AFP

Como lo he manifestado en otros de mis artículos publicados en El Nacional, las actividades que generan riqueza real a los ciudadanos y a las naciones dependen de ejecutar acciones suficientemente probadas y comprobadas por todas las generaciones que nos antecedieron y esas acciones no son otras que: estudio, investigación, trabajo, ahorro, inversión y producción.

Sin embargo, existen perversiones y desviaciones propias de la naturaleza humana, donde algunas personas piensan que pueden vivir y progresar sin ningún tipo de esfuerzo y ese falso paradigma las conduce a realizar actividades fraudulentas, para lo cual utilizan todo su ingenio que no les falta, creando las herramientas e instrumentos usados en el ejercicio de las malas artes.

Una de las perversiones más utilizadas es la especulación de tipo financiero o comercial, donde en el caso de Venezuela, junto con la creación de dinero ex nihilo –a partir de la nada– es en parte una de las causa de la inflación e hiperinflación que ha afectado a la nación, debido a que por citar un solo caso de los muchos que se presentan, ahora con la dolarización de facto, se inventaron el cuento de una supuesta inflación en dólares, que es producto de sinvergüenzuras, tales como es la especulación simple y dura, donde por citar un ejemplo, algunas ferreterías compran en los negocios de los chinos un tomacorriente para empotrar en 3 bolívares por unidad y esos mercaderes criollos con su viveza lo revenden en 3 dólares, habiendo supuestos expertos que en nombre de una falsa libertad comercial esa actividad fraudulenta les parece justificada, pero se oponen a las importaciones libres, para favorecer monopolios y oligopolios ineficientes.

Desde el punto de vista financiero existe una figura llamada el encaje legal, que es otro invento heredado de las malas praxis financieras del pasado, que aunque le digan legal, es a todas luces deshonesto, pues con esa regla se autoriza a la banca a apropiarse indebidamente de los depósitos de sus clientes, para prestarlos a tasas reales negativas y esto no genera ningún crecimiento del PIB y sí más inflación, destrucción del ahorro y descalce de plazos, de tal modo que cuando el cliente va en busca de su dinero, le pueden salir con el cuento chino «que se lo comió el coco» -tal como ocurre con las cuentas en moneda extranjera del convenio cambiario número 20, cuyos fondos están en el limbo en algunas instituciones nacionales- o con la inflación subyacente, donde quien hace negocio con el dinero ajeno, es quien recibe créditos fáciles a tasas reales negativas, pues la inflación y la devaluación terminan por licuar sus deudas.

En mi opinión, quien realmente quiera invertir y producir en este país que posee un gran potencial en diversas áreas, debe hacer uso de capital propio o pagar tasas de interés reales competitivas y por esa razón, pienso que el encaje legal debe ser de 100% tanto para los depósitos a la vista en moneda nacional como en divisas y solo se debería otorgar créditos con dinero captado por depósitos a plazo fijo a tasas reales positivas, a los productores reales reconocidos, que no vivan solo de la especulación financiera, tal como ha ocurrido desde 1975 con el paradigma del rentismo, usado por algunos estafadores que han expoliado a la nación.

Otro de los inventos para apropiarse del dinero y el patrimonio ajeno son las criptomonedas, donde por medio de la volatilidad -en los últimos días el BTC ha caído de golpe desde casi 70.000 dólares a menos de 50.000 dólares-, algunos especuladores hacen su agosto con esas fluctuaciones de activos de humo, mientras muchos ingenuos creen que se van a hacer ricos fácilmente, hasta que reciben su castigo si no logran salirse a tiempo del juego piramidal de suma cero, tal como ocurrió hace siglos con los tulipanes de Holanda o en el siglo pasado con el crack de 1929, que dejó en la ruina a muchos ingenuos que pagaban precios irracionales por acciones de empresas quebradas o fantasmas, que no producían nada, pero aun así los bancos creaban dinero de la nada en montos astronómicos para apalancar a quien quisiera especular y por eso también ocurrió en esa ocasión la quiebra del sistema financiero de Estados Unidos y la gran depresión, que generó posteriormente una guerra mundial. Infortunadamente, esas lecciones tan duras vividas por nuestros ancestros se olvidan con el paso del tiempo y se convierten en crisis recurrentes.


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