Imprescindible para los gobernantes en la etapa primigenia de la Provincia de Carabobo, creada en 1824, fue cómo informar a los ciudadanos acerca de las decisiones tomadas en beneficio del bienestar público. Las imprentas no abundaban y la tarea informativa era ardua, si se tiene presente que la recién creada entidad político-territorial abarcaba lo que más tarde serán los Estados Lara, Yaracuy y Cojedes. En 1837, el experimentado impresor Bartolomé Valdés propone a la Honorable Diputación Provincial una hoja periodística, lo que tiene inmediata acogida naciendo así la “Gaceta de Carabobo”. El sostenimiento de estas aventuras periodísticas no era fácil, de hecho el proponente se había aventurado a publicar y mantener una hoja informativa sin ánimos de lucro «contentándose con obtener el coste del papel y el valor de la impresión, esperando que con el tiempo algunos ciudadanos de la provincia, tomando gusto á esta clase de literatura, creasen algún papel estenso é importante; pero la esperanza de esos ensayos le ha demostrado que las suscripciones son eventuales é insuficientes para sostener un periódico, aún reduciendo mucho su coste: que así se encuentra en la imposibilidad de llevar á efecto su plan sin el apoyo poderoso de la legislatura».

Valdés aprende el oficio en Caracas con don Valentín Espinal, quien, al ser elegido diputado a la Convención de Ocaña en 1828, lo deja encargado de su reputado establecimiento. A partir de ese momento, el pie de imprenta de las publicaciones reza: Imprenta de Valentín Espinal, por Bartolomé Valdés. Más tarde, se establece en Valencia en donde abre una tipografía situada en la casa de alto que luego ocupó la casa de comercio Blaubach & Ca. frente al Capitolio. Imprime numerosas hojas sueltas, luego funda un periódico llamado “El Vehículo” que aparece a mediados de mil ochocientos treinta y cinco, comentado por Rafael Saturno Guerra en su libro Cristal de Tradición (1964). Dado a la polémica bien como redactor o impresor, en el número 2 de su periódico anunciaba que por su escasez de conocimientos y las muchas ocupaciones como impresor, no podía seguir redactando aquél, encargando ese rol a un amigo. El editorial lo dedica entonces al Congreso: «¿Qué han hecho los cinco que hemos tenido desde 1.831 en adelante? ¿Qué leyes sabias, útiles y convenientes al país a que se debía aplicarse nos han dado? Y si no han podido o querido hacer el bien ¿cuál es la causa? ¿Cuál será el remedio?… claman todos los ciudadanos por una reforma en la administración de justicia. Códigos y jurados es la cuestión que los pueblos de la heróica Venezuela han puesto al orden del día; pero los jefes de esta grande asamblea no han podido arreglar ni aun los preliminares de esta cuestión bajo todos aspectos vital…». En ese mismo número se publicaba la sentencia del juicio contra el doctor José Rafael Revenga, ilustre prócer de la independencia, por la muerte de un esclavo de su propiedad que fuera azotado siguiendo sus órdenes. La sentencia declaraba que no hubo homicidio, mientras que el periódico agregaba –no sin cierto sarcasmo– que la ley en virtud de la cual se imponía pena al acusado trataba de injurias personales por lo que no correspondía al periódico entrar a examinar más nada.

Don Bartolomé Valdés, en su afán de ser convincente acerca de la necesidad de la propuesta hoja informativa que hacía al órgano legislativo, toca la fibra de los legisladores al insistirles sobre el hecho de que en la provincia se notaba una “ignorancia absoluta” de los trabajos de sus funcionarios públicos y que sus afanes y desvelos no fructificaban, ya que no podían ser mejorados ni apoyados por el pueblo, ante la desinformación y el desestímulo por falta de discusión pública. La hoja daría cabida a información oficial de interés, tales como actas, resoluciones, acuerdos y demás actos de la Diputación;  los decretos y demás disposiciones que la Gobernación debiera comunicar al público;  los actos, sentencias y demás disposiciones que los tribunales remitieran a la  redacción; y los estados de los Concejos Municipales y los exámenes de los colegios y escuelas de la provincia. Además, sus columnas acomodarían un editorial, asuntos de interés general, noticias del interior y exterior y, desde luego, información comercial. El precio de suscripción era de doce reales por trimestre, la hoja se publicaría cada semana y un número de ejemplares se repartirían entre las oficinas gubernamentales. Los cantones que conformaban la provincia contribuirían con 360 pesos para el sostenimiento de aquélla, distribuidos de la siguiente manera: Valencia, 108 pesos; Puerto Cabello, 72 pesos; San Carlos, 60 pesos; El Pao, 48 pesos; Montalbán, 24 pesos; Nirgua 24 pesos y Ocumare, 24 pesos.

La “Gaceta de Carabobo” comenzará a circular en febrero de 1838, de ella hemos consultamos en el pasado varios ejemplares (No. 2 del 14-02-1838 al No. 25 del 28-07-1838) en la hemeroteca de don Tulio Febres Cordero. Sin embargo, tendrá una circulación accidentada debido principalmente a problemas financieros. No pocas polémicas, además, se generan desde sus páginas. El 29 de mayo de 1843, por ejemplo, el diario caraqueño “El Promotor” publica un artículo titulado El Provincianismo y la Gaceta de Carabobo, en donde con ocasión de algunas molestias que aquejaban a los agricultores de la capital y la discusión de un proyecto de ley sobre auxilio al sector, acusa a la Gaceta de sostener y propagar el provincialismo más estéril, fundado en un espíritu de localidad, en beneficio de los intereses anti-nacionales.

Ese mismo año, el gobernador de turno, Pedro José Estoquera, llama a una nueva licitación por considerar que las condiciones de publicación no eran las más favorables para el gobierno; concurrieron Juan De Sola y Bartolomé Valdés y aunque el primero hizo la oferta más ventajosa, el segundo resulta nuevamente favorecido siguiendo adelante con la impresión del periódico, pero solo por algunos meses ya que el 24 de enero de 1844 se encargaría de la impresión y redacción el coronel De Sola. Por Ordenanza del 29 noviembre de 1845, la Diputación Provincial de Carabobo relanza el órgano informativo oficial que se publicará semanalmente, autorizando al gobernador para que contrate la redacción e impresión del modo más conveniente, destinando hasta 120 pesos mensuales para su sostenimiento. En 1847 al terminar el contrato del coronel De Sola, la circunstancia fue aprovechada por el gobernador de turno, don Miguel Herrera, para reorganizar el periódico, porque «carece del mérito indispensable para que progrese y produzca en la extensión debida los bienes que de él deben derivarse, todo por defecto de su redacción: y considerando al mismo tiempo que esto puede remediarse cuidando de la redacción separadamente de la impresión; previo convenio del interesado».

A partir del año 1848, se comienza a editar “El Boletín Oficial de Carabobo”, que suponemos sustituye a la Gaceta, correspondiéndole su impresión a don Juan De Sola, mientras que a principios de 1859 aparece el “Diario de la Legislatura Provincial” que verá luz en los talleres de la Imprenta Colombiana de Santiago Morales. Finalmente, en 1864 la Asamblea Constituyente del ahora Estado Carabobo, acuerda la creación de una nueva “Gaceta de Carabobo”, en el que se publiquen los actos oficiales del Estado “y todas las doctrinas que contribuyan á la mejor ilustración del pueblo”. Todos los anteriores, sin duda, antecedentes tempranos de la actual Gaceta Oficial del Estado Carabobo.

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@PepeSabatino


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