Por Asunción Suniaga

Las primeras luces de la docencia en Venezuela se dan en el período colonial a través de la actividad misional que procuraba una educación religiosa bajo principios provenientes de Europa. El primer vestigio de actividad docente universitaria en Venezuela establecida formalmente fue en un Colegio Seminario en Coro en 1593 para la enseñanza de la Gramática, cuya docencia se ejercía tradicionalmente por preceptores.

Años más tarde se constituyeron otros colegios seminarios, siendo el más importante de ellos el Colegio Seminario Nuestra Señora de Santa Rosa de Lima fundado en 1696 en Caracas, puesto que allí Diego Baños y Sotomayor redactó la primera constitución para regir su funcionamiento. En 1722  fue reformada por Juan José Escalona y Calatayud, convirtiéndola en un Estatuto Orgánico que incluía el régimen laboral de la actividad docente en Venezuela, donde aún existen preceptos vigentes.

Posteriormente, la reforma estatutaria de 1827 decretada por Simón Bolivar modifica el desarrollo docente orientándolo hacia una docencia profesionalista por cátedra y tubular, por las escasas posibilidades de transferencia de un curriculo a otro, lo que ocasionaba la duplicación innecesaria del personal docente y de equipos.

Llegado 1843 se crea el Código de Instrucción Pública (Régimen Laboral Especial de Docencia) para normar y organizar la educación en la época, que estipulaba: la provisión de las cátedras por concurso; la permanencia en ellas por el buen desempeño; las sanciones con multa; suspensión o destitución por los incumplimientos docentes; la jubilación a los veinte años de servicio; y, como novedad, se otorga una declaración de benemérito a quien publique obra de valor científico o humanístico.

A partir de 1936, luego de la Reforma de Córdoba, se impulsaron las actividades académicas y científicas y, con ello, la modernización universitaria. En 1952, luego de un Consejo de Reforma, se perdió la autonomía universitaria al pasar esta a manos del gobierno, lo que produjo una serie de conflictos que obligó a hacer una revisión interna de la universidad y sus procesos, puesto que los acontecimientos políticos suscitados en el país la divorció de misión y visión educativa.

La caída del régimen militar y la inauguración de la democracia representativa, en 1958, le abrían un nuevo tiempo histórico a la universidad venezolana debido a la aparición de algunos elementos tecnológicos que influenciaron grandemente la educación universitaria, entre ellos: la imprenta, el teléfono y la radio.

En 1970, con la creación de la computadora, impresoras, Internet, entornos virtuales, telefonía móvil y otros, se estimuló la ampliación cognoscitiva, la masificación estudiantil, la expansión universitaria y la reestructuración del sistema educativo universitario, pues las TIC innovaron la forma de generar conocimientos, de comunicar, de controlar y comprender nuestro entorno. Pese a ello, se ha subestimado el papel transformador que tiene la tecnología en la docencia universitaria, limitándolo al mero uso de los equipos tecnológicos y no como agente potenciador del pensamiento y del conocimiento.

En el caso venezolano, la expansión universitaria ha superado las expectativas educativas atentando contra la calidad que exige todo servicio educativo, lo que ha provocado diversos problemas internos en cuanto a: infraestructura, burocratización administrativa, desactualización de sistemas informáticos y legales acordes con la realidad, una apatía hacia la investigación y extensión, plan de estudios discordantes ante los retos que plantea nuestra época actual, lo cual aunado con la profunda crisis que atraviesa el país, minimiza la capacidad de respuesta a las exigencias del entorno y ha desfasado por completo a la universidad de su misión original.

Ante tales hechos, existe la posibilidad de construir otros horizontes epistemológicos que redefinan la razón de ser de la universidad, que conllevan a cuestionar y reflexionar lo que significa hacer docencia universitaria en Venezuela. Esto constituye una tarea pendiente del Estado venezolano y amerita la conformación de docencia universitaria, otra que imbrica lo ético, lo estético, lo sensible, lo tecnológico, la crítica, la intersubjetividad, que transcienda las disciplinas, que transverse saberes y que se corresponda ante esta nueva era planetaria transcompleja.

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