“La imaginación creadora es la facultad que produce imágenes o ideas nuevas modificando y combinando las antiguas”.

José Gregorio Hernández

“El alma venezolana es esencialmente apasionada por la filosofía. Las cuestiones filosóficas la conmueven hondamente, y está deseosa siempre de dar solución a los grandes problemas que en filosofía se agitan y que ella estudia con pasión. Dotado, como los demás de mi nación, de ese mismo amor, publico hoy mi filosofía, la mía, la que yo he vivido; pensando que por ser yo tan venezolano en todo, puede ser que ella sea de utilidad para mis compatriotas, como me ha sido a mí, constituyendo la guía de mi inteligencia”. Con estas consideraciones, el Doctor José Gregorio Hernández, profesor de Fisiología e Histología de la Cátedra de Anatomía Patológica del Instituto Anatómico de la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela, presenta al lector sus Elementos de Filosofía.

Que un médico de profesión tuviese particular interés por los estudios filosóficos se explica por el tipo de formación cultural que la Venezuela posindependentista –la de los “próceres”, caudillos y terratenientes–, siempre inmersa en grandes conflictos políticos y tropiezos económicos, se vio en la necesidad de promover y cultivar desde la civilidad, incluso no siempre con suficiente disciplina académica, ni a la luz del rigor sistemático. Y es que la filosofía es hija legítima del desgarramiento. Por esa razón, y desde siempre, ha crecido en medio de las crisis. Su labor, de hecho, no es de tiempos felices. Más bien, tiene la –siempre difícil– tarea de denunciar la diversidad esencial que se presenta entre el yo y el mundo, la incongruencia existente entre el alma y la acción. Nada más estimulante que la speculatio, la dialogicidad filosófica, cuando los pueblos parecen haber perdido su rumbo, y con él su eticidad y su destino.

En 1912, en los talleres de la imprenta El Cojo –los mismos editores de la revista El Cojo Ilustrado, fundada por Manuel María Echezuría y dirigida por Jesús María Herrera Irigoyen–, se publicaba la segunda edición de los Elementos de Filosofía del Dr. José Gregorio Hernández, en medio de una época severamente influenciada por las doctrinas positivistas, que fueron asumidas, no por casualidad, como fundamento y justificación de, prácticamente, todos los regímenes de la larga noche de los caudillos latinoamericanos, incluyendo los de Venezuela. “La ciencia positiva –escribe el Dr. Hernández–, la que es puramente fenomenal, la deja (al alma venezolana) la mayor parte de las veces fría e indiferente”. Sus Elementos son, en este sentido, como un rocío que “no moja, pero empapa”.

“Esta filosofía me ha hecho posible la vida. Las circunstancias me han rodeado en casi todo el transcurso de mi existencia, han sido de tal naturaleza, que muchas veces, sin ella, la vida me habría sido imposible. Confortado por ella he vivido y seguiré viviendo apaciblemente. Mas si alguno opina que esta serenidad, que esta paz interior de que disfruto a pesar de todo, antes que a la filosofía, la debo a la Religión santa que recibí de mis padres, en la cual he vivido, y en la que tengo la dulce y firme esperanza de morir: le responderé que todo es uno”. Εν και παν. “Uno es todo, todo es uno”. Y con esta expresión de Heráclito de Éfeso, que es, además, el estandarte par excellence de la filosofía del idealismo clásico alemán, concluye el Dr. Hernández el prólogo de sus Elementos.

“Heráclito de Éfeso suponía que el principio de todas las cosas era el fuego.. Spinoza enseñaba que todo cuanto sucede es necesario y viene de la sustancia única que existe, la cual es Dios. El mundo es desarrollo interno e inmanente de la única sustancia divina. Todo cuanto tiene existencia existe en Dios, de cuyos dos atributos conocidos, el pensamiento y la extensión, deriva todo lo demás; del pensamiento divino vienen las almas y de la extensión nacen los cuerpos.. Hegel sostiene que el absoluto es la idea. Dios es la idea que en una evolución eterna se manifiesta en la naturaleza y en la humanidad”.  Quien haya leído la Ciencia de la Lógica de Hegel, sabrá la importancia que poseen estas dos referencias histórico-filosóficas, de factura fundamental, hechas por José Gregorio Hernández, a través de su sinopsis de la historia de la filosofía, que resulta ser, después de toda su meticulosa exposición, su propia filosofía. De hecho, el lector no encontrará en estos Elementos otra filosofía “especial”, más que la que la propia inteligencia humana ha desarrollado a través de su historia racional. Y en la medida en la cual se avanza en su lectura, se va comprendiendo, progresivamente, la identidad del orden y la conexión de las ideas con el orden y la conexión de las cosas.

De hecho, todo el compendio va exponiendo, de manera absolutamente organizada y coherente, cada parte, cada pieza, cada elemento que compone la gran estructura del quehacer filosófico, desde sus fundamentos sensibles (emociones, sensaciones, sentimientos), pasando por un detenido estudio del entendimiento –que en el tratado se denomina “inteligencia”, en el sentido de intelligere–, hasta adentrarse en la razón, comprendida en su doble modalidad, esto es, como razón teórica y razón práctica. Un segundo libro expone la función de la lógica formal, la lógica crítica y la lógica aplicada o “metodología”. No están exentos los temas y problemas relativos al arte, la moralidad y la metafísica. Finalmente, el tercer libro resume la historia universal de la filosofía, cuyo discurrir da cuenta de cómo su desarrollo ha ido, pacientemente, desde la construcción del método deductivo y del método inductivo hasta las formas metódicas del pensamiento contemporáneo. Y es que, en el fondo, se trata de eso: de la unidad en la diversidad, del heraclíteo “uno es todo” y “todo es uno”. “Método”, aquí, no es un “instrumento”, ni un mecanismo ni un modelo o padrón, sino la reconstrucción del camino del pensamiento, cuyo seguimiento, ordenado y riguroso, se constituye –immerwieder– en la única posibilidad de encontrar la salida del laberinto del despótico Minotauro. Esa es su filosofía: la del ordo et conectio de la inteligencia civil. Una filosofía capaz de hacer dúctil la comprensión del hecho de que, después de todo, siempre habrá razón para poder superar la locura. En el calendario filosófico venezolano, José Gregorio Hernández ocupa uno de los lugares más distinguidos entre los santos y los mártires.

@jrherreraucv               

 


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