Luego de más de 60 años de haberse impuesto el comunismo en Cuba, quien no sepa que nuestro país malvive bajo una criminal y desfachatada dictadura: o es de las personas más desinformadas e indiferentes del mundo, o es un secuaz, o un justificador (igualmente un cómplice) del castrismo. Da igual si es cubano, estadounidense, europeo, obrero, filántropo, obispo de Roma, congresista o presidente. No es nada nuevo el problema cubano. Y tampoco el socialismo, aunque sus apellidos y tentáculos muten.

En el comunismo y sus derivadas no hay absolutamente nada que salvar o arreglar (o rectificar, como decía Fidel Castro. Ya ni siquiera quedan ilusos y tardíos pretextos socialistoides a los cuales echar mano para intentar reparar, defender o excusar al régimen de La Habana. “Está bueno ya”, como se dice en los barrios de la isla.

Ni el cuento del “bloqueo” (en realidad un tibio embargo es lo que se ha implementado), ni el “cambio climático”, ni la ausencia de marcianos tienen culpa de la miseria y la represión en Cuba. Todos los sufrimientos del pueblo son responsabilidad del sistema (comunista, socialista, neocomunista, o como se desee nombrar, sea para jugar a la teoría o para lavarle el rostro a la dictadura). Después de tanto tiempo, hay muchos sinónimos para este mal que desangra sociedades.

De cualquier modo, a quienes sí hay que salvar, desde hace muchas décadas, es la gente que sigue atrapada en Cuba (y da igual si eres cubano o no, pues cualquiera que se oponga al sistema es y será un enemigo al que hay que condenar). La historia lo demuestra. Y es clarísimo que es imposible ayudar a las víctimas (la gente) ayudando a su verdugo (el régimen). ¿Hay alguien que de verdad tampoco está convencido de esto?

De cualquier modo, el festival o la resaca del deshielo cubano (eufemismo de origen soviético que los obamistas usaron para negociar con el neocastrismo) continúa funcionando, aunque su existencia y daños no se mencionan lo suficiente.

Una reciente publicación en X (antes Twitter) del abogado Jason Poblete, informa que el gobierno de Estados Unidos “está donando 25.000 dólares a una fundación estadounidense que colabora con el régimen cubano en proyectos que ayudan a promover el turismo en Cuba”. Por supuesto que esta no es la primera vez, ni desgraciadamente la última.

El también politólogo y activista que durante décadas ha denunciado la represión castrista y las violaciones de derechos humanos en otras partes del mundo, recuerda que en las cárceles del castrismo no sólo hay miles de cubanos sufriendo, sino que además hay ciudadanos estadounidenses, como el caso de Alina López. “¿Quién habla por ella?”, pregunta Poblete, que lleva tiempo abogando por la liberación de esta mujer de Miami injustamente detenida en la isla. ¿Queda alguien en el mundo que sinceramente aún defienda la horrorosa caricatura en que el castrismo convirtió la justicia en Cuba?

Basándose en las leyes estadounidenses y en que estas “ayudas” provienen de los impuestos a los ciudadanos y sus negocios, el abogado advierte que con fondos de esta naturaleza se supone que Estados Unidos está “ayudando al pueblo cubano” de muchas maneras, entre ellas el apoyo a los presos políticos. “Sin embargo, los funcionarios estadounidenses actúan como si las cosas estuvieran bien hechas y hacen cosas, como esta subvención, que ayuda a promover el turismo y envía un mensaje equivocado para ayudar a combatir el tráfico de propiedades confiscadas”, explica Poblete.

“¿Por qué es eso? ¿Dónde está la supervisión del Congreso? @HouseGOP @HouseForeign @SenateForeign”, pregunta el abogado etiquetando en X a estas entidades.

Resulta que la Fundación Finca Vigía ha pedido el dinero de los contribuyentes estadounidenses para supuestamente restaurar la casa donde residiera en el municipio San Miguel del Padrón de La Habana el famoso novelista norteamericano Ernest Hemingway. Y no es que sea un mal propósito per se restaurar esta casa museo, que es importante aclarar: no es la “casa de Hemingway en La Habana”, como algunos dicen, pues desde 1960 fue expropiada y años después convertida en museo por orden de los Castro. Una finca más para beneficio de esa finca despótica que ha sido el castrismo. Es saludable y ético llamar a las cosas por su verdadero nombre.

Siendo adolescente y jovencito, desde finales de los años ochenta hasta mediados de los noventa, visité en varias ocasiones la Finca Vigía, casi siempre a propósito de concursos literarios, presentaciones de libros, lectura de cuentos, recitales de poesía, y hasta me escapé a sus jardines con una novia amante de la escritura y la Generación Perdida (no más que la nuestra, a pesar de que por entonces nos atrapaba el final de París era una fiesta, “éramos muy pobres, pero muy felices”). Las edades tienen sus trampas y hallazgos. Recuerdo perfectamente los ámbitos y bienes de la hermosa residencia, que el avance del llamado Periodo Especial (otro eufemismo del descalabro castrista) fue poco a poco hiriendo. Siento que en aquellos tiempos la literatura le interesaba mucho más a los cubanos y que no son muchos los que ahora conocen al autor de El viejo y el mar, más allá de las fotos fumando tabaco y pescando con Fidel Castro.

