No era de extrañarse que un ingeniero como Jesús Muñoz Tébar tomara de los griegos su geometría, para aplicarla a la política en el complejo escenario de su tiempo. Miembro del Congreso de la República, alto funcionario, ministro de varios despachos, gobernador de Falcón, Zulia, Táchira, Mérida y Trujillo, rector de la Universidad Central de Venezuela y general de brigada.

De sus experiencias publicó Personalismos y legalismo (1899), a los que califica: al primero de imperar voluntades caprichosas, inestable, propicio al desorden social, y, en los segundos, estabilidad, seguridad, felicidad. A partir de ello sostuvo: “Las ciencias físicas se han acordado todas en representar los fenómenos que se verifican siguiendo un proceso, continuado en que llegan sucesivamente a puntos máximos y mínimos, por medio de líneas onduladas que se llaman las curvas de esos fenómenos. Así tenemos curvas barométricas, curvas de los vientos,  curvas termométricas. Algo semejante podríamos trazar respecto de la vida de las naciones y que llamaríamos curvas sociales y curvas políticas. El cero de cada curva representa el estado completamente salvaje de una nación. En la proporción que el gobierno y su pueblo van dictando medidas que lo acerquen al régimen legalista, irá ascendiendo la  curva; cuando se dictan medidas personalistas descienden de nuevo”.

Como se puede interpretar, Muñoz Tébar se propuso una teoría política para Venezuela que no ha perdido vigencia, en cuanto a los regímenes «personalistas y legalistas» en el marco de sus curvas políticas y sociales (económicas, educativas, asistenciales) ascendientes y descendientes, muy puntualmente, a partir del siglo XIX, a lo largo de todo el XX y los 23 años de este siglo XXI. Estos se pueden graficar: 1900-1935 personalismo y autoritarismo con curvas descendientes. 1935-1948 libertades y legalismo medianamente. 1948-1958 autoritarismo. 1959-1980 legalismo ascendientes y 1980-2023 populismo, corrupción, autocracias partidistas que han conllevado a la sustitución del noble militante por un «cliente» sin oportunidad para el necesario debate que debe comenzar sobre elementales políticas municipales a las regionales, propias de un Estado federal descentralizado con el  quiebre institucional de la República y la ausencia del Estado de Derecho. Estas constituyen evidentes curvas descendientes hacia el siglo XIX: “La Constitución sirve para todo” ha sido una clásica definición del ejercicio del poder autoritario.

Agreguemos a ello el deterioro en la calidad de vida del venezolano en relación con el orden económico, social y cultural imperante en su más amplio contexto, que delata altos niveles de irresponsabilidad para asumir aquellas debilidades, respecto al autoritarismo y populismo que es de pronósticos reservados, no sin antes reconocer que el no tomar en cuenta las enseñanzas de la historia y las propuestas de nuestros grandes hombres como Jesús Muñoz Tébar nos ha llevado a vivir más de curvas descendientes que ascendentes.

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