“No se establece una dictadura para salvaguardar una revolución; se hace la revolución para establecer una dictadura”. 1984, George Orwell

 

Cuando algún vocero de la revolución bolivariana habla de paz, lo hace en el sentido de aquella frase “revolución pacífica pero armada”. Definiendo las cosas por su contrario, su lógica en neolengua es idéntica a la consigna del “Insoc” o socialismo inglés que describe Orwell en su distópica novela 1984:

La guerra es la paz

La libertad es la esclavitud

La ignorancia es la fuerza

Su oferta de “diálogo para la paz”, incluida la hermética ronda de negociaciones en Barbados con mediación del gobierno de Noruega, obedece a la misma filosofía. Semejando la estrategia guerrillera, por un lado atacan a su “enemigo” y en paralelo se sientan a charlar en una isla del Caribe, no para cerrar acuerdos sino para prolongar la agonía, o sea, ganar tiempo y conservar el poder. Por eso anuncian que no se levantarán de la silla “ni aunque mil Donald Trump” los presionen, y a las pocas horas se retiran y congelan el proceso.

El diálogo Maduro-Guaidó no puede calificarse de pacífico si se mantiene la persecución a la disidencia, la manipulación y el desplome institucional promovido por el régimen. La paz no es solo la ausencia de una guerra y el conflicto político venezolano es multidimensional y complejo. La imposibilidad de resolverlo por vías institucionales decantó, entre 2002 y 2018, en cuatro mesas de negociaciones con acompañamiento internacional. Si bien en su momento le bajaron decibeles a la confrontación, ninguna resolvió los problemas de fondo. El proceso de 2019 no parece ser la excepción.

El diálogo, a la fecha, no ha logrado soluciones tangibles ni sostenibles a mediano y largo plazo; solo enfriar protestas. Ahora bien, no se trata de patear la mesa. Como se ha dicho antes, hay que jugar en todos los tableros y la negociación en Barbados es uno de ellos. Pero esa mesa cojea porque le falta una pata: el tejido social, la participación de la sociedad civil (ONG, asociaciones, gremios, sindicatos). Trascender el monopolio de los partidos políticos ante la gravedad de la crisis. Las negociaciones de alto nivel, en la coyuntura reciente, siempre terminan en penales mal pateados o en suspensión del juego por lluvia.

Hay un desgaste del diálogo cupular. La dictadura camina por la cuerda floja, pero eso no significa que caerá en lo inmediato. La voz de la sociedad civil organizada merece ser escuchada lo que a su vez fortalecería la movilización de calle. El país está fragmentado. Estamos perdiendo ciudadanos que migran forzadamente dejando un territorio usufructuado por trasnacionales chinas y rusas; pranes, guerrilla y colectivos paramilitares. Las instituciones se desintegran como si del chasquido de Thanos se tratara. Atravesamos un proceso de disolución de la República y para detenerlo todos somos necesarios.

El plan totalitario que no cesa exige evitar caer en las mismas trampas. Volviendo a la obra de Orwell, el extracto de un monólogo del macabro personaje O’Brien mientras Winston, el protagonista, recibe descargas eléctricas en la camilla de tortura, se presenta como una radiografía ideológica para comprender el leitmotiv de la revolución bolivariana:

«¿Por qué nos aferramos al poder? ¿Cuál es nuestro motivo? Se trata de esto: El Partido quiere tener el poder por amor al poder mismo. No nos interesa el bienestar de los demás; solo nos interesa el poder. No existirá más fidelidad que la que se debe al Partido, ni más amor que el amor al Gran Hermano. No habrá risa, excepto la risa triunfal cuando se derrota a un enemigo. No habrá arte, ni literatura ni ciencia. Todos los placeres serán destruidos.

Si quieres hacerte una idea de cómo será el futuro, figúrate una bota aplastando un rostro humano… incesantemente».


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!