No me refiero a la que está programada para hoy sábado 16 de noviembre que, como todo pronóstico, tendrá un nuevo capítulo de megarepresión, con ciudades militarizadas por órdenes de la FANB, con puntos de concentración ya ocupados previamente por las fuerzas del desorden y la alevosía, y con un cierto ausentismo no sin justificación.

Será una manifestación de fuerza que el régimen a todo costo tratará de impedir, incluso si es necesario, convirtiéndola en un campo de batalla con su cuota de sangre y de violencia, para luego culpar a la oposición de intento de golpe de Estado, intentos de magnicidio y todo lo que se le ocurra decir según el libreto que deberíamos sabernos de memoria, aterrado como está ante la posibilidad de que se repita aquí lo sucedido en Bolivia. De ser las cosas como las estoy diciendo, el régimen habrá añadido una prueba más a la muy larga lista de violaciones de los derechos humanos y la oposición quedará de nuevo a la luz de todos, como una fuerza perdedora por la que cada vez menos venezolanos estarán dispuestos a apostar.

Contrario sería, este artículo lo estoy escribiendo dos días antes de la marcha, si el régimen la dejara vigilada sin agresión hasta verla finalizar a las 2:00 de la tarde con todos los manifestantes saliendo de la Plaza Brión rumbo a su casa, con la sensación de haber hecho algo que no originó resultados, lo cual sería una derrota más para la oposición y un triunfo del régimen, incluso, ante la comunidad internacional. Pero el régimen no cree en esos juegos de la política y mucho menos viendo lo que ocurrió a Evo en Bolivia.

De todo corazón deseo equivocarme en este pronóstico, pero nada me indica que pueda ser distinto por la sencilla razón de que una gran parte de la gran masa opositora que salía a protestar con entusiasmo y energía decidió irse del país y la que se quedó se mueve en una espiral de miedo, desconfianza, escepticismo y decepción, en un escenario en el que impera, por una parte, la agenda encabezada por la irracionalidad típica de los gobiernos totalitarios y por la otra se debate entre protestar, o con altos niveles de resignación, desertar para salir a la calle a luchar por su supervivencia. Pienso que esta marcha no arrojará resultados más allá de decirle al régimen que la oposición está viva gritando las mismas consignas que ha gritado en estos 20 años de insoportables abusos de poder. La película ya la conocemos y también sus resultados.

La gran marcha a la que yo quiero referirme en este artículo es la que Venezuela entera está esperando de una oposición que por estar dividida y muchas veces con los ojos puestos en intereses que no son los mismos intereses de todos los venezolanos, no se ha comportado a la altura de estas terribles circunstancias que hoy nos rodean con claros signos de estar librando una batalla perdida.

Esta marcha, tan necesaria como urgente, que interpretaría a cabalidad el deseo de la gente al punto de motivarla de nuevo a entrar en el campo de batalla, podría ser infinitamente más motivadora e interpretar el deseo de todos los venezolanos, si su objetivo fuese dar inicio a la gran marcha de la unidad por unas elecciones libres sin descanso, ni vuelta atrás, capitaneada por todas los líderes de todas las oposiciones, claro que con los ojos puestos en la elección presidencial, pero poniendo la mayor atención y fuerza posible, en las parlamentarias a celebrarse obligatoriamente el próximo año, a la cual deberíamos llegar con una sola tarjeta que representaría a todos los partidos, los legales y los ilegalizados, en la que confluiría el inmenso descontento de la sociedad civil, de los gremios, sindicatos y asociaciones que hacen vida en el país, marcha que llevada con tino y precisión cada uno de los días y sin jugadores en posición adelantada, evitaría los inútiles derramamientos de sangre, y con toda certeza uniría a toda la población reprimida y humillada para decirle al régimen nefasto, que hay una oposición que se llama Venezuela dispuesta a conquistar los escaños que se necesitan no solo para impedir que continúe la destrucción sin fin de nuestra nación, reordenar lo que tenga que ser ordenado, castigar lo que tenga que ser castigado, para imponer una democracia viril, valiente, capaz de enfrentar la reacción criminal que las mafias suelen ejecutar una vez derrotados.

Las convocatorias por ser parte fundamental en una estrategia, señores de la oposición, necesitan de contenidos válidos y profundos, capaces de despertar el ánimo combatiente de una población tan agredida como la nuestra. Llamarlo a combatir con frases ya gastadas como “marchemos todos juntos para salvar a Venezuela” o gritar a todo pulmón “la ruta del coraje espera por ti”, es como dejar caer una gota de agua en un caldero hirviente, o sea, es nada y gritar hasta el delirio que sí podemos, sin dar la batalla para demostrarlo, es a mi manera de ver una autoflagelación.

Es bueno puntualizar que esta no es una lucha exclusiva del llamado G4, ni de Vente Venezuela, ni de los extremistas que reclaman una invasión extranjera sin medir sus consecuencias: esta es una lucha de todos los que expresamos nuestra inconformidad con un régimen que no se conduela con lo que le está ocurriendo a nuestra población infantil, a sus altos índices de desnutrición, a las deficiencias de su escolaridad, que igualmente muestra su indolencia hacia los problemas de la tercera edad, que muestra no solo indiferencia sino una profunda y delictiva arrogancia ante los problemas de la educación, que ha hecho de la corrupción un credo, y de la impunidad una religión, un régimen que, para resumirlo todo en una sola frase, le importa un carajo Venezuela y sus habitantes.

Claro que es necesario y deseable que todos salgamos a la calle con el mismo ímpetu del pueblo boliviano que, dicho sea de paso, no ha sufrido ni la décima parte de lo que hemos sufrido los venezolanos por las acciones y políticas de un régimen indeseable como el que nos oprime. Claro que son deseables todas las marchas, que es indispensable salvar a Venezuela y entrar de lleno en una ruta que requiere mucho coraje como es despejar todos los caminos para llegar a unas elecciones libres perfectamente confiables, con la mirada vigilante de los organismos internacionales, hecho indispensable para que todos hagamos acto de presencia con nuestra inconformidad para exigir el desalojo de este régimen de los centros de poder.

Por tanto, entiendo como mucho más deseable el hecho de que todas esas marchas que pueden pasar por nuestra mente se conviertan en una sola, que comience aquí y ahora hasta la victoria. Para ello es indispensable ponerle un punto final a la polarización opositora, que es lo que tiene fuera del escenario de esta lucha a una buena porción del pueblo que considera que las razones por las cuales luchan y se dividen las fuerzas opositoras, no son las mismas suyas y por lo tanto no merecen su incumbencia. Lo que los venezolanos aspiramos en estos trágicos momentos es a lograr una democracia viril, aguerrida que nos devuelva una paz que es de todos y ese bien común que es la libertad para que cada uno piense y debata sus ideas.

A los que quieren interpretar a su manera lo ocurrido en Bolivia, hay que decirles que allí el pueblo que luchó hasta sacar a Evo Morales del poder actuó movido por las claras evidencias de un fraude electoral. Esa es la lección que nos dejan los bolivianos en esta hora trágica que vive Venezuela.


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