El Acuerdo de Barbados se hizo antes de las primarias, incluso de forma adelantada y apurada. En esa mesa nadie se esperaba el batacazo que fueron las primarias en términos de masividad y de que los electores resolvieran uno de los principales problemas de la oposición: la fragmentación, que no la fractura, ojo con eso. La fractura sigue allí.

El chavismo tenía una jugada que era pensar que si conseguía las licencias petroleras, además de otros favores, iba a tener más ingresos y con más dinero movilizaría más electores en 2024. Eso entre otras cosas de una maquinaria corrupta y concentradora de poder.

Ese juego cambió con las primarias y el Esequibo. La alta movilización en una y la irrelevancia del segundo mostró que el chavismo tendrá problemas para mover electores incluso con dinero. Por eso retrasa e incumple acuerdos y apuesta a cerrarse más. Por eso convirtió la fecha de las elecciones en otro preso político que probablemente suelte en los próximos días, asumiendo que ya le cerró la vía a la oposición que lo puede desafiar. Siguen sin mejorar las condiciones electorales, los cambios institucionales y más bien aumenta la represión interna para multiplicar el miedo y la domesticación de la sociedad. Dice que cumple con los acuerdos, porque en el mundo de los lobbies petroleros el único acuerdo es hacer dinero incluso renunciando a las libertades. Esa es la lógica que se impone, la de la mentira aceptada en nombre de los negocios, no de la negociación.

Para los ciudadanos esto representa otra frustración, pero no han hecho nada malo. Solo siguen exigiendo democracia y libertad. Está bien indignarse porque siguen resguardando su dignidad. No necesitan decir con cinismo o superioridad que ya sabían que esto iba a ocurrir, que todo era predecible o que no se sorprenden. La mayoría de la gente no es amiga de los carceleros así que de verdad les afecta vivir en malas condiciones y no pueden prolongar mucho más la agonía. La crisis política venezolana se cuenta en vidas y migrantes. Por eso está bien molestarse, porque es una injusticia. Así sea predecible, es una injusticia más.

Ahora viene el momento de ver qué hará la oposición, cómo responderán, y yo lo que espero es que no planteen como acción renunciar a sus derechos. Ya eso pasó y fue horrible. No deberían renunciar a sus derechos de participación ni renunciar a querer un cambio de gobierno. Eso es lo que no puede pasar.

Lo peor que le puede pasar al país es que solo quede activo el sector de la oposición que ya se entregó al poder y sus designios, que solo espera unos cargos menores en las elecciones parlamentarias y regionales mientras traslada para el año 2030 la posibilidad de volver a disputar el poder. Buena parte de la población no llegaría. Ese sería el fin de muchos proyectos de vida, porque esa falsa paz que se impone, lo hace negando justicia a las víctimas, cerrando aún más medios de comunicación, persiguiendo más voces, amenazando a más organizaciones civiles y condenando a millones a la pobreza sin mejoras.

Los políticos serán medidos por su posibilidad de generar esperanza y canalizar exigencias, porque la esperanza no pacta con el presente ni se conforma con migajas de privilegios en una celda.

Originalmente publicado en la cuenta de X del autor @LuisCarlos


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