Soy partidario del Estado del bienestar, sin los abusos de los Estados y los gobiernos gestores, porque ese abuso de poder de gobiernos y Estados es absolutamente contrario a la libertad democrática y económica, parte intrínseca de la política. Puede haber libertad económica parcial sin libertad política, pero nunca puede haber libertad política sin libertad económica, entre otras cosas porque la libertad económica es reconocida por la Declaración Universal de los Derechos Humanos como uno de sus derechos esenciales.

Como manifesté en un anterior ensayo, la mano invisible de Adam Smith no es más que una parte de la mano invisible de la sociopolítica y, en consecuencia, el mercado económico es una parte esencial del mercado de las ideas. La misma eficiencia, transparencia y equidad que aporta la mano invisible a la economía, la aporta también al mercado de las ideas, a la libertad y a la democracia, solo existe una mano invisible global que actúa permanentemente en todas partes, en todo momento y en todo tipo de actividad política, económica, social o de cualquier otra índole. La necesidad y el buen hacer de la economía de mercado ha tardado en ser reconocida 200 años, el concepto de democracia lo tenemos hace más de 2.000 años y aun así hay muchos que no quieren aceptar ni reconocer o adulterar y pervertir sus contenidos, por intereses personales partidistas, en general espurios y falsos.

En la economía de mercado también se puede discernir entre los modelos clásicos y keynesianos o sus derivados. Los primeros marcan como origen de la economía clásica a Adam Smith, Jean Baptiste Say, David Ricardo, Thomas Malthus, John Stuart Mill, entre otros, sus postulados se basan en el libre mercado sin intervención ajena, ni siquiera de los gobiernos, son contrarios al uso de la política monetaria y fiscal y consideran que el valor de cualquier bien debe ser producto del trabajo utilizado para producirlo.

La economía clásica tiene más de 200 años, evolucionó hacia la neoclásica que se basa en la esencia del mercado, es decir en la oferta y demanda, la obtención de los precios, el valor del dinero y la búsqueda de competencia y su eficacia. Fueron sus principales defensores Alfred Marshall con su teoría del equilibrio parcial, León Walras con la teoría del equilibrio general, los monetaristas Knut Mixel, Irvin Ased y los denominados del bienestar Arthur Pigou y Wilfredo Pareto, finalmente evolucionan hacia la escuela de Chicago, defensora acérrima del libre mercado, complementado por un control estricto monetario y, por lo tanto, de la inflación y de los tipos de interés liderada por Milton Friedman y George Stigler.

En competencia con estas teorías, John Maynard Keynes, en 1936, en su obra Teoría general del empleo, el interés y el dinero, explica que el gasto público genera un efecto multiplicador de la economía, lo que provoca el incremento de la demanda y, por lo tanto, la activación de la economía, lo que puede ser útil en las épocas de recesión y crisis económica. En definitiva, en ambas teorías, siempre dentro de la economía de mercado, unos propugnan una menor intervención del Estado y los otros mayores, pero lo cierto es que ambos modelos económicos en la práctica intervienen dependiendo en mayor o menor medida en función de la situación.

Aunque actualmente tiene más vigor la escuela de Chicago que la keynesiana, ambas se están aplicando sobre todo en momentos difíciles como fue la crisis financiera de las hipotecas subprime de 2008 y, en estos momentos con la pandemia, Estados Unidos, la Unión Europea y gran parte del mundo, realizaron prácticas económicas que se pueden considerar como neokeynesianas. Hay quien quiere ver a los clásicos como más bien de derechas y a los keynesianos como de izquierdas. Es cierto que los que se sienten de derechas les gustan más las políticas neoclásicas y la contención del gasto público y los de izquierdas suelen apostar por la expansión del gasto público, aunque al final unos y otros acaban combinando ambas políticas, compaginando austeridad y aumento de la deuda pública. Dentro del sistema de la economía de mercado, imperante y el que más eficaz ha demostrado ser, hay campos suficientes para el debate, la discrepancia y la búsqueda de diferentes alternativas de actuación que con el tiempo aparecerán otras nuevas.

En la era digital seguirán surgiendo nuevas ideas, tecnologías y alternativas para un mayor y mejor desarrollo en el mundo, entre ellos la información, la recogida de datos y la transparencia de cómo funciona todo, así como lo que significa la disminución de la presencia física de las monedas y la aparición de las criptomonedas.


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