A pesar de los ataques sistemáticos desde el régimen y de algunos sectores minoritarios de la oposición, el proceso primario avanza hacia el 22 de octubre. No es un camino fácil, lo sabemos. El régimen juega a todo. Amenazas físicas y judiciales, actos de persecución que además constituyen crímenes de lesa humanidad según el Estatuto de Roma. Pero lo importante es transitarlo con firmeza pues ello nos llevará no sólo a la escogencia del candidato de la verdadera oposición, si no al reconocimiento de un liderazgo nacional que habrá de conducir este proceso hasta el final, hasta que se logre lo que los venezolanos queremos, la restauración del orden democrático y la constitución de un gobierno de unidad nacional que promueva y logre los cambios que deben implementarse para iniciar un nuevo periodo de nuestra historia que permita superar los 23 anos de destrucción integral al que este grupo de irresponsables ha colocado al país, una transición compleja que abarca no solo lo político, si no lo económico y lo social,  que debe ser concebida desde ahora con inteligencia para evitar lo que se teme siempre en estos procesos, el retorno al pasado.

Los venezolanos escogerán su líder y su candidato a través de la primaria o en su defecto, si el proceso no pudiere culminar como previsto y deseado, por las interferencias de unos y otros, por cualquier otro mecanismo que refleje la voluntad popular, un mecanismo que tendrá que acordar o aceptar la dirigencia política opositora que con una enorme responsabilidad en este proceso, deberá despojarse de los proyectos individuales y sumarse al deseo de la mayoría para poder derrotar unidos a la dictadura. No sólo deben comprometerse, como lo han hecho, a conformar un gobierno de unidad nacional después del 2024, sino a apoyar sin reservas a quien logre el reconocimiento popular como líder y candidato en este proceso primario.

Es claro que es una lucha desigual. El régimen trata por todos los medios de alterar el proceso, de dividir, de desinformar, de amenazar, de agredir, de desestimular al elector, de lograr alianzas con algunos opositores e incluso de inhabilitar a candidatos como María Corina Machado en quien reconocen que se ha convertido en ese dirigente que los venezolanos esperaban desde hace tiempo para enfrentarle con éxito.

Algunos dirigentes opositores han aceptado interesada y torpemente, conscientes incluso de su inviabilidad jurídica, la aberrante idea de la inhabilitación de María Corina Machado, planteando a la vez una figura extraña y absolutamente inaceptable: la sucesión. Es decir, que en el caso de que sea inhabilitada, lo que sería un acto político vandálico, sin efecto jurídico, propio de una dictadura en su desespero, el candidato opositor sería aquel que haya obtenido el segundo puesto en el proceso primario, sea por la vía de la elección del 22 de octubre o por cualquier mecanismo alternativo, lo que permitirá que la dictadura escoja el candidato opositor que enfrentará en diciembre de la año que viene.

Sin dejar de agotar todos los esfuerzos para que se reconozca esa mayoría y que el candidato y líder de oposición sea el que los venezolanos decidan en este proceso, debemos considerar escenarios no deseados y encontrar desde ahora posiciones comunes para defender la soberanía popular. En el caso de que algo tan contrario a todo pueda suceder, es decir, que el régimen atropelle la voluntad de los venezolanos e impida que María Corina Machado sea la candidata para las elecciones del año que viene, será ella como líder surgida de la autentica voluntad popular quien dirigirá esa parte de la lucha. No se trata de una sucesión acomodada, hecha a la medida de las aspiraciones de candidatos colaboracionistas e inconscientes, si no del surgimiento de un nuevo conductor de la oposición a quien todos los actores y dirigentes y los venezolanos en general tendremos que seguir para hacer realidad lo que hoy está planteado: la recuperación de la democracia por una elección justa y libre.

 


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