La dictadura de Nicolás Maduro es la del individuo que Homero vitupera como: “Hombre sin ley”. Curiosamente, para movernos al extremo opuesto debemos retrotraernos hasta los tiempos de Aristóteles, específicamente cuando la estelar figura escribió que “el hombre por naturaleza es un animal político”; así hizo evidente el alcance de su extraordinaria expresión: el verdadero hombre lo es por su pertenencia a la polis.

No obstante eso último, lo cierto es que el hecho de pertenecer a la polis no concluye con ser un fin en sí mismo, pues al final su desarrollo natural conducirá a la aparición del régimen mixto: la politeia o República, esto es, la triaca máxima de los antiguos boticarios, la mezcla de todos los medicamentos, cuando ninguno de los remedios aislados ha resultado eficaz. A consecuencia de lo anterior, Aristóteles inclinó su balanza en la dirección últimamente indicada.

Werner Jaeger, en su libro Aristóteles, resalta un señalamiento de gran significación hecho por el propio filósofo: “…a la luz de las constituciones que coleccionamos, estudiemos qué clases de influencias conservan y destruyen los estados, y qué clases conservan o destruyen las distintas formas de constituciones, y a qué causa se debe que unas estén bien administradas y otras mal”.

Hasta el momento de hacer el anterior señalamiento, Aristóteles había construido su “estado ideal” por medio de la lógica, sin estar suficientemente familiarizado con los hechos de la experiencia. Lo realmente relevante es que, para ese momento, él tenía a su disposición el rico material de 158 constituciones que emplearía para dar al estado ideal una base positiva.El producto que se generó de lo anterior quedará reflejado en dos escritos fundamentales y que no pueden separarse: la Ética a Nicómaco y la Política.

De aquellos tiempos antiguos a los de hoy, mucha agua ha corrido por debajo del puente. Múltiples vías permiten ahora conocer y diferenciar un gobierno malo de uno bueno.Así pues, el nivel de desarrollo económico, el grado de libertades políticas, el número de la clase media, la calidad de los servicios públicos, la magnitud de la planta industrial, la calidad y eficiencia del sistema hospitalario y el nivel inflacionario, entre otros, son indicadores irrefutables de cómo andan las cosas en un país determinado.

Si nos retrotraemos a la gestión presidencial del oriundo de Sabaneta, Hugo Rafael Chávez Frías, la cual se inició el 2 de febrero de 1999 y concluyó el 5 de marzo de 2013, debemos tener muy presente que su falso esplendor fue producto de un triple golpe de suerte: las recurrentes crisis económicas ocurridas desde 1983; la tesis de la antipolítica que se sembró en el país a partir de 1990 y la actitud de quienes votaron por él. Estos últimos lo vieron como la encarnación del líder carismático, el hombre para enfrentar la crisis.

A lo anterior hay que añadir los frescos vientos que se generaron a causa del boom petrolero que lo acompañó a lo largo de su gestión. Ese hecho, totalmente ajeno a su accionar político, le permitió darle un baño de agua de rosas a los venezolanos que también se extendió a muchos otros países amigos y simpatizantes de su gestión arrogante. Al momento de su muerte, la situación económica de Venezuela había comenzado a cambiar como consecuencia de la disminución del precio del oro negro. Así se inició la crisis que hoy padecemos.

La “revolución bonita” ha sido de lo peor que nos pudo acontecer como país. La prueba palmaria de ello la observamos en el nivel de empobrecimiento que ahora tenemos. Los venezolanos somos parte del grupo de los más desvalidos de toda Latinoamérica. Creo que no exagero si afirmo que hemos retrocedido el equivalente a ochenta años o algo más.

Hoy día la esperanza de un venezolano en avanzar y crecer está atada a la emigración. La demostración de ello la visualizamos en el creciente número de compatriotas que, arriesgando en muchos casos sus propias vidas, día a día dejan a su querida patria. Los sueldos de miseria, los pésimos servicios públicos y la inseguridad, entre otros muchos males, terminan siendo el empujón indispensable para marcharse. Las estimaciones más recientes concluyen señalando que la clase media venezolana es apenas 10% de la que teníamos cuando Chávez murió. Él dejó sembrado el campo para que hoy estemos como estamos.

Mientras su sucesor y conductor de Miraflores, y las Fuerzas Armadas marquen el camino que debe seguir Venezuela, la tragedia -tanto moral como económica- se mantendrá. Sólo un determinante cambio de rumbo impregnado de furor democrático nos llevará de regreso a buen puerto. Por ahí tienen que ir los tiros.

@EddyReyesT


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