Por supuesto que es lamentable que no se estén en condiciones ideales ni el inmueble ni los objetos y libros valiosos que contiene (no pocos se fueron “perdiendo” y vendiendo ilegalmente a coleccionistas y turistas). No en balde una crónica del británico Adrián McKinty publicada en 2008 en The Sunday Times lleva por título “Cualquier libro de la biblioteca de Hemingway por 200 dólares”. Algunos consideran la casa y su contenido parte del patrimonio de Estados Unidos. Hay opiniones encontradas en cuanto a si en verdad fue entregada por la familia Hemingway a la revolución cubana o si Fidel Castro, amigo y admirador del escritor, se la apropió.

Lo que sí está claro, pues la historia lo sigue avalando, es que si la Finca Vigía estuviese en manos de una familia o de un gobierno democrático, y no de una dictadura como es el caso, no habría que sacar dinero de los contribuyentes estadounidenses o cubanos para intentar reparar, una y otra vez, sin éxito, los profundos y constantes daños que el comunismo provoca en los seres humanos y en su hábitat.

¿Sería más coherente que la Fundación Finca Vigía, que tanto anhela preservar donde vivió el premio Nobel, apoye la implementación total del embargo y basándose en las leyes exija que la dictadura entregue la casa? Tal vez esto es para esta Fundación mucho pedir y con llevar dinero al régimen para restaurar algunas fincas como éstas (y de paso incentivar o viabilizar otros intercambios con los mayorales de la finca-isla-cárcel) sea suficiente. Vale acotar que otros hacen esto mismo.

No sabemos si para los miembros de esta Fundación es más importante restaurar la Finca Vigía que restaurar millones de casas donde en condiciones deplorables duermen niños cubanos, a cuyos padres no les puede importar más la conservación de uno de los sitios donde vivió Hemingway que “inventar” para llevarle un plato a la mesa cada día o el miedo a que el techo se le caiga encima, como trágicamente ha sucedido. Seguramente en esto también hay opiniones encontradas.

Entretanto, por las víctimas cubanas siguen doblando las campanas, aunque muchos no las escuchen o no las quieran escuchar. Los males del comunismo no se curan con turismo legitimador. El comunismo (recordando y parafraseando a Hemingway) nunca será una fiesta, ni mucho menos el jardín del Edén donde rediseñar las sociedades y la civilización occidental. Los eternos veranos de Cuba –lo saben en la Fundación Finca Vigía– siguen siendo peligrosos y hay más de una evitable muerte en cada tarde. El principal deseo de los cubanos es poder decir adiós a las armas del castrismo y, al romper el alba, ver florecer su isla, sus tantas islas a la deriva, como aguas primaverales. Nunca podremos saber si el que se suicidó el 2 de julio de 1961 aprobaría estas remembranzas. Pero estoy seguro de que muy pocos cubanos se atreverían a negar sus legítimos anhelos.

Coincido con la conclusión de Jason Poblete: “Si la Fundación Finca Vigía @FincaVigiaFound, con sede en Boston, quiere o necesita fondos para restaurar la casa de Hemingway en Cuba, hágalo sin el dinero de los contribuyentes estadounidenses. Recaude fondos del sector privado, pero antes de hacerlo, evalúe cuidadosamente lo que está haciendo y por qué. Algún día habrá tiempo para hacer mucho bien en Cuba, pero ayudar al cártel criminal que gobierna Cuba hoy, es una idea terrible”.

En pleno siglo XXI no hay una sola buena razón para apoyar, de ninguna forma, al estado totalitario. Y no existe posibilidad alguna de que cualquier persona o instancia del gobierno estadounidense pueda probar que desconoce esta realidad. Por lo tanto, toda ayuda al régimen de La Habana es una ayuda consciente a la extensión de sus crímenes. Y esto no sólo debe ser denunciado, sino también condenado.

¿A esta altura del partido, es siquiera ético seguir negando que el engagement, el deshielo, los intercambios culturales y todos esos mecanismos, no funcionan para ayudar al pueblo, sino para contribuir a las arcas del régimen y suavizar el rostro de un sistema diabólico que, usando todo tipo de demagogia y violencia (financiada con dinero del turismo internacional) se niega a democratizar el país?

Cada vez que salen a la luz pública informaciones y acciones como ésta, que bajo el falso pretexto de intentar “ayudar al pueblo cubano” engrasan la maquinaria de contubernio con el régimen, urge repetir que en Cuba sigue existiendo una dictadura, y que la única ayuda posible al pueblo es eliminar esa dictadura, responsable de tantas muertes, encarcelamientos y exilios.

No creo que los integrantes de proyectos y fundaciones como Finca Vigía sean víctimas de una ceguera total. Quien quiera ver la realidad de Cuba, está a flor de piel. Si de verdad les duele el infortunio de los cubanos y quieren impedir que la sociedad se siga derrumbando, no pidan dinero para restaurar sus males, pidan dinero para derrocar de una vez a los culpables de la abismal y sistemática destrucción de nuestra nación. Esa sería la gran ayuda que los cubanos agradeceríamos siempre.


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