Parece que se ha convertido en moda que los gobernantes que han sido elegidos de forma democrática con el tiempo opten por el camino de la autocracia. En consecuencia, se rebelan contra el Estado de Derecho y se convierten en gobiernos totalitarios. Pero para poder entender un poco más el término de tirano, vamos a apelar al diccionario de la Real Academia Española, que lo define de la siguiente manera: “que abusa de su poder, superioridad o fuerza en cualquier concepto o materia, o que, simplemente, del que impone ese poder y superioridad en grado extraordinario”.

Lo anterior es una parte de la ecuación para entender la esencia del tirano, pero trataremos de ahondar un poco más, para dar luces sobre la naturaleza de un dictador. Los autócratas, se definen a sí mismos como protectores del pueblo, garantes de la constitucionalidad y defensores de la ley. Si uno analiza sus actuaciones, se puede apreciar que a pesar de vender una realidad para crear una seudo zona de confort para los gobernados, en realidad lo que tratan es de mantenerse en el poder a cualquier costo. Claro, nos dibuja una realidad peligrosa en caso de optar por otras opciones u otros partidos políticos, que son etiquetados como enemigos del pueblo, según el régimen opresor.

Sin embargo, es tan férreo el control que ejerce en el país que se encuentra, que impiden a la sociedad tomar decisiones, digamos, sin la debida reflexión y sin la aprobación del régimen, todo con el fin de evitar que los ciudadanos, supuestamente, sufran malos momentos.

En pocas palabras, las resoluciones las toma el tirano, los deseos libertarios y los gritos de democracia no valen, porque son movimientos alocados y al autócrata hay que evitarle que se disguste, porque en sus momentos de cólera, no razona. La misión del opresor, es impedir la espontaneidad del pueblo y se esmera en encauzarse en la vía de la irracionalidad, porque solo así, logrará generar el caos que lo mantendrá en el poder.

Otro punto que define al déspota es que no piensa, no reflexiona sobre las consecuencias de los actos, porque él es la ley y la amolda a sus necesidades primarias. Ejecuta su voluntad, lo hace parecer algo simple, pero en realidad son decisiones que acarrean efectos colaterales, que al absolutista no le importa. Su proceder tiene como fin evaluar solo las amenazas para detenerlas, no acepta equivocarse y genera confusión en los momentos que pretende explicar las circunstancias, porque no quiere que las cosas cambien, por eso enreda las situaciones en cada alocución, ya que desea que ciertos mensajes no lleguen. Solo importa el engaño, solo importa la mentira, se vale cualquier acción para que todo siga igual.

Pero volviendo a la historia y analizando los diferentes países, pese a que muchas naciones en el mundo han sufrido en diferentes épocas la instauración de gobiernos autoritarios, no ha sido suficiente en aprender de los errores del pasado, porque siempre vuelven a repetir los desaciertos que llevaron a esas naciones a transitar sus horas más oscuras.

Estaban confiados que habían desarrollado cierto olfato para detectar a truhanes, pícaros, bribones, sinvergüenzas, estafadores, pillos y rufianes, pero de nada valió, ya que el hedor de la dictadura venía disfrazada de buenas intenciones; de nada valió el haber desarrollado la visión para detectar farsantes, porque siempre la población era engañada con falsas promesas; aún cuando era conocido que el comportamiento del déspota, se delataba por su forma agresiva cuando le tocaba hablar sobre la verdad y al mismo tiempo, obligaba al pueblo al que tiene oprimido, en aceptar la realidad, porque la única verdad que es permitida es la que él está dispuesta a dar.

Otro de los elementos que delata a un tirano, es cuando en su desempeño como supuesto defensor del pueblo y garante de la estabilidad de la patria, asume posiciones exageradas, excesivas y desmesuradas ante un problema insignificante. Solo basta con mirarle el rostro, el cual refleja que está tenso, a la defensiva, atropella las palabras o inventa unos nuevos vocablos, en todo momento se justifica, porque lo que quiere es convencer a su audiencia que está obligada en oírlo y verlo, que según lo que dice él es absoluto y necesario, es que la realidad es así y no puede ser de otra manera, porque de él y solo de él dependen nuestras opciones de vida.

Una característica de los tiranos es verlos en escena, es decir, cuando realizan sus apariciones en público, claro, para entender su esencia, hay que prestar atención a su discurso, a sus movimientos corporales y de los gestos aprendidos, además, cómo estructuran su espacio, es decir, las relaciones de proximidad y alejamiento que tienen con las personas. Hay que tomar en cuenta las palabras que pronuncia y cómo las pronuncia, en cuáles hace más énfasis y cuáles omite, dado que todo el tiempo está tratando de ocultar la verdad de un entorno que tiene su propia realidad, porque el déspota lo que le interesa es mentir, ya que es su único sistema de autodefensa, por cuanto el resto de su desempeño como gobernante fue, es y será un total fracaso.

