El arte de gerenciar se pone a prueba cuando no se cuenta con los recursos de manera generosa, porque es ahí el momento en el que se debe demostrar cómo hacer mucho con poco. Claro está que esa no es la condición ideal, pues el hecho de contar con mayores recursos da holgura para que se puedan incluir más actividades, y el alcance sea superior. Sin embargo, eso tampoco es garantía de éxito, pues hay ciudades que disponen de un elevado presupuesto que, en la práctica, no es sinónimo de una buena gestión.

La definición de la gestión urbana nos indica que se trata del conjunto de iniciativas, instrumentos y mecanismos para la normalización de la ocupación y el uso del suelo urbano y el suelo rural (gestión territorial). Está articulado, a su vez, por fuerzas políticas e iniciativas de la sociedad local (gestión política) y tiene como fin la generación de procesos de planificación urbanística que deberán asegurar la preservación del interés público frente al privado (gestión urbanística).

Estos conceptos han ido evolucionando con el tiempo y hoy en día se habla más de una gestión urbana sostenible para lo que abarca aspectos, tales como la conservación ambiental, el desarrollo económico y el bienestar social. Es decir: va más allá de la administración purista del territorio y sus recursos naturales y de infraestructura. Es cierto que cada vez y con mayor fuerza se han ido incorporando objetivos de sostenibilidad para mantener la capacidad del territorio, la estabilidad de los sistemas naturales, mejorar la calidad ambiental, conservar la diversidad biológica y asegurar la protección y mejora del paisaje. Así, se ha hecho un esfuerzo por ir incorporando evaluaciones ambientales estratégicas que reúnan aspectos propios de la conservación por parte de los gestores del territorio, pero también que sensibilice al ciudadano que los habita, mediante procesos de participación social, que articulen la presión natural de la sociedad para alcanzar una mejor calidad de vida. Actualmente, se busca una ciudad que brinde un desarrollo sostenible por medio de la preservación del medioambiente y sus recursos.

Según ONU Hábitat, la urbanización rápida ―especialmente en ciudades de países en vías de desarrollo― propone numerosos desafíos en la distribución espacial de personas y recursos, así como en el uso y consumo del suelo. En algunas regiones el suelo urbano ha crecido mucho más rápido que la población urbana, lo que ha dado lugar a modelos de uso del suelo menos densos y menos eficientes. Los modelos urbanos centrados en el automóvil siguen siendo la norma general, según la cual políticas de zonificación estrictas dividen el espacio urbano en zonas residenciales, comerciales e industriales, diferenciadas, mas no articuladas. Estas ciudades, que crecen en sentido horizontal, no son sostenibles a largo plazo debido a las externalidades negativas, como la congestión, los problemas de infraestructura, la contaminación y la desagregación social, y en ellas es cada vez más difícil administrar el constante aumento de la población urbana. Debido a la falta de estrategias y marcos de planificación de ciudades, y de coordinación, el incremento de la población facilita la conurbación y el crecimiento urbano desordenado, a medida que los habitantes abandonan el centro de los municipios para ocupar el suelo de centros urbanos próximos, a veces carente de infraestructura y servicios. Como resultado, la presión sobre el suelo y los recursos naturales, así como las limitaciones de movilidad y acceso a la energía, empiezan a tener un efecto negativo en la economía y en la eficiencia de la ciudad-región (conurbada).

Ahora, también es cierto que muchas veces las ciudades cuentan con gestiones que han priorizado en tener un excelente marketing. La aplicación de los principios de marketing en la gestión de las ciudades ha quedado normalmente reducida a la utilización de las herramientas de comunicación para tratar de difundir la imagen de la ciudad entre los diferentes tipos de público a los que se desea atraer. Al mismo tiempo, el desarrollo de las ciudades se ha basado habitualmente en la dotación de infraestructuras y edificios singulares (enfoque producto), mediante procesos de planificación estratégica relativamente opacos con respecto a la población. Desde una visión de marketing se considera imprescindible basar el desarrollo de las ciudades en la participación activa de la ciudadanía, así como en la potenciación de los aspectos tangibles e intangibles. Sobre este particular versa un trabajo elaborado por Pedro Manuel Gómez Rodríguez para la Escuela Universitaria de Estudios Empresariales de Bilbao en 2003 en la Universidad del País Vasco español.

¿Nos podremos quedar solo con el marketing o deberá avanzarse más y mejor? Creo que lo segundo, pues, de lo contrario, tendremos un “cascarón vacío” que se quebrará tarde o temprano y saldrán a relucir las deficiencias y las inocuidades, que, en definitiva, perjudican a la población, puesto que restan calidad de vida. Hay que saber mercadearse, pero cuidando que haya sustento real.

