El régimen iraní está utilizando la pena de muerte para sembrar el miedo entre quienes exigen libertad y se defienden de uno de los aparatos represivos más crueles del planeta, pero el mundo no parece haber hecho lo suficiente para ayudar a cambiar esa situación.

El Papa dijo el lunes 9 de enero que la pena de muerte “alienta solamente la sed de venganza”. Sin embargo, en su discurso de año nuevo ante el cuerpo diplomático Francisco evitó condenar el delito de “enemistad contra Dios” que emplean los santones hipócritas  de Teherán para ahorcar  a jóvenes que piden respeto por la dignidad de las mujeres al grito de “mujer, vida, libertad”.

El 13 de septiembre la “policía de la moral” detuvo en Teherán a la kurdairaní  Mahsa Amini, de 22 años de edad, por llevar mal puesto el velo. Testigos vieron cómo la golpeaban para hacerla subir al vehículo policial. A las pocas horas la llevaron a un hospital en coma y tres días después -hace cuatro meses este lunes- murió. Desde entonces, una oleada de indignación y protestas ha estremecido Irán y la mayor parte del globo.

Y es preciso que eso no caiga en el olvido. Pero antes tal vez haga falta un mea culpa acerca de un hecho insólito sobre el cual se ha tendido un manto de silencio: la ONU eligió en abril de 2021 a Irán para presidir por los próximos cuatro años la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer, el principal organismo intergubernamental mundial dedicado exclusivamente a la promoción de la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres.

Aunque la votación fue secreta, UN Watch determinó que al menos 4 de las 15 democracias de la Unión Europea y del Grupo Occidental en el Consejo Económico y Social  de 54 naciones de la ONU (Ecosoc) votaron por Irán.

La ONG, cuya misión declarada es supervisar el desempeño de la ONU según el criterio de su propia carta, condenó “la obscena elección del régimen del ayatolá Jamenei a un organismo de derechos de la mujer”.

“Es absurdo y moralmente reprobable. Este es un día negro para los derechos de las mujeres y para todos los derechos humanos”, expresó entonces Hillel Neuer, director ejecutivo de la organización con sede en Ginebra.

La activista iraní Masih Alineiad protestó a su vez por la elección para el cargo de derechos humanos de las mujeres de un régimen que las trata como ciudadanas de segunda clase y las encarcela por resistirse a la ley misógina del hiyab obligatorio.

No era difícil concluir que ambos tenían razón, y ahora hay que actuar con urgencia pero sin falsa moral. Temeroso de los movimientos sociales de base, el régimen fundamentalista iraní -aliado del chavismo en el apoyo al terrorismo internacional y en los crímenes de lesa humanidad- sigue dispuesto a “reprimir sin piedad” la protesta usando munición real y golpes de porra, como revelan documentos de organismos de seguridad que se han filtrado. Es la guerra de los santones contra su pueblo.


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