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-Por primera vez el Partido Republicano vive un histórico y complejo proceso divisionista 

-Esta potencial división de republicanos implicaría el monopolio del poder en un solo partido

-El predominio de un solo partido, advirtió George Washington, sería una “atrocidad”

La derrota electoral de un partido en el gobierno es siempre traumática. En Estados Unidos la Constitución les ofrece a los que deben abandonar el gobierno un interregno de dos meses y medio. Un plazo que con seguridad será modificado pues se originó cuando, debido a las distancias de este país, se tomaba semanas para llegar a Washington. También el temor de que esta larga transición contribuyó a que las frustraciones y resentimientos de Donald Trump se nutrieron y promovieron el asalto al Capitolio.

En Gran Bretaña la transición está despojada de toda solemnidad y, como si se tratara de un despido de un empleado corriente, ocurre el mismo día de las elecciones. Una de estas transiciones la presenciamos como estudiante en Londres. La experiencia es única. Al tiempo que el primer ministro elegido entra por la puerta principal de 10 Downing Street, el perdedor sale por la puerta trasera con maletas en las manos. El entrante es vitoreado mientras el saliente es abucheado. Es una forma brusca o parecida a la advertencia de la Roma Imperial a sus héroes, que mientras eran aclamados por el foro un esclavo les susurraba: “Recuerda que la gloria es pasajera”.

Como resultados de desaciertos, por primera vez en su historia, el Partido Republicano se encuentra en un serio y complejo proceso autodestructivo que lo puede conducir a la división. Para comprender esta madeja que sofoca sus signos vitales es necesario precisar algunos de sus componentes. Veamos.

  • Una mayoría republicana ve a Trump como un activo sin el cual el partido no tendría oportunidad de ganar las elecciones parlamentarias de mitad de período. Un triunfo es necesario para revitalizar la organización que perdió en un período la Cámara de Representantes, el Senado y la Casa Blanca. Un hecho que no ocurría desde la elección del demócrata Franklin Roosevelt en 1932.
  • Otros piensan que se debe prescindir de Trump lo antes posible e insisten que el fracaso de su gobierno tiene que ver con su inexperiencia política. Para los radicales anti-Trump, no solo dividió al partido, sino a la nación entera.
  • El terrible manejo de la crisis sanitaria del gobierno de Trump ha tenido grandes repercusiones poselectorales. Los propios asesores de ciencia de Trump han reconocido ahora que por lo menos alrededor de 400.000 americanos hubieran podido salvarse de la muerte con un liderazgo presidencial más apropiado. Trump rechazó medidas preventivas de la pandemia, basado en una obstinada postura anticiencia.
  • Trump carga con el récord de haber sido el único presidente de la historia en ser llevado a juicio en dos ocasiones en un mismo período. Numerosos juicios ordinarios, civiles y penales continúan después de abandonar la presidencia. Sus oponentes republicanos temen que la mayoría de estos procesos que amenazan con irrumpir en la opinión pública son contraproducentes en unas elecciones parlamentarias.
  • La oposición minoritaria republicana opuesta a Trump está persuadida de que la debacle partidista poselectoral, en la que perdieron los dos senadores republicanos de Georgia en una elección especial y con ellos el Senado, puede repetirse en otros estados exacerbando la división.
  • Trump regresó al Partido Republicano los viejos fantasmas del supremacismo blanco y el racismo desembozado del Ku Klux Klan que nacionalmente es rechazado pero sigue arraigado en zonas rurales donde esta deformación social se refugia.
  • El historiador y biógrafo de presidentes de Estados Unidos, Jon Meacham, piensa que el meollo del error estratégico de los republicanos fue creer que esta ola de “diversidad” que se manifiesta en Estados Unidos no era más que una “idea”, muy lejos de una realidad social. «Si hay alguna lección en los últimos años es que el país que logró enviar a Barack Obama dos veces a la Casa Blanca, es el mismo que eligió a Donald Trump. Ahora díganme, si esto no es una diversa y complicada nación», sostiene el premio Pulitzer de Historia. Convencidos de que la elección de Biden la decidió esa diversidad étnica, la certidumbre de esta realidad los tiene alarmados.
  • El subsidio sanitario de 1,9 billones de dólares que el gobierno de Biden destinó a la población de menores ingresos para paliar la crisis del covid-19, con una aprobación en las encuestas de cerca de 80% de la población, no encontró en la Cámara de Representantes, ni en el Senado, un solo voto republicano. El nuevo proyecto de Biden de más de 2 billones de dólares, para reparar la infraestructura de todo el país, es la más grande inversión en su tipo desde la posguerra que traerá consigo la creación de millones de puestos de trabajo, tampoco fue aprobado por los republicanos.
  • Esta semana se inició el juicio que se sigue al policía que dio muerte al afroamericano George Floyd con la rodilla en la nuca. El efecto emocional es tremendo. A medida que los testigos y los videos muestran detalles del insensible exceso policial racista ocurrido durante la administración republicana.
  • A esto se agrega el escándalo del congresista de Florida Matt Gaetz, investigado por delitos de tráfico sexual con menores y drogas. Gaetz había sido hasta hoy el más vocal, mordaz y leal defensor de Trump, cuya agresividad como su defensor no distinguía entre republicanos o demócratas opuestos al expresidente. Lo más grave del caso es que la investigación, que se conoce ahora, fue ordenada por el titular del Departamento de Justicia de Trump, William Barr.
  • Parte de esta argumentación anti-Trump pierde relevancia con las encuestas que lo señalan favorecido por las dos terceras partes del partido Republicano. El predicamento en el que se encuentran los republicanos es complejo. Trump personifica una rasgadura importante si se queda en el partido como líder y si lo sacan, igualmente la división es inminente. El menor daño que provocaría es a corto plazo, pues tiene la mayoría. A mediano plazo, una incógnita.

