Era el año de 1993 y en Washington, Estados Unidos, se firmaba un acuerdo de paz entre Palestina e Israel como una forma de declaración sobre acuerdos provisionales para obtener la autonomía de la Organización para la Liberación de Palestina, que reconocía a Israel y su derecho de existir.

Estos acuerdos fueron signados por hombres que en su mayoría ya no ocupan los mismos cargos dentro de la política actual, han fallecido o en algunos casos fueron asesinados. Mahmoud Abbas, entonces representante de la OLP y desde 2005 presidente de la Autoridad Nacional Palestina; el ministro de Relaciones Exteriores de Israel, Shimon Peres, y actual presidente de Israel; el ex secretario de Estado de la Unión Americana, Warren Christopher, fallecido en 2011; el canciller ruso Andréi Kozyrev; todos ellos en presencia de Yasser Arafat, de la OLP, fallecido en 2004; Yitzhak Rabin, primer ministro de Israel, asesinado en 1995, y el entonces presidente de Estados Unidos, Bill Clinton.

Y en un caso curioso, ese mismo año el director de cine Steven Spielberg llevó a las salas de cine la historia de los 1.200  judíos polacos que fueron salvados de morir en el Holocausto por un solo hombre –Oskar Schindler–, considerada una de sus mejores películas, y con la cual ganó seis premios Oscar, incluidos los de mejor guión, película, director y banda sonora: La lista de Schindler, la épica versión cinematográfica basada en un hecho real que se encuentra consignado y documentado en el libro del escritor australiano Thomas Keneally (Sydney, 1935), El arca de Schindler.

Cinco años duró la aparente paz entre los pueblos árabe-israelíes firmada en Washington (1995-1998). Y pese a todo, el boom del Holocausto continúa dando cintas cinematográficas, libros “espectaculares”, entrevistas y una interminable lista de discursos, acuerdos y disculpas que solo se quedan en buenas intenciones.

Las negociaciones de paz entre palestinos e israelíes para alcanzar un acuerdo de paz continúan muchos años después de estos buenos intentos, en la actualidad los nombres de los actores son John Kerry, por el lado estadounidense; por Israel, Tzipi Livni, y del lado palestino Saeb Erekat, que han dicho que están comprometidos para alcanzar tan “anhelado sueño”.

En este marco, la obra de Ari Shavit –influyente periodista del diario Haaretz– Mi tierra prometida (Debate) capta la esencia y el corazón palpitante del Medio Oriente, así como del lugar que allí ocupa Israel, de una forma tan intensa como ningún otro libro lo ha hecho en los últimos años.

A partir de entrevistas, documentos, diarios privados, cartas y de la propia tradición familiar, Ari Shavit ilumina los hitos del siglo sionista y articula una narrativa de grandes dimensiones históricas en torno a la crisis existencial que padece Israel en la actualidad.

Con su prosa provocadora, Shavit desarrolla una iluminadora reflexión sobre las encrucijadas del Estado judío y se formula preguntas clave que arrojan nueva luz sobre el presente: ¿Por qué se constituyó Israel? ¿Cómo se estableció? ¿Puede sobrevivir? He aquí el retrato imprescindible de un país pequeño, convulso, que vive al límite y cuya presencia e identidad desempeñan un papel crucial en el panorama político global.

Ciertamente, todo se desenmascaró durante el siglo XX, cuando por lo menos en una ocasión observamos un temible rostro, permitiendo palpar la realidad durante El Holocausto. El soldado se convirtió en asesino profesional; la política, en crimen; el capital, en una gran fábrica equipada con hornos crematorios y destinada a eliminar seres humanos; la ley, en reglas de juego de un juego sucio; la libertad universal, en cárcel de los pueblos; el antisemitismo en Auschwitz; el sentimiento nacional, en genocidio. En todas partes se trasluce la verdadera intención; los pocos ideales que había quedaron manchados por la sangre de la cruda realidad.

Y quizás, la situación sea tal como la formuló Franz Kafka: solo nos queda acabar lo negativo; lo positivo ya nos fue dado por nuestra propia falta de sensibilidad ante la destrucción del hombre hacia el hombre.

Israel y Palestina, hoy, mañana y más allá de mañana, se sentarán para dialogar y alcanzar una virtual paz en un conflicto que ya alcanza proporciones mileniales; sin embargo, y pese a los esfuerzos de Estados Unidos, el camino es abrupto, sinuoso y desolador, en el que no he visto… no veo… y ni veré las condiciones para que tan ambicionada paz se alcance.

Por desgracia, la paz y seguridad que en un futuro fije posición en aquella región será el inicio de dolores para los habitantes de Israel, Palestina y la Unión Americana, porque los intereses de los árabes no son los mismos que el de los judíos, por lo que los estadounidenses están parados en un polvorín en el que el fuego ya ha sido encendido.

@plumavertical

 

 


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