“Cuando caemos planos sobre nuestras espaldas, no hay otro lugar a donde mirar que no sea hacia arriba”

Roger Babson

 Cemex, Bimbo, AB InBev, JBS, Juan Valdez, Concha y Toro, Tequila Don Julio y Mercado Libre son algunos nombres de empresas y marcas que se destacan en el contexto de la globalización que ha experimentado el empresariado latinoamericano durante las últimas tres décadas.  Algunos empresarios de nuestra región han logrado expandirse hacia mercados extranjeros y disputar el liderazgo mundial en sectores tan complejos como el panadero, el cervecero, el cementero y el carnicero, por mencionar solo cuatro.

Hoy en Nueva York, Londres y Hong Kong ningún banquero duda que un empresario latinoamericano pueda crecer hasta convertirse en un líder global en su respectivo sector. El creciente acceso a deuda bancaria internacional, a los mercados de capitales globales y a fondos de capitales privados que han tenido los empresarios de la mayoría de los países latinoamericanos a partir de los años noventa ha financiado la transformación de algunos nombres locales en nombres relevantes en otras partes del mundo.

El empresario venezolano tiene una particular historia de relaciones con el exterior.  Por razones de proximidad geográfica con las islas y territorios controlados por holandeses y británicos, y por la ubicación de nuestras ciudades principales frente al mar Caribe, en la época colonial los comerciantes del territorio que hoy conforma nuestra república estaban mucho más acostumbrados a comerciar con contrapartes distintas al Imperio Español que los comerciantes que vivían en las actuales Argentina, Chile, Perú, Colombia, y México, entre otros.

Luego de nuestra independencia de España, las casas comerciales mantuvieron y expandieron el intercambio entre Venezuela y el mundo, que siempre consistió en la exportación de materias primas y la importación de diversos rubros. Producir cacao, tabaco y café destinado a la exportación era la prioridad del empresariado más visionario de la era pre petrolera.

Pronto vino la era petrolera y cambió esa relación entre el empresario venezolano y el mundo.  Grandes empresas extranjeras, y luego PDVSA, generaron un creciente y cuantioso ingreso de divisas para el país. Nuestra moneda se apreció hasta afectar gravemente la competitividad internacional de nuestros productos no petroleros. El creciente poder adquisitivo de los venezolanos entre la década de los años veinte y finales de los setenta justificó la concentración de la atención del empresariado venezolano en nuestro mercado local. Venezuela era tan buen negocio que no se justificaba dedicar atención ni recursos a explorar otros mercados.

En los años ochenta ya el panorama económico de Venezuela era complejo. Es en esa década cuando el grupo empresarial Cisneros irrumpe en las grandes ligas de los negocios internacionales.  Las compras de Galerías Preciados (hoy El Corte Inglés) en España, de los supermercados Pueblo Xtra en Puerto Rico, de All-American Bottling, y de las muy conocidas Evenflo y Spalding en Estados Unidos, marcaron un momento crucial en la historia de la internacionalización del empresariado latinoamericano, y, por ende, del venezolano.

Es así como antes de que los grandes empresarios brasileños y mexicanos llegaran a ser jugadores habituales en las grandes ligas de las fusiones y adquisiciones globales, algunos venezolanos ya lo eran. Mas aún, fue Cisneros quien ideó la trascendental compra de Univision en Estados Unidos e invitó al coloso de la televisión mexicana Televisa a asociarse en tal adquisición.  Luego vino la mirada hacia las estrellas, y de nuevo fueron los venezolanos quienes trajeron la televisión satelital a toda América Latina a través de su asociación con Hughes en Directv.

Si bien el mercado local venezolano seguía siendo bastante rentable, desde mediados de los años  ochenta y durante los años noventa algunos pocos empresarios venezolanos decidieron asumir los riesgos y salir a competir en otros mercados.  Entre los ejemplos exitosos recordamos las exportaciones de telenovelas a varios continentes, tanto por el grupo empresarial 1BC, como por Venevision. El grupo empresarial Sivensa llegó a exportar cientos de millones de dólares anuales de productos de acero con alto valor agregado nacional, incluyendo los chasis para las camionetas Hummer ensambladas en Estados Unidos. Venezuela ya no estaba exportando solo materias primas.

Durante las primeras dos décadas del presente siglo la internacionalización del empresario venezolano ha sido distinta a la observada en otros países de la región. La falta de acceso a financiamiento internacional, acentuada desde 2003, ha impedido que las empresas venezolanas pudiesen expandirse a otros países en la misma escala y con la misma contundencia que lo han hecho sus pares de otros países latinoamericanos.

