La filosofía de la dialéctica materialista dominó no sólo la generación del siglo XX, sino que, pareciendo poco, viene esclavizando todo el siglo XXI; mientras, preceptores siguen sin entender cómo un sistema de pensamiento megalómano de un poder único centralizado, atribuyéndose poderes de la creación, ha podido dominar a toda una generación, obligándolos a ser meros objetos o instrumentos de producción, nada más porque así le apetece al tal modelo de pensamiento fetichista.

En ese sentido, las juventudes tampoco entienden cómo fue que sus abuelos eran más prósperos  que sus padres, sus padres más prósperos que ellos, siendo estos, al parecer, los más preparados en todos los sentidos, aún se preguntan ¿qué pasó?

Además, este peculiar fenómeno económico no es un caso separado de ningún país, como suponen patéticos y trasnochados análisis provincianos de cada nación, sino que es propio del orden económico que prevalece, basado en la estrategia monetarista de mayor emisión de moneda, con el objeto de aumentar la burocracia, paliar la deuda y el gasto público; trayendo como consecuencia estas políticas públicas, inflación acelerada, junto al alza en la tasas de interés que ninguna persona pueda sostener, como una tormenta perfecta para la autodestrucción de la sociedad; en medio de muchos flagelos como consecuencia de esas políticas económicas, al que son obligadas las naciones padecer. Pues bien, lo juzgan las disciplinas económicas que, la inflación es la más destructiva carga fiscal que se le pueda obligar a las poblaciones.

Por otro lado, estas políticas reducen de manera vertiginosa, la capacidad de ahorro, económico financiero, reflejada en la reducción de la inversión a los niveles más bajos de la contemporaneidad, con la paradoja de una época de la revolución tecnológica, que, entre otras cosas, sirven para consolidar los proyectos más ambiciosos y salomónicos de los megalómanos monopolios de todos los tiempos, facilitando el poder total del gobierno mundial sobre las naciones.

A todas estas, se subraya que, el poder siempre se ha debatido entre el control total de un sistema mundial y la libertad de las poblaciones, en la que el derecho de autodeterminación, junto a la socialización de los medios de producción, han servido de instrumentos por excelencia, a favor de los principales monopolios globales.

Para colmo, a todo se le suma el control de la alimentación y de la salud por parte de supermonopolios, sumado a las tecnología de la comunicación, a la que está todo interconectado en todos los ámbitos, formas y sentidos; haciendo cada vez más interdependiente al ser humano con los grandes centros del poder que responden sin lugar a dudas al gobierno total.

 


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