Por María Margarita Galindo

Inicia el 2023 y es hora de retomar las actividades regulares de un anticuado, desfasado y extemporáneo «calendario escolar», cuyas actividades de nuestros niños, adolescentes, jóvenes y docentes se centran en volver a sus aulas de clases.

Y si tal praxis estuviera en consonancia con lo que debería ser una «educación de calidad», debemos preguntarnos: ¿En qué condiciones se regresa a nuestras instituciones? La verdad es que tenemos docentes que viven en la miseria, llenos de frustración, desolados y hasta sin esperanza; muchos sobreviven con la ayuda de sus hijos en el exterior para mitigar la pobreza y el hambre que afecta a la mayoría de los venezolanos. Y esa realidad se combina con estudiantes que reflejan en sus rostros la malnutrición y cuyos padres sufren por no poder siquiera alimentar dignamente a sus hijos; de hecho, muchos de ellos los envían a los centros educativos con la única esperanza de que reciban algún tipo de alimentación, lo cual no es así, pues hace mucho tiempo el Programa de Alimentación Escolar (PAE) dejó de existir en nuestras escuelas y liceos, y en aquellos donde «funciona» es prácticamente una entelequia.

Por otro lado, tenemos instituciones educativas en el suelo, lo cual no es una metáfora, porque en muchos planteles se han caído paredes, techos, baños, aulas, oficinas y hasta escaleras, mientras lo único que aumenta son cementerios de pupitres, pizarras viejas y obsoletas, así como estantes inservibles, y cuya praxis pedagógica llega al punto de tener los estudiantes que recibir clases sentados en el piso, algo que ha convertido muy común en Venezuela. Y qué significado nos muestra toda esta difícil y cruel realidad, pues no es otra que la destrucción de la educación en todos sus niveles y modalidades. Es la destrucción de la educación en toda su composición: curricular, académica, pedagógica, profesional y humana.

Desde estas consideraciones, la educación es el arma más poderosa que combate la ignorancia y cuando un ser humano es formado bajo un principio de una educación critica, reflexiva, analítica y pensante, entonces se construye un ciudadano libre, y esta fórmula no es compatible con la opresión que controla al país. Las ideologías en sí siempre van a existir, pero una educación autónoma, apartada de prejuicios y dominación política, proporciona a sus ciudadanos la capacidad necesaria para discernir y luchar por sus derechos. Y esa es precisamente la virtud de la educación.

Es por ello que los docentes debemos seguir luchando por nuestros derechos laborales, así como por los derechos de nuestros estudiantes que día a día depositan su confianza en sus maestros que tanto admiran y quieren, razón por la cual, estamos llamados a ser ejemplo de lucha para nuestros niños, recordando que ellos son grandes imitadores de las figuras importantes que trascienden en sus vidas.

Un educador tiene que ser fuente de inspiración para otros, así como Simón Rodríguez o Andrés Bello fueron esa semilla pensativa para Simón Bolívar, hombre que fue capaz de dar libertad a cinco países, lo cual le valió el título de Libertador, así cada docente en este reinicio de actividades escolares debe ser fuente de inspiración para sus estudiantes.

La realidad es dura, pero no podemos desfallecer. Hay que llevar la esperanza pero abrazados a una lucha que no es nada fácil, pero no es imposible si todos unidos exigimos el respeto y la dignificación de la educación como carrera, y nos orientamos en rescatar esa educación de calidad que en algún momento Venezuela ofreció a sus estudiantes, y que por ello aun contamos con profesionales del más alto nivel, y que aún no ha permitido que la educación termine de morir.

Y en este camino, resulta obvio la estrategia de unos pocos egoístas, que dirigiendo la nación quedan al descubierto: tener niños con hambre en nuestras aulas, tener currículos desactualizados, querer seguir teniendo escuelas y liceos destruidos en sus infraestructuras, sin agua, sin electricidad, sin Internet ni telecomunicaciones, y por supuesto, tener educadores, personal administrativo y ambientalista con salarios miserables que apenas alcanzan para cubrir dos o tres días de alimentación.

Y en ese contexto, mientras tenemos universidades que luchan por no morir, el gobierno «forma» docentes (de)formados en cursos exprés, lo que viene a ser otra aberración en la destrucción de la educación, porque de tener alrededor del 3% de la población concentrados en los más recónditos espacios del país garantizando el aprendizaje y conocimiento de nuestros niños y adolescentes y jóvenes, la realidad es que la mayor parte de tales docentes también han emigrado de las aulas y del país como forma de sobrevivencia.

Finalmente, que existan profesionales venezolanos exitosos fuera de nuestro país nos lleva a una única y pertinente conclusión: la educación es el principal enemigo de aquel que quiere oprimir y robar libertades. En consecuencia, nuestra tarea es hacer la lucha por devolver el derecho de una educación que sea digna y que forme los profesionales capaces de reconstruir esta nación, y donde, estamos seguros, también veremos el regreso de todo nuestro talento humano fuera del país.

[email protected]


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!