«La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones

 que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden

igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre;

por la libertad; así como por la honra se puede y debe aventurar

la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede

venir a los hombres» (Don Quijote, II, Cap., LVIII)

Apenas hace tres días se celebró el «Día del Libro y los Derechos de Autor», así como el «Día del Idioma Español». Luego, creo que me corresponde hablar ahora de don Miguel de Cervantes y Saavedra ¿Qué puedo decir sobre este prodigioso escritor, monumento de la lengua española, que no se haya dicho hasta el cansancio? Sin embargo, voy a enfrentar el artículo con el ánimo de aportar unas líneas, que nos permitan acercarnos a su vida y producción literaria.

Cervantes, el Everest de la literatura española, incluso, una de las cumbres más grandes y gloriosa de la literatura universal, nace durante una de las etapas culturales más significativas de la historia política de España. Cervantes protagonizó y fue testigo de excepción de los tiempos más fecundos de todas las categorías literarias en esos dos siglos entre los que transcurre su existencia. Abrió sus ojos y se educó durante la plenitud del Renacimiento, e incluso participa de unos años del siguiente siglo, cuando ya el movimiento cultural renacentista había avanzado y se llega al derroche de las formas barrocas.

Se suele situar su fecha de nacimiento entre el 29 de septiembre, día de san Miguel, y el 9 de octubre, día de su bautizo, del año 1547. Fueron sus padres, Rodrigo de Cervantes y Leonor de Cortinas. Se conoce que el padre había sido médico; poco se sabe de la madre. Suele decirse que Rodrigo de Cervantes, con intención de mejorar su posición, residió en Valladolid, en Córdoba, en Sevilla, en Madrid; existe la presunción de que en esas ciudades le acompañó su hijo Miguel. De estos años de la vida de Cervantes, hay escasa información, como tampoco se dispone de suficientes datos para saber cuáles fueron los estudios que hizo y en dónde. En algunas biografías consultadas, he encontrado ciertas conjeturas, sacadas de sus propias obras, pero quienes las narran advierten siempre que no hay pruebas verdaderamente irrebatibles. Dicen, por ejemplo, que estudió con los jesuitas en Córdoba o en Sevilla y que probablemente también hizo estudios en la Universidad de Salamanca. Felipe II, en mayo de 1561, resuelve desplazar la Corte de Toledo a Madrid, y en 1566, la familia de Cervantes se muda a la capital, presumiblemente buscando mejores condiciones de vida.

En Madrid, fue discípulo en el Estudio de la Villa. Juan López de Hoyos, quien era el rector, publicó en 1569 la«Historia y relación verdadera de la enfermedad, felicísimo tránsito y suntuosas exequias de la Serenísima Reina de España Doña Isabel de Valois, nuestra señora», y en dicha publicación agregó unas composiciones de Cervantes a quien llama «nuestro caro y amado discípulo». Esta cita de lo escrito por López de Hoyos aparece en la mayoría de las reseñas biográficas más conocidas. Y, precisamente, en estas semblanzas siempre se recuerda que la ascendencia de don Miguel ha sido una materia llena de mucha controversia, y que,si bien se le asume como «cristiano viejo» en el conocido informe que fue elaborado por propia solicitud, cuando estuvo de vuelta de Argel, jamás exhibió la confirmación de su «limpieza de sangre». Recordemos que la «limpieza de sangre» fue una tramitación institucional encaminada a averiguar el linaje del interesado para demostrar su «calidad y demostrar que no pertenecía ni descendía de judíos ni moros». Esta tendencia originó la instauración de los Estatutos de limpieza de sangre como herramienta práctica de «exclusión de los judíos, moros y sus descendientes de posiciones importantes en el ámbito público y religioso de la sociedad española».

Dicha controversia, sobre si Cervantes provenía o no de una familia de conversos, originó posturas radicales; se ha llegado a usar expresiones descalificadoras como «criptojudío», «judío oculto» o «judío encubierto»,y escarban la historia familiar para conseguir, aunque sea un rastro de un antepasado con sangre judía para calificarlo de «manchado». ¡Inquisidores modernos después de cuatrocientos setenta y cinco años desde el nacimiento del imponderable escritor!

