El 20 de marzo es el Día Internacional de la Felicidad. La felicidad es, sin duda, uno de los temas más controversiales de cuantos ocupan al ser humano.

Todos la buscamos con legítimo afán, pero casi nunca estamos de acuerdo en qué consiste, ni en cómo alcanzarla. Lo cierto es que la felicidad es un particular de estado de armonía y realización interior, pero en sintonía con nuestros congéneres.

Es decir, no puede ser plenamente feliz una persona si no lo es también la comunidad a la que pertenece: la pareja, la familia, el barrio, el país y al final el planeta entero.

Porque los seres humanos somos así, nos sabemos parte de una herencia cultural largamente acumulada y a cuyo incremento debemos contribuir. Somos individuos, pero también somos la humanidad toda.

En 1972, Jigma Singye Wangchuck, rey de Bután, propone un indicador de felicidad al que denomina la «felicidad nacional bruta» (FNB), como medición más adecuada que el PIB (producto interno bruto).

Si tenemos en cuenta que el mencionado rey tenía cuatro esposas, no sabe uno si su preocupación por la felicidad emanaba de su goce o de su anhelo, pero es lo de menos.

El caso es que, preocupado por la felicidad de su país y considerando a la pobreza como la mayor dificultad para alcanzarla, establece los que, desde su punto de vista, constituyen los cuatro pilares de la FNB, a saber: la promoción del desarrollo socioeconómico sostenible e igualitario, la preservación y promoción de valores culturales, la conservación del medio ambiente y el establecimiento de un buen gobierno.

Si tenemos en cuenta las categorías del rey de Bután, quizá lleguemos a la conclusión de que el mundo pasa por un momento de gran infelicidad.

No es este un planeta con desarrollo igualitario, tampoco con especial cuidado y protección del medio ambiente, mucho menos con buenos gobiernos y ni que decir de la promoción de los valores culturales.

Otra evaluación de la felicidad global nos la ofrece el «índice de planeta feliz», el cual nos revela, en las mediciones de los últimos años, que los once primeros países de la lista de felicidad global se corresponden con la zona que el señor Humboldt denominaba las regiones equinocciales, es decir, por estos lares.

Dato curioso y a la vez contradictorio pues nuestros pueblos, buscando mayor felicidad, emigran a países infelices, o no felices, que suena mejor.

Pero a estas alturas el lector se estará preguntando si no hay en este escrito algunas reflexiones útiles para enrumbar la propia felicidad. Quizá lo mejor sea apelar a lo que ha dicho gente muy sabia sobre el tema:

  • «La felicidad aparece cuando lo que piensas, lo que dices y lo que haces están en armonía». Gandhi.
  • «Si uno no sabe a qué puerto navega, ningún tipo de viento le es favorable». Séneca.
  • «La felicidad no es hacer lo que uno quiere, sino querer lo que uno hace». Jean Paul Sartre
  • “La felicidad no puede ser obtenida queriendo ser feliz. Tiene que aparecer como consecuencia no buscada de perseguir una meta mayor que uno mismo”. Viktor Frankl.

Que tengan todos un feliz Día de la Felicidad.

Artículo publicado en el diario TalCual


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