A su vez, el tirano genera en la sociedad desasosiego, resignación y aceptación obligada, de unas circunstancias queno son reflejo de la situación que les toca vivir a los ciudadanos. Este hombre fuerte, que no es tal sin el apoyo de cómplices de las diferentes instituciones del Estado, se vende como alguien inexpugnable, intocable, inalcanzable, omnipotente y eterno, porque trata de evitar a toda costa ser cuestionado y mucho menos neutralizado en sus acciones. Esto provoca una paralización total en el desarrollo democrático de las naciones que sufren de este tipo de regímenes, quedan anclados en un pasado que añoran, porque no saben cómo hacer frente para cambiar el presente y mejorar el futuro, en pocas palabras, el país no avanza en la dirección correcta.

No hay que olvidar que a los tiranos le tienen miedo a las preguntas, porque estos mesías se creen que no deben responder a nada, por cuanto son ellos la esencia de la afirmación, ya que sus palabras no ameritan ser debatidas, no ameritan ser discutidas, puesto que para él su verbo es la única esencia de la certeza.

Lo anterior nos lleva a definir al tirano como un incompetente, que se dedica en mantener al país que gobierna, alejado de todo aquello que le permitiría desarrollarse tanto en el campo político, económico y social, porque supuestamente esas modificaciones irían en contra de los intereses del pueblo. ¿Del pueblo? Y respalda sus ejecutorias diciendo que si hay cambios en el país se perderían todos los beneficios logrados. ¿Beneficios logrados?

Para concluir este pequeño relato de la esencia de un dictador, podemos finalizar que un tirano expresa ideas sin ningún tipo de lógica, se caracteriza por decir cosas inadecuadas, porque su capacidad para pensar es cero, se respalda en su verborrea incontrolable, para no decir nada. En más de una oportunidad se le ha podido apreciar que actúa de manera contraria de lo que piensa, ya que no sabe callar y mucho menos escuchar, eso lo lleva a despreciar el pensamiento de los demás.

Se promociona como una persona lúcida, en la cual su juicio es incuestionable, pero no puede ocultar su desconfianza hacia todo y hacia todos. Siempre en sus intervenciones públicas, tiene como estribillo que hay un complot que quiere atentar contra su vida, por eso es una persona recelosa y maníaca. Además, vive todo el tiempo de apariencias y utiliza a todos aquellos que le puedan brindar dividendos, pero una vez usados, los desecha y los declara como enemigos y traidores.

Nunca pierde la oportunidad de alabarse, porque está seguro que sus actuaciones lo están llevando a realizar una obra inigualable, está convencido que es el elegido, el Neo en la matrix que supuestamente vivimos, por eso se cree superior, por eso considera que está por encima de la esencia humana. Esa actitud lo conduce a no escuchar a nadie ni aceptar posturas contrarias a su voluntad, su esencia es ser conflictivo.

No escatima palabras para expresar su narcisismo, ya que se considera perfecto, pero los errores no los comete él, sino es culpa de otros que no lo dejan actuar para defender los intereses del pueblo. En pocas palabras, es un fanático de sí mismo, por eso se siente perseguido y asegura que lo quieren matar cada vez que las cosas no resultan.

En cada paso que da, es para destruir, utilizando una ideología que no tiene ni ninguna lógica de aplicabilidad y menos de convencimiento. El miedo que siente, trata de disfrazarlo aterrorizando al país que oprime, lo acosa, lo insulta y se burla de todo aquello que teme, a toda persona que teme, todo con la finalidad de afianzar su ego y así imponer su voluntad.

No hay que olvidar que es un engreído y altanero, abusador y caprichoso, quiere siempre ser el centro de atención, porque se cree la última botella de agua en el desierto. Necesita todo el tiempo sentirse adulado y que es el único que sabe lo que se requiere, ya que ha construido una moral y unos principios que se adecúan a sus incoherencias.

A esto se le suma que es un resentido social, por eso ataca todo aquello que nunca tuvo pero que siempre quiso. No para de bailar, de cantar, porque su intelecto no da para más, por cuanto lo que prevalece sobre el razonamiento es su vanidad, que se expresa con su vestimenta, su joyería, sus lujos excesivos, porque así se siente venerado. Pero en el fondo, es un pusilánime miedoso, porque sin su poder, no es nadie.

No le importa utilizar cualquier medio para lograr su fin, no le importa el sufrimiento que ocasiona para lograr su fin, no le importa las vidas que toma para lograr su fin, porque en sus desvaríos, lo único que desea, es que la historia lo reconozca como el ser más importante que ha pisado el suelo de la patria.


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