En esos años, entre 1570 y 1571, huyó a Roma; se cuenta que había herido a un hombre en un duelo y había sido condenado a que se le amputase la mano derecha y al destierro por varios años; en Roma, entró al servicio de Giulio Acquavivad’Aragona, cardenal de la Iglesia católica durante el papado de Pío V.

A pesar de ignorarse la fecha exacta, se presume que en 1570 Cervantes entró a servir como soldado en la compañía del capitán de infantería Diego de Urbina, quien había recibido el hábito de Santiago, símbolo de ser digno de haber servido a la Corona, personalmente o por algún pariente. La compañía de Urbina formaba parte del tercio del capitán Miguel de Moncada en el ejército de don Juan de Austria. Un tercio constituía un componente militar del ejército español en los años del reinado de la Casa de Austria.  Cervantes navega en la galera “Marquesa”, nave que entrará en la batalla de Lepanto, durante la cual fue herido y quedó inútil de la mano izquierda.Esta participación siempre fue motivo de orgullo para Cervantes. Al leer el prólogo de sus «Novelas ejemplares», menciona este glorioso momento vivido por él: «Perdió en la batalla de naval de Lepanto la mano yzquierda de un arcabuçazo, herida que, aunque parece fea, él la tiene por hermosa, por averla cobrado en la más memorable y alta ocasión que vieron los passados siglos, ni esperan ver los venideros, militando debaxo de las vencedoras vanderas del hijo del rayo de la guerra, Carlos Quinto, de felize memoria…» (Citado fielmente de la edición Schevill-Bonilla, p.21).

Decidió regresar a España, para lo cual obtuvo el permiso correspondiente, así como también consiguió cartas de don Juan de Austria y del Duque de Sessa, donde se le hacían reconocimientos a sus méritos durante las contiendas en las que había participado. Partió de Nápoles, acompañado de su hermano Rodrigo en la galera ‘Sol’, con destino a Barcelona. Cerca de la costa, fueron interceptados por piratas que los secuestraron y, creyéndoles personajes muy importantes, pidieron sumas muy altas por su rescate. Cinco años estuvo Cervantes en Argel, hasta que los padres trinitarios pagaron la suma del rescate y así volvió a España.

En 1584, contrajo matrimonio con Catalina Salazar en la Parroquia de Santa María de la Asunción de Esquivias. En el año de 1585 publicó ‘La Galatea’. Cuando en 1605 salió la primera parte de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, logró un gran éxito. En 1615 publicó la segunda parte.

Se sitúa el año de 1613, con la publicación de las «Novelas ejemplares», como la cúspide de la creación cervantina. En «Rinconete y Cortadillo», usa magistralmente la picaresca; el lector se adentra en el mundo hamponil de la Sevilla del siglo XVII, crea el célebre «patio de Monipodio», que se convirtió en una locución usual para significar el lugar donde se reúnen maleantes de toda ralea. «El amante liberal», otra de las novelas cortas contenidas en «Novelas ejemplares», es una novela bizantina, género literario narrativo en prosa propio de la España del Siglo de Oro, donde se imita a los novelistas helenísticos, aunque Cervantes también le hace algunas críticas implícitas a este género.

Don Miguel de Cervantes y Saavedra murió en Madrid el 22 de abril de 1616, y al día siguiente fue enterrado en el convento de las Trinitarias Descalzas. La fecha de su inhumación, 23 de abril, fue escogida por la Conferencia General de la Unesco para conmemorar el «Día Internacional del Libro y del Derecho de Autor» como señalé en el inicio del artículo; también se celebra el «Día del Idioma Español» en el mundo hispanohablante.

Podría seguir citando sus obras, escribir un antipático y largo etcétera, pero dejaré para el próximo artículo los comentarios indispensables sobre «El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha». Conocer a los hacedores de nuestra lengua es un deber. Hay análisis muy reputados que pueden consultarse, pero lo mejor, sin duda alguna, es adentrarse en la lectura del «libro de los libros escritos en lengua castellana».

@yorisvillasana

 


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