«La educación hace a un pueblo fácil de dirigir, pero difícil de manejar; fácil de gobernar, pero imposible de esclavizar». Lord Brougham

La educación en Venezuela, no solamente desde este gobierno, ha venido en picada, en caída libre, sino desde los tiempos de la República civil y democrática que se fundó en 1958. Los presupuestos van y vienen, se han fundado nuevas universidades públicas y privadas pero el mal persiste. En una universidad privada de primera línea en la cual acudo a su biblioteca para consultar los mejores libros y enciclopedias, hemos notado con tristeza y preocupación que el lenguaje que los estudiantes emplean entre sí para comunicarse es soez, vulgar y lleno de las peores frases del bajo castellano. ¡Entonces qué le pediremos a la gente que no ha tenido ni tiene la oportunidad de entrar en una institución de educación superior! El insulto como medio para acorralar a un contrincante político fue inaugurado con éxito grandioso por Hugo Chávez al alcanzar la presidencia de la República.

Un estudio preparado por el Centro de Innovación Educativa de la Extensión Social Universidad Católica Andrés Bello ha exhibido cifras impresionantes sobre el estado presente de la educación en el país: en efecto, en los últimos 3 años han desertado 1,2 millones de estudiantes y 166.000 profesores, bien sea por cuestiones de emigración o por carencias en el hogar. A esto se le añaden las condiciones paupérrimas de infraestructura, seguridad y alimentación en los planteles. De modo entonces que no son ideas u opiniones sin fundamento cuando uno habla del permanente deterioro de la educación en el país.

En el año 2010, el conocido periodista argentino Andrés Oppenheimer publicó su extraordinario libro ¡Basta de historias! La obsesión latinoamericana con el pasado y las doce claves del futuro, en donde hace un profundo análisis del fracaso de la educación en la gran mayoría de nuestros países. Menciona este autor el notable éxito de Singapur en la educación de masas, debido a que no todos quienes quieren pueden ser maestros. Para esta profesión sui generis se elige entre 30% de quienes obtienen mejores notas de una universidad y un maestro gana tanto como un ingeniero. Un dato interesantísimo que toca Oppenheimer es que en China continental cuyo régimen es comunista, la universidad no es gratuita. También se refiere este periodista al fracaso de la educación latinoamericana en comparación con países como Singapur, Corea del Sur, Finlandia y otros evidenciado en las pruebas PISA, que no se realizan ni en Cuba ni en Venezuela para no pasar vergüenzas, desconociendo así que las pruebas sirven para evaluar las fortalezas y debilidades en la educación, y las autoridades educativas puedan tomar medidas para corregir las deficiencias.

En efecto, las pruebas PISA son diseñadas por la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico. Se llevan a cabo cada tres años y son examinados estudiantes de quince años de edad mediante tres clases de pruebas: 1) capacidad de lectura; 2) Habilidad en matemáticas; y 3) preguntas en ciencias naturales.

En los resultados para los países hispanoparlantes se ve cierta consistencia: Chile, Uruguay y Costa Rica aparecen como líderes, y da la casualidad de que son los países que tienen mejores índices de desarrollo económico, como producto interno bruto por persona, esperanza de vida, alfabetismo, etc.

En una ocasión el Gobierno de Miranda, bajo la responsabilidad de Henrique Capriles, asumió en 2010 ese desafío y reclutó a los planteles estadales y privados del estado en las pruebas PISA, con la meta de mejorar sus patrones educativos para todos por igual. Ha sido la única vez que la prueba se haya hecho en suelo venezolano. Este estudio ad hoc obtuvo 422, 397 y 422 puntos en comprensión lectora, matemática y ciencias, respectivamente, y se ubicó por debajo de Chile, Uruguay y Costa Rica. Shanghái, China, encabeza la lista en el mundo con 556, 600 y 575 puntos.

También con la censura total que se ha instalado en el país, los periódicos de papel han desaparecido y hasta se bloquean en Internet portales como el de Infobae y el del Nacional. Se pretende desde el oficialismo recrear una historia del país en que aparentemente todo lo bueno surgiría desde 1999, y desaparecen estadísticas que tradicionalmente eran publicadas por el Estado.

 


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