La “estrategia” republicana

La prestigiosa publicación The Atlantic comenta que “Estados Unidos es ahora la república dividida que temían los fundadores». A menudo George Washington es recordado en su discurso de despedida por su advertencia contra el partidismo extremo: “El bipartidismo es en sí mismo un espantoso despotismo». Los constitucionalistas pensaron que al crear un gobierno fuerte para enfrentar los estados federados con la separación de los tres poderes estaban cumpliendo con la teoría política más avanzada de la época a fin de evitar la formación de un partido dominante.

En Estados Unidos los dos partidos están divididos por valores geográficos y culturales y ninguno de los dos, hasta ahora, había abrigado la posibilidad de convertirse en el partido dominante en un futuro próximo.

¿La tendencia?

Curiosamente, la “estrategia” que han ideado los republicanos para contener esa enorme ola liberal que parte de las costas oceánicas y que amenaza con reducirlos a ambas riberas del Mississippi, es “retroceder el tiempo”. De una manera organizada y coordinada ya han aprobado al menos 250 nuevas leyes en 46 estados de la Unión para limitar el voto por correo, la votación anticipada en persona y en general obstaculizar o represar el voto de millones de afroamericanos y otras minorías acudiendo a retorcidos mecanismos legales. La medida “es la contracción más radical del acceso al voto desde el final de la Guerra Civil”, según un análisis de The Washington Post.

La “estrategia” republicana es tan inadecuada que incluso sus soportes tradicionales, grandes corporaciones, han rechazado estas acciones antivoto. Ed Bastian, director ejecutivo de Delta, el mayor empleador de Georgia anunció que la legislación republicana antivoto «es inaceptable y no coincide con los valores de Delta». Por su parte, Coca Cola Corporation, otra de las corporaciones más grandes de Georgia, hizo una declaración redactada de manera similar. Grandes empresas han anunciado su retiro como donantes del Partido Republicano en protesta por esta legislación antivoto contra afroamericanos y minorías. Brad Smith, presidente de Microsoft, escribió una larga protesta en su blog, detallando fallas de la legislación y sugiriendo que las corporaciones estadounidenses intentarán cambiarla. Lo mismo ha hecho AT&T.

El predominio de un solo partido, como anticipó George Washington, es una atrocidad, pero el caso es que la potencial división republicana promete tanto poder a los demócratas que difícilmente la inconveniencia política podría disuadirlos de la enorme tentación que se les presenta.

¿Fin del bipartidismo en Estados Unidos?

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