“Elle a toujours les yeux ouverts” (1)  (Paul Éluard)

Los maestros nos hablaban de los sentidos. Cuando éramos niños nos explicaban muchas cosas interesantes. Se ponían frente a todos nosotros delante de la pizarra de clase y nos mostraban los cinco sentidos a la vez que situaban cada uno de ellos en una zona concreta de su anatomía incitándonos a imitarles. Tenemos cinco sentidos que son: la vista (se tocaban los ojos) y nosotros repetíamos “la vista” ( y nos tocábamos los ojos con nuestras manitas infantiles), el oído (se tocaban las orejas) y nosotros hacíamos lo mismo, el olfato (se tocaban la nariz) y nosotros repetíamos ese movimiento, el gusto (se tocaban la boca) nosotros también, y por último, el tacto (se tocaban los dedos) y nosotros seguíamos su ejemplo.

Los cinco sentidos son importantes para la percepción. Hoy hablaríamos de un sexto sentido (la intuición) que uno no sabría dónde situar en el cuerpo humano, quizá la cabeza, el corazón, el vientre. La verdad es que no se sabe. Uno supone la existencia de otros sentidos desconocidos o ignorados; sin embargo, lo que realmente importa es ser consciente de ellos. Y saber disfrutarlos. Resulta curioso que los hombres y las mujeres utilicemos los sentidos de forma diferente. Solo me atrevo a dar un par de ejemplos. Los hombres somos básicamente visuales. A nosotros nos entra la belleza por los ojos. Una mujer nos atrae por su apariencia, su figura, la curva de las caderas. Digamos que nos dejamos llevar por la impresión del exterior. En fin, que somos predecibles y simples. Las mujeres, por el contrario, parecen difíciles. Ellas no se engañan y sus vías de conocimiento corren silenciosas. Ellas interpretan el mapa geográfico, el mapa social y el psicológico a través de matices y detalles casi imperceptibles. Claro, casi imperceptibles para los hombres. El modo en que actúa su percepción es silencioso. Una mujer intuye o conoce a un hombre mediante el olor (sentido olfativo), la voz, el tono, el timbre y el acento (sentido del oído). Dicho de otro modo, la mujer no se conforma con el ruido ni lo evidente.

Por si fuera poco, la configuración particular del sentido de la vista de las mujeres les permite alcanzar con sus ojitos ángulos imposibles, poseen rayos X y un detector que les avisa al instante de una falta de estilo del hombre que tengan delante.

A mí me parece que el sexto sentido y los otros sentidos desconocidos por los varones constituyen parte esencial del mal llamado “sexo débil” y entre los cuales creo acertar si cito la intuición, el tacto, la ambigüedad, la risa femenina, el dominio del color, la gracia, el arte de la seducción, la capacidad de escuchar o fingir que se escucha, la interjección, el gesto facial …

Claro que en la escuela no nos enseñaron estas cosas porque cuando uno es un niño, lo que menos le interesa es saber que va a tener que convivir con un ser superior.

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(1 “Ella tiene siempre los ojos abiertos” (Paul Éluard)

 


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