los más grandes yacimientos de oro, minerales y petróleo del planeta.

Estados Unidos sacó ventajas astronómicas en sus relaciones diplomáticas o guerras productivas con el Imperio Británico, el Imperio Napoleónico, el Imperio Español, la Alemania Nazi y la Unión Soviética. Después de arrinconar diplomáticamente al Imperio Napoleónico, debilitado en sus guerras europeas, en una negociación leonina, Estados Unidos le arrebató a Francia todas sus posesiones en Norteamérica y en consecuencia dobló el tamaño de su territorio sin disparar un tiro. The American-Spanish War de 1898, como se conoce en los textos escolares, fue el resultado de una agresiva y productiva guerra de Estados Unidos que puso fin al Imperio Español y extendió el poder de Estados Unidos más allá de nuestro hemisferio. Pero en la historia de España se conoce como “el Desastre”.

Si la historia es un buen referente, la incompetencia estratégica de Putin, las sanciones actuales y por venir, pudieran conducir a un desesperado Putin a la tentación nuclear o a una postración económica tal que Rusia termine subsidiada o forzada a aliarse con Estados Unidos.  Así terminó las mucho más poderosas la Alemania nazi y el el Imperio japonés. ¿Quién imaginó en el siglo XIX que unos campesinos de las colonias británicas en América saldrían victoriosos enfrentados al Ejército del Imperio británico, el más poderoso del mundo? ¿Quién imaginó en 1940 que el cabo Hitler ocuparía en meses a casi toda Europa? ¿Quién imaginó en los setenta que Vietnam, un país de tercera categoría, como lo llamó Kissinger, derrotaría a la primera potencia del mundo? ¿Quién imaginó hace ocho semanas que soldados ucranianos obligarían al poderoso Ejército de Rusia a retirarse o a reagruparse o como lo quieran llamar? ¿Quién imaginó hace solo una semana que los ucranianos podrían hundir el buque-bandera de la poderosa flota rusa del mar Negro?

El gran pensador y filósofo de la guerra, Carl von Clausewitz decía que “la guerra es la provincia del azar”. La historiadora Margareth McMillan advierte que la guerra está llena de paradojas y no es sólo violencia organizada, es quizás la más organizada de todas las actividades humanas y el origen de gran parte de la exitosa organización de las sociedades.

Es horrible pensar que tengamos que matar a nuestros semejantes, dice McMillan, pero por otra parte ¿qué mayor altruismo existe que dar la vida por tus semejantes?

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