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Los sectores de oposición avanzan hacia el desarrollo del proceso de primarias superando un sinnúmero de obstáculos. La sola posibilidad de la unificación de todas las corrientes políticas y sociales en un acumulado de fuerza en función de un liderazgo aterra a quienes mantienen al país oprimido, y a toda costa tejen sus estrategias para contener el desarrollo político de los diferentes liderazgos de oposición que se mantienen en la arena tratando ser el abanderado de todos los venezolanos que aspiran el cambio político del país.

El madurismo hoy ha perdido el apoyo popular que en otra época caracterizó al chavismo de Hugo Chávez. En su vehemencia por preservar el país, deformó su propia estructura y el acervo político, electoral y social, que se construyó en el PSUV, como garantía de arraigo con las clases que denominaron los excluidos de siempre. Se puede afirmar a viva voz que el chavismo como identidad política, practicado por el madurismo es la negación de las líneas políticas ideológicas trazadas por el propio Hugo Chávez, que han sido útiles en el chantaje histórico y la carga patriota con la que lograron seducir a miles de ciudadanos.

Ahora bien, entre el chavismo y el madurismo existe una ineludible contradicción imposible de soportar, a lo interno del PSUV, a lo interno del aparato burocrático del gobierno, y también a lo interno de los factores de la FANB que gobiernan en el país.

El momento es tan vertiginoso, que un mar de desencuentros internos genera diversidad de criterios e incompatibilidades a la hora de definir el tratamiento adecuado hacia los liderazgos opositores que se mantienen en las calles, en permanente encuentro con los ciudadanos. Este dilema provoca acciones desesperadas, enrostradas por la violencia, que sin dudas es un elemento que presenta al madurismo como violador sistemático de los derechos humanos de la población.

Lamentablemente el PSUV, en compañía del aparato represivo del Estado venezolano, navega a ritmos acelerados hacia la violencia sin control. En todos los estados de Venezuela se han presentado hechos dantescos, ejercidos por los llamados colectivos bolivarianos, impulsados por gobernadores y alcaldes, quienes banalizan el mal y se justifican enarbolando sus banderas de supuesta defensa de la “revolución”.

La violencia escala quizás estimulada por el mensaje de Diosdado Cabello, con aquello de “no entregaremos el poder ni por las buenas ni por las malas”, reduciendo así la respuesta política del Partido Socialista Unido de Venezuela a la confrontación de concentraciones de ciudadanos opositores en toda la nación, creyendo que su desenfreno no tendrá efectos de ninguna naturaleza, porque si bien miden su éxito por la conservación del poder, las formas de su existencia son extenuantes y agotadoras, provocando una carga excesiva que en algún momento no podrán soportar.

Recurrir al método de megaelecciones parece un recurso político que utilizarán de forma alternativa, pues enfrentarán a la dirigencia y a los partidos de oposición, que no han tenido capacidad de sortear sus ambiciones y sus egos a la hora de definir los espacios políticos. Tendrán nuevamente la oportunidad de trazar sensatamente un acuerdo en el que el país se sienta representado y en consecuencia brinde suficiente respaldo para desafiar al régimen en un proceso electoral con un sinnúmero de irregularidades, pero que habrá que tomar como un medio más de lucha y seguir demostrándole a la comunidad internacional los deseos de los venezolanos de alcanzar la paz y la democracia en Venezuela.

@jufraga12


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