En ediciones anteriores de El Nacional he tratado temas electorales, particularmente sobre el concepto de elecciones libres y competitivas, las condiciones  del árbitro electoral y algunas nociones sobre la abstención; y en esta oportunidad me voy a referir a la fuerza de la votación masiva como una vía hacia la transición democrática.

Se entiende por votación masiva cuando un elevado número de votantes acude a las urnas para emitir su voto, lo que puede interpretarse como un ávido interés público en el proceso electoral o como la más amplia expresión de la voluntad popular cuando se trata de elecciones en regímenes dictatoriales, o cuando el árbitro electoral forma parte del entorno tiránico, o no reúne las condiciones elementales para el ejercicio de sus funciones, como puede ser la falta de independencia.

En efecto, cuando un pueblo exterioriza su voluntad de resistir la represión y mediante el voto rechaza las divisiones de los sectores opositores a la dictadura y se aglutina alrededor de un determinado candidato, está enviando un mensaje claro de deseo de cambio de la dictadura hacia la democracia y demanda la legitimidad democrática. Es el libre ejercicio de un pueblo a manifestarse en el acatamiento de sus derechos ciudadanos al desafiar la manipulación y el fraude electorales.

Ahora bien, para que la votación masiva se manifieste y sea promovida dentro de la ciudadanía debe darse la unidad nacional entre los electores, abandonando las diferencias que puedan existir, sean sociales o políticas, pues el objetivo debe ser la  organización de una resistencia pacífica general con capacidad de movilización de los electores en favor de un cambio político, de una transición hacia la democracia. Independientemente de las diferencias, la convergencia en las urnas refleja un objetivo común: el anhelo de libertad, justicia y democracia.

Por otra parte, la votación masiva puede ser el primer paso hacia la construcción de instituciones democráticas sólidas y el restablecimiento del Estado de derecho. Al generar un mandato popular claro, se sientan las bases para la transición hacia un sistema político basado en la representación legítima y la rendición de cuentas. Esto abre la puerta a reformas políticas, electorales y constitucionales que garanticen la protección de los derechos humanos y las libertades civiles.

En el mundo se han dado votaciones masivas en los siglos XX y en lo que ha transcurrido del XXI. Las elecciones generales de la India en 1951-1952 fueron un hito significativo en la historia del país y en la consolidación de su democracia. Millones de personas acudiendo a las urnas en todo el país a pesar de los desafíos logísticos y sociales.

En Suráfrica, las elecciones generales de 1994, después de décadas de segregación racial y opresión institucionalizada, los comicios representaron la transición del régimen del apartheid hacia una democracia inclusiva y multiracial, un rechazo colectivo a la segregación racial y un deseo compartido de cambio hacia un futuro más justo y equitativo. Como resultado del proceso electoral, Nelson Mandela se convirtió en el primer presidente negro de Suráfrica, y el país comenzó un proceso de reconciliación y transformación política y social.

El referéndum sobre la independencia de Escocia en septiembre de 2014, atrajo la atención nacional e internacional y generó una participación masiva, superior a 85% de los votantes registrados, lo que representó una de las tasas de participación más altas en la historia de Escocia. Aunque finalmente el resultado fue a favor de permanecer en el Reino Unido, la alta participación demostró el profundo interés y la pasión del pueblo escocés por decidir su futuro político de manera democrática.

Las elecciones presidenciales en Estados Unidos de noviembre de 2020 fueron un ejemplo de votación masiva. A pesar de los desafíos planteados por la pandemia de COVID-19, millones de estadounidenses acudieron a las urnas para emitir sus votos, en persona o por correo, lográndose una participación con más de 158 millones de votantes, la tasa de participación más alta en unas elecciones presidenciales en más de un siglo.

En noviembre de 2021, Chile celebró elecciones en las que se eligió presidente a Gabriel Boric. Estas elecciones atrajeron una gran atención y participación de más de 58% del electorado en la primera vuelta de las elecciones, y en la segunda vuelta, que se celebró en diciembre, la participación fue aún mayor.

También en Chile, en octubre de 2020, se llevó a cabo un referéndum constitucional para decidir si se redactaría una nueva Constitución y cómo se llevaría a cabo este proceso. La votación fue histórica en términos de participación, con más de 7,5 millones de personas votando, lo que representó aproximadamente el 51% del electorado.

Como se observa, la votación masiva va más allá de un simple acto comicial; es un acto de resistencia pacífica ante un régimen dictatorial, un símbolo de esperanza y un motor para la reinstitucionalización de la Constitución. Es la oportunidad que tienen  todos los ciudadanos, tanto los que tienen autoridad como los que no, de colaborar en el restablecimiento de la vigencia efectiva de la Constitución, derrotar a la tiranía y encauzar la nación por las vías de la democracia y el Estado de Derecho.

 


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