A pesar de la mencionada, y considerable, limitación financiera, algunos empresarios venezolanos han dado pasos importantes hacia el mundo.  Grupos de bienes y raíces como el Fondo de Valores Inmobiliarios y Sambil han incursionado con sus centros comerciales en los mercados de República Dominicana, España, y Curazao. Cadenas al detal como Farmatodo han penetrado el muy complicado mercado colombiano. La ferretería EPA ha construido una posición importante en Costa Rica, Guatemala y El Salvador. El grupo financiero Banesco logró posicionarse en el competido mercado bancario español a través de ABANCA, dando un paso histórico hacia Europa delante de gigantes hispanoamericanos de la banca como son Grupo Aval y Bancolombia.

Empresas Polar no se ha quedado atrás y su internacionalización se acelera cada vez más. A través de su empresa GEPP, la venezolana Polar es el embotellador exclusivo de los productos de PepsiCo en México. Hoy su marca P.A.N. es producida en varios países y ocupa espacios protagónicos en los anaqueles de las tiendas Walmart en algunas partes de México y de Estados Unidos. Gracias a la adquisición de Alimentos Araguaney en España, el enorme potencial de Polar en Europa no se limita a las estanterías de harinas, sino que también se multiplica en los pasillos de productos refrigerados de los supermercados.

En el ámbito de los exportadores, es necesario destacar el enorme esfuerzo de los roneros venezolanos debido a la complejidad de penetrar mercados extranjeros con productos basados en marcas, lo cual es muy distinto a la simple exportación de una materia prima. Se trata de una batalla que nuestros roneros deben dar literalmente de bar en bar, convenciendo a los “bartenders” e “influencers” de cada ciudad. Probablemente se trata de la batalla más compleja que hayan dado empresarios venezolanos a lo largo de la historia en busca de aumentar sus exportaciones. Sin duda los roneros están “sacando el pecho” y posicionando marcas como Santa Teresa 1796, Carúpano y Diplomático en las mentes de los consumidores más sofisticados de licores alrededor del mundo.

De nuestra diáspora ha salido recientemente algunos de los casos de éxito más interesantes de la historia empresarial venezolana. La hamburguesería Goiko ya opera decenas de restaurantes en España y Francia, y con el músculo financiero del grupo francés LVMH, su nuevo accionista mayoritario, debería seguir expandiéndose por Europa. La empresa fabricante de muebles de exteriores Kannoa sigue expandiéndose por Estados Unidos y América Latina. La venta de carros en línea Kavak se transformó en el primer “unicornio” mexicano, y ahora va por el resto del mercado latinoamericano. La aplicación Yummy no solo siguió los pasos de Open English levantando capital entre fondos institucionales norteamericanos para expandir un negocio concebido en Venezuela hacia otros países, sino que, además ha lanzado una campaña relámpago de expansión hacia Perú, Chile, Bolivia y Paraguay.

Claramente no todos los esfuerzos de internacionalización por parte de empresarios venezolanos han resultado exitosos. Cualquier actividad empresarial es riesgosa por definición, y el abanico de riesgos aumenta en mercados donde no se tiene la misma experiencia y red de relaciones que en el mercado local.  Los casos no exitosos protagonizados por venezolanos suelen tener cuatro causas frecuentes. Estas son: (i) una pobre lectura del consumidor y de los competidores en el mercado objetivo, (ii) una deficiente auditoria legal y/o contable, (iii) ninguna o pobre asesoría financiera profesional, lo que se traduce en una incorrecta valoración de la empresa a ser adquirida o del proyecto a realizar y en sobrepagos en las inversiones, y a (iv) una desafortunada elección de socios locales.

Lo que hemos visto durante los últimos años seguramente es solo la “punta del iceberg” del potencial de internacionalización de nuestro empresariado. La realidad de la Venezuela post petrolera obliga a los empresarios más visionarios a mirar hacia el exterior en busca de crecimiento, bien sea en forma de exportaciones o en forma de inversión directa en otros mercados.

Venezuela requiere de un empresariado con ambiciones globales para generar la riqueza y el bienestar que la realidad post petrolera de nuestro país demanda. El potencial exportador de Venezuela es gigantesco, al igual que lo es el talento empresarial de los venezolanos. El deseo de salir a competir y ganar nuevos mercados ya es un hecho entre muchos, y, además, es contagioso.  En la medida que Venezuela logre reabrir para su sector privado el acceso a la banca internacional, a los mercados de capitales globales, a los fondos de capital privado, a las agencias multilaterales y a los bancos de desarrollo internacionales, los empresarios venezolanos tendrán por fin el acceso al capital necesario para competir con sus pares de la región en igualdad de condiciones.

Esperemos que ese momento llegue pronto y los venezolanos vuelvan a señalar el camino.

 


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