Foto Federico PARRA / AFP)

En la historia de Venezuela ha prevalecido un hecho nocivo que la ha afectado poderosa y negativamente: la ausencia de un liderazgo civil fuerte, social y culturalmente afianzado, capaz de contrarrestar el militarismo caudillista que la ha gobernado, autocrática e ilegítimamente, durante la mayor parte de sus 213 años de vida independiente. Tal adversidad ha frustrado sistemáticamente las aspiraciones de libertad y democracia que han estado siempre presentes en el pensamiento nacional y expresadas de manera inequívoca en los textos de sus numerosas Constituciones. Solo durante los cuarenta años que van del final de la dictadura de Pérez Jiménez (1958) hasta el arribo de Hugo Chávez al poder (1998), hubo en Venezuela gobiernos civiles y democráticos, con liderazgos relevantes como los de Rómulo Betancourt, Rafael Caldera y Carlos Andrés Pérez.

Tales liderazgos desaparecieron con el fin de la democracia. Los nuevos, surgidos en el proceso de lucha contra el chavismo, personificados por jóvenes capacitados y promisorios como López, Capriles, Borges, Guaidó y otros, fueron paulatinamente neutralizados por los manejos fraudulentos y autocráticos del régimen sustentado por la fuerza armada nacional, devenida en cómplice y brazo armado del chavismo. Es así como la oposición venezolana, siendo la inmensa mayoría, no ha podido derrotar al régimen y detener la destrucción del país.

La situación se agravó con la muerte de Chávez y el ascenso al poder de Nicolás Maduro. Este último, elegido por aquél como su sucesor, ganó su primera elección en el año 2013 con un escasísimo margen de votos. Dos años después, en diciembre de 2015, en la elección parlamentaria, se demostró que había perdido todo el apoyo popular de su antecesor, al obtener la oposición los dos tercios de los diputados de la Asamblea Nacional. A partir de entonces Maduro ha manipulado todas las elecciones con diversos y cada vez más abusivos manejos, dividiendo a la oposición y provocando la abstención electoral. Para ello ha usurpado las funciones de todos los poderes públicos y malversado el erario nacional. La acción desacertada del liderazgo opositor, confundido, intimidado, dividido, intervenido y sobornado, ha impedido detener la tragedia resultante.

En la actualidad, con la elección primaria convocada por la oposición y el auge de la candidatura de María Corina Machado, se abre la posibilidad de cambiar las cosas y vencer al régimen que ya ha iniciado sus consabidos manejos sucios con las inhabilitaciones de candidatos opositores, la reformulación del directorio del CNE, etc. para evitar la derrota y seguir ejerciendo su ilegítimo mandato. Si todo se hace apropiadamente y la oposición se articula bajo una formula electoral unitaria, existe la posibilidad de destronar al régimen y lograr el cambio político que el pueblo de Venezuela anhela desesperadamente.

El camino para ello es la unidad nacional alrededor de una candidatura electoral única que no pueda ser descalificada por el régimen sin incurrir en un último y definitivo golpe a la legalidad; un golpe de estado que impida o anule las elecciones presidenciales de 2024 y las regionales y locales de 2025. Si el régimen no llega a tanto, la oposición puede ganar las elecciones presidenciales y formar un gobierno de coalición y de transición que en el primer año de su gestión realice las acciones necesarias para reponer la institucionalidad democrática mediante la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente y la celebración de nuevas elecciones que permitan relegitimar los poderes públicos y el ejercicio de los altos cargos. Todo ello como cuestión prioritaria para iniciar la reconstrucción del país. Sin ese paso inicial no podría hacerse nada. Eso hay que tenerlo muy claro.

Se trata de emplear la misma fórmula utilizada por Chávez en 1999 para desmontar el sistema democrático que lo condujo al poder. En este caso, se emplearía para reponer el orden constitucional, la legalidad, el Estado de Derecho y el sistema democrático. Con esa acción se recuperaría el poder político legítimo y necesario para iniciar la reparación de los inmensos daños económicos, políticos y sociales infligidos a la nación.

¿Será factible que María Corina Machado, con su inteligencia y capacidad, fortalecida con el gran apoyo popular obtenido en tan poco tiempo y con la ayuda de Dios, pueda unir a la oposición venezolana e inducirla a llevar adelante una acción restauradora como que se propone en este escrito? Pronto lo sabremos.

 


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