El ser humano es un milagro. Para que podamos tener vida en este planeta se dieron una cantidad factores cuyas coincidencias se dan 1 de cada mil millonésima parte. El ser humano ha logrado comprender y dominar la Tierra, sin ser de las criaturas más fuertes o resistentes físicamente. Lo que nos distingue es el intelecto y para personas creyentes como yo, el alma.

El ser humano tiene distintas dimensiones. Es un ser complejo y polifacético. Todavía en pleno siglo XXI de nuestra era, no nos comprendemos al 100% y no hemos logrado entender por completo esa máquina maravillosa que es nuestro cuerpo.

Muchos han escrito sobre las distintas dimensiones del ser humano y podemos resumirlas en cuatro: su dimensión física, social/familiar, económica/laboral y espiritual. Toda acción o comportamiento va encaminado a satisfacer una de estas dimensiones. En el balance y el equilibro entre ellas el ser humano encuentra la paz y tranquilidad necesaria para mejorar y progresar.

Hay que analizar al ser humano a nivel integral. A una persona que le va muy bien en su trabajo (dimensión económica/laboral) pero tiene un problema familiar grave (dimensión social/familiar) no tiene equilibrio y no estará bien.

Cuando se analiza una situación de crisis se suelen anteponer criterios ideológicos, lo jurídico o cualquier otra consideración, antes que lo humano. Se suele pensar en una masa, un colectivo, sin pensar antes en el individuo.

Entender el valor único de cada ser humano, llevarlo a alcanzar su máximo potencial en sus diferentes ámbitos debe ser el objetivo de toda sociedad y de toda forma de gobierno.

Las culturas y los países que han alcanzado los mayores niveles de bienestar son aquellos que, a pesar de haber pasado por duros períodos que sirvieron de aprendizajes, han entendido que el respeto al individuo, a sus libertades, el cultivo y el fomento de sus capacidades es la vía para liberar el poder transformador de esta criatura única, cuyo ingenio ha transformado este planeta.

La humanidad ha avanzado más en los últimos 60 años que en el resto de la historia junta. Sin embargo, este avance es colaborativo también. Las nuevas generaciones inician desde un peldaño más alto que la anterior, y así sucesivamente.

Cuando nuestros padres nacieron, apenas nacía la televisión. Hoy tenemos herramientas tecnológicas que ni en sus mejores sueños imaginaron tener, y eso sucedió en muy poco tiempo. Cualquier teléfono inteligente de hoy tiene mucha más capacidad que las computadoras que utilizó la NASA para llevar al hombre a la Luna hace poco más de medio siglo.

Cuando nuestros abuelos nacieron llevaba meses viajar de un lugar a otro. Hoy lo hacemos en horas en máquinas impresionantes. Nos comunicamos instantáneamente a miles y miles de kilómetros de distancia.

Los avances tecnológicos han hecho la vida más cómoda y más eficiente. No obstante, aunque la tecnología ha penetrado casi todo el planeta y todos los ámbitos de la sociedad y del ser humano hay que decir que también ha creado una brecha mayor y cada vez más grande entre los países que han logrado subirse a ese tren y quienes no lo han hecho.

El mundo subdesarrollado está cada vez más lejos del mundo desarrollado. Un ser humano promedio en un país desarrollado tiene un nivel de vida más confortable que el que tuvo Luis XIV, el Rey Sol, con todos sus palacios y riquezas, pero que no disfrutó de la energía eléctrica, de Internet, del agua por tubería, de los sistemas sanitarios, médicos, ni de los sistemas de transporte que vemos hoy. La carreta del rey o su silla de caballo hubiese resultado mucho más incómoda y menos amortiguada que el automóvil más incómodo de hoy.

Pero esto no se ve en todos lados. En el mundo subdesarrollado gran parte de la humanidad sigue viviendo en condiciones precarias. Algo quizás mejor, pero no mucho mejor que sus antepasados. La gran brecha hoy es tecnológica y está lejos de acortarse. Un trabajador del campo en el mundo desarrollado produce en 1 año, ayudado por máquinas, lo que 100 trabajadores no producen en 50 años en el mundo subdesarrollado.

La brecha tecnológica está intrínsecamente ligada a la brecha del conocimiento y del pensamiento. El desarrollo de la tecnología es también resultado de sistemas educativos liberadores, que motivan la capacidad analítica, sin ataduras ideológicas.

El tren de la tecnología cada vez avanza más rápido y el que no se monta en esos vagones se queda cada vez más rezagado. No es mera coincidencia que aquellos países que más han avanzado son los que tienen sistemas económicos y de pensamiento más abiertos, que incentivan al ser humano a liberar su capacidad creadora. Aquellos sistemas que oprimen las mentes y las libertades enfrentarán el destino del atraso y de la incalculable pérdida de tiempo de su principal activo: el ser humano.

Después de haber escrito para los periódicos El Municipal y El Universal. Agradezco a El Nacional por haberme abierto las puertas para compartir semanalmente algunas reflexiones sobre lo humano, sobre su accionar. Obviamente estas reflexiones buscarán analizar temas de la actualidad mundial y venezolana, pero sobre todo buscarán despertar mentes adormecidas por el flagelo de la cotidianidad. Espero contribuir con mi granito de arena en la batalla del pensamiento que subyace en la crisis nacional.


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