Tradicionalmente los planes estratégicos de las ciudades se han basado en la potenciación de los aspectos tangibles de la ciudad, como elementos fundamentales sobre los que es posible desarrollar todo tipo de actividades humanas. Sin embargo, en la actualidad y en las economías avanzadas empieza a cobrar importancia la gestión de los elementos intangibles en la búsqueda de una mayor calidad de vida y cohesión social. Se considera que todo proceso de planificación y gestión estratégica de una ciudad debe recoger de manera explícita ambos tipos de elementos, los tangibles y los intangibles.

El proceso de emprendimiento que tiene como objeto principal a las ciudades, según Kotler (1994), que puede propiciar la mejora del nivel de vida de los pobladores y atraer el turismo y las inversiones, depende de cuatro etapas:

  • La ciudad necesita un diseño que aumente su atractivo y desarrolle de la manera más completa posible sus capacidades y valores estéticos.
  • La ciudad debe desarrollar y mantener una infraestructura básica que permita la movilidad de las personas y de las mercancías, de manera compatible con el ambiente.
  • La ciudad debe proporcionar servicios de alta calidad que satisfagan las necesidades de las empresas y del público en general.
  • La ciudad necesita una serie de atractivos para los propios residentes y para los visitantes.

El diseño urbano da información sobre el carácter de una ciudad y define cómo este es transmitido de una generación a otra, ya que refleja la manera en la que los valores y la toma de decisiones se combinan en asuntos que afectan al desarrollo de la urbe. La mayoría de las ciudades no ha gozado del privilegio de contar con planes liderados por personas con capacidad de vislumbrar lo que depararía el futuro (visionarios) ni mucho menos con una voluntad política que trascienda el statu quo. El crecimiento de las ciudades se debe a la aparición de nuevas tecnologías, a los cambios económicos y al desarrollo externo, aparte de la iniciativa privada sin control, sin estar sujetos ni obedecer a esquemas de actuación previamente debatidos y aceptados.

Por ello, el desarrollo y crecimiento de las ciudades produce problemas genéricos: deterioro del centro de la ciudad, incremento del crimen, pérdida de empleo, problemas de congestión vial, etc., lo que no puede ser ignorado. Pero, en ocasiones, la búsqueda de soluciones imaginativas ha conllevado también la generación de nuevos problemas, por lo que deben cuidarse las formas y el fondo.

En la actualidad tanto las ciudades más antiguas como las más modernas buscan la manera de mejorar su diseño, ya sea mediante la modificación, la reparación e incluso la construcción de aquellos elementos urbanos que se consideren adecuados, y para ello recurren a menudo a sondear tanto la opinión de los expertos en diseño urbano como del público en general.

A tal efecto, Greene (1992) considera que se deben mantener cuatro principios básicos en el diseño de las comunidades:

  • Función: quiere decir que el diseño trabaje efectivamente a favor de la conveniencia y confort de todos los usuarios de la ciudad.
  • Orden: se debe asegurar que los usuarios puedan orientarse en el entorno y comprenderlo.
  • Identidad: que la ciudad posea una imagen visual que refleje características únicas y especiales.
  • Atractivo: que el diseño sea satisfactorio para los usuarios a lo largo del tiempo.

Unas buenas infraestructuras no garantizan el éxito en el desarrollo de una ciudad, pero su falta supone un serio inconveniente. Para mantener la calidad de vida y apoyar la productividad económica, una ciudad requiere de infraestructuras bien desarrolladas y bien conservadas.

Para una adecuada dotación de infraestructuras se requiere, en primer lugar, el estudio de las necesidades de la ciudad a corto, mediano y largo plazo. No hacerlo puede suponer cuantiosas pérdidas económicas debido a la reducción de la actividad económica y a la falta de aprovechamiento de las posibles ventajas competitivas de la ciudad. El segundo paso es el control de la infraestructura, lo que implica una mayor adecuación de las inversiones en las necesidades reales, en función de los recursos limitados. En consecuencia, se trata de establecer un sistema de prioridades al mejorar la infraestructura, de manera que se optimice el rendimiento general del sistema urbano desde el punto de vista económico y ambiental.

McDowell (1992) asegura que lo más probable es que en el futuro se dedicará un mayor esfuerzo a mantener y rentabilizar al máximo las instalaciones ya disponibles, con bajos costes, procurando que encajen cómodamente en el ambiente natural y siendo más creativos en la satisfacción de las necesidades de la ciudad.

Gran parte del éxito de las ciudades depende de cómo y quién las gestiona, pero por supuesto que esto estriba en una corresponsabilidad, que incorpora el cómo sus ciudadanos “quieren” y “tratan” su entorno, y también cómo se incorporan en la gestión compartida, pues finalmente los políticos pasan y la ciudad queda y les queda a quienes la habitan. Es allí donde debemos entender como sociedad cuál es el papel que queremos desempeñar: si el de conformistas o el de activistas. ¡Hasta la próxima entrega!

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