Por Erica Muñoz

La epistemología en la educación nos conduce al análisis del conocimiento que será entregado a la humanidad, su estudio permite validar el conocimiento científico y nos da soporte para la construcción de saberes propios en una disciplina en particular. Esto se realiza desde la construcción del sujeto, vale decir, el educador, quien se apoya en esta rama de la filosofía que estudia la definición del saber y la producción del conocimiento para interpretar y proveerse de los recursos teóricos y metodológicos. En este sentido, la tecnología educativa comprende un conjunto de recursos, procesos y herramientas de información y comunicación aplicadas al contexto educativo, las cuales inmersas en la era digital han revolucionado la praxis educativa.

Es en esta tensión, lo que Carl Mitcham (1986) ha denominado: la filosofía de la tecnología ingenieril vs la filosofía de la tecnología de las humanidades, donde habría que situar el debate originario en torno a esta naciente rama, la filosofía de la tecnología. Por consiguiente, se plantea develar los elementos que conforman los planes de estudio en la formación del educador, con relación al uso crítico de los recursos tecnológicos al servicio de la educación, así como interpretar cómo se construye el conocimiento desde la intersubjetividad del docente para un pensamiento crítico, con el fin de comparar los elementos de convergencia y divergencias para proponer una aproximación teórica a la formación de un pensamiento crítico del educador y del estudiante en la era digital.

El impacto causado por el modo de enseñar y aprender a través del internet llegó de forma brusca a las aulas de clases, sin que existiera una pedagogía que guiará su implantación, lo que evidentemente ha causado grandes distorsiones y un uso casi inadecuado por todos los actores de los sistemas educativos. En consecuencia, afrontar un horizonte que supere esas barreras que limitan su apropiación, pasa por visibilizar y exponerlas con el fin de lograr resolverlas.

La presencia de la tecnología ha impulsado la visión social de cómo juegan, acceden a la información, interactúan entre sí e incluso crean conocimiento. No obstante, estas transformaciones desde la educación requieren darle un sentido pedagógico y filosófico. En palabras de Dewey (1989), “… una actitud filosófica nos prepara para una apertura mental con alto grado de sensibilidad que permita penetrar hacia niveles de significación más profundos y así mirar bajo la superficie de los eventos y los objetos en búsqueda de las conexiones” (p.56). Comprender estas conexiones filosófico-pedagógicas y sus manifestaciones histórico-sociales, requiere profundizar en sus implicaciones tanto positivas como negativas.

Analizar estas implicaciones involucra comprender como el uso de los recursos tecnológicos utilizados en la educación afecta o contribuyen y aportar un poco de claridad. Su inicio se vincula a la palabra “tecnología”, esta fue acuñada por el alemán Johan Beckmann en 1777 para el mundo de la ingeniería y de la industria, pero fue a finales del siglo XIX cuando otro alemán, el ingeniero y docente Ernst Kapp en 1877, acuñó la frase: filosofía de la tecnología. Su origen se corresponde con el proceso o la capacidad de transformar algo que ya existe para crear algo nuevo o darle otra función. Etimológicamente deviene del griego τέχνη -téchnē- que significa un oficio, arte o destreza.

En 1997 estas implicaciones filosóficas son abordadas por el argentino Mario Bunge y hace referencia a los aspectos o dimensiones que se encuentran relacionadas con los problemas filosóficos de la tecnología, planteando que estos pueden abordarse desde las siguientes subdisciplinas: tecno-epistemología, tecno-metafísica, tecno-axiología, tecno-ética y tecno-praxeología. Discernir sobre alguna de ellas, ofrece un abanico en la naturaleza y el alcance del conocimiento, al pasearse del interés de la cosa en sí, al interés de la cosa en nosotros, un vuelco del conocimiento como meta a uno como medio. “El tecnólogo es filosóficamente oportunista, no principista” (Bunge, 1997, p. 198). La verdad para el tecnólogo adopta una mezcla de realismo crítico y pragmatismo, vale decir, se establece de acuerdo a sus necesidades, mientras que la verdad del científico busca conocer por conocer, es una postura diferente y una actitud que varía para generar en el tecnólogo un conocer para hacer.

Por otro lado, las condiciones de la acción humana y las normas que rigen el desarrollo racional, lo cual implica estudiar desde la praxeología el uso crítico y creativo de la tecnología en la educación, así como las dimensiones del ser humano a partir de la práctica y su reflexión en el medio o entorno. El valor filosófico del docente es inminente en su acción pedagógica, ya que esta permite diferenciar si algo es malo o bueno y esto incide en el actuar del docente en el desarrollo del proceso educativo. Orientación filosófica que se impregna de la dimensión pedagógica en el uso crítico y creativo de la tecnología en la educación permite dar coherencia a la teoría educativa con sus fundamentos y que se constituye en una brújula.

Ambas, la filosofía y la pedagogía, se concatenan con la capacidad descriptiva y hermenéutica de la fenomenología como elementos fundamentales para abordar y reflexionar sobre el fenómeno educativo. Es Husserl en 1900-1901 quien presenta por primera vez en dos tomos sus célebres Investigaciones Lógicas, cuyo tema central es lo que él denomina fenomenología y teoría del conocimiento. En 1913 publica Ideas Relativas a una Fenomenología Pura y a una Filosofía Fenomenológica, con ello, plantea la fenomenología como filosofía y como ciencia de los fenómenos, esto recondujo la subjetividad y le dio valor científico. En resumen, explica cómo vivimos y cómo nos afecta el significado de los seres humanos en nuestra vida diaria. La fenomenología ha sido muy sensibilizada por la problemática desatada en torno al mundo de la vida, vale decir; es el ser que precede a todo pensamiento del ser. La fenomenología implica que cuando filosofamos construimos la realidad intersubjetivamente, confiriéndole sentidos.

La tecnificación de la educación es aberrante si en ello no se inculca la criticidad de su uso. El educador que no afianza el diálogo ya ha excluido la escuela de los valores, de la reflexión del mundo al que le da sentido. Lo fenoménico es, en sí mismo, creativo y abstracto, incluye lo experiencial de la conciencia, sin prejuicios hacia un sujeto trascendente como conciencia sensible. El educador se sumerge en una visión de los fenómenos para conocer las realidades escolares, se proyecta como una crítica radical frente al objetivismo como limitación cognoscible.

 


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