Foto EFE

Lo bueno que tiene Luis Enrique de seleccionador es que, pase lo que pase con España en el Mundial, la afición va a estar siempre feliz.

Si le mete 7 a Costa Rica, que juega al fútbol como legisla Irene Montero, todos contentos con la paliza: que viva España… somos los mejores y prepárate Alemania:

Auf Wiedersehen.

Guten Morgen.

Hasta luego Lucas.

 

Pero si palma, todos contentos y a echar lo más grande por esa boquita:

Que si Luis Enrique pone al paquete de su yerno.

Que si Luis Enrique viste de rojo entero a la selección.

Que si Luis Enrique trata a la prensa como Sánchez a Feijóo.

Que si Luis Enrique ha echado a la Guardia Civil de Navarra.

Que si Luis Enrique suena como Jorge Javier.

Todo son ganancias: o aplaudimos a España o nos desahogamos contra Luis Enrique. La fiesta nos la damos, sí es sí, que diría la ministra de Igualdad.

Ahora, no obstante, calmemos las expectativas, que seguimos siendo un equipo de 11 bajitos, dirigidos por un señor enfadado, en nombre de un país dirigido por Otegi y Junqueras.

Si ganamos con todo eso en contra, nadie podrá negar que la camiseta española empieza a pesar sola: desde que ganamos Mundiales y Eurocopas, podemos jugar con los mejores, los peores y los regulares, que siempre tendremos opciones.

Sobre todo si va el rey Felipe al palco. Veremos cuando vaya Sánchez, que siempre lleva la suerte consigo. La mala suerte, pero suerte al fin y al cabo.

Artículo publicado en el diario El Debate de España


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