Y en medio de toda la desgracia que vive el venezolano diariamente, corre por las redes sociales el video del gran burlón blandiendo una espada de artes marciales y haciendo unos pasitos. Es otra versión de su ya famoso baile de salsa. Frente a él, nada más y nada menos que Steven Seagal, exactor de películas de acción. Fue un intento de repetir lo que hacía su padre putativo, el comandante muerto.

Después de la visita ¿importante? a Miraflores, este enviado del gobierno de Vladimir Putin (sí, representante especial cultural de Rusia, curioso cargo para alquien que tuvo razones «de peso» para abandonar su nacionalidad estadounidense) viajó a la Gran Sabana y se tomó fotos con indígenas, adultos y niños, en hermosos parajes.

Si el objetivo era distraer la atención, pues lo lograron. Mientras Seagal se creía el cuento de que todas las etnias están felices en su hábitat, se conocía la noticia de la muerte de seis niños en el Hospital J. M. de los Ríos. Pacientes del servicio de Nefrología que no recibieron a tiempo trasplantes de riñón porque en el país ese tipo de operaciones está paralizada desde hace mucho tiempo.

Aunque ya muchos hayan perdido su capacidad de asombro, porque hace demasiado tiempo que las condiciones del Hospital de Niños son conocidas, la noticia es demasiado dolorosa. Un centro asistencial que fue referencia en Latinoamérica ahora depende del trabajo de organizaciones no gubernamentales para medio funcionar. Pero eso no le interesa al funcionario de Putin.

Más bien, y aprovechando que a Seagal le paga el gobierno ruso para que fomente las relaciones culturales, seguramente lo llevaron a pasear a la Gran Sabana para hablarle de las condiciones de devastación en la que se encuentra actualmente el Parque Nacional Canaima. ¿Será más bien que vino a conocer el daño ecológico que los miles de mineros ilegales protegidos por los militares venezolanos le han hecho? ¿O la actividad que desarrolla Hezbolá en la zona? Después de todo, hay empresarios rusos incursionando en la minería en este país. Pero todo esto es poco probable, si tomamos en cuenta que lo que le interesa a Putin y a los suyos es recuperar sus inversiones cuanto antes.

El gran burlón ahora suma a su lista de acciones que demuestran lo poco que le importa la catástrofe nacional ese bailecito con la espada. No hay duda de que se cree un samurái  y si Venezuela no estuviera viviendo la peor de las tragedias, hasta daría risa. Piensa uno en el popular dicho «qué pena con la visita», pero tampoco, porque no estamos seguros de que a Seagal le importen mucho las relaciones de Caracas con Moscú.

Todo es parte del circo sin pan al que la cúpula rojita tiene acostumbrados ya a los pobres venezolanos.


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