La desesperanza consiste en una tendencia a hacer inferencias negativas sobre las causas, consecuencias e implicaciones para la propia persona, que tienen los sucesos vitales negativos, según estudiosos profesionales de la psicología.

La desesperanza -subrayan estos psicólogos- es una sensación que nos provocan los pensamientos del tipo: «No hay nada que yo pueda hacer» o «para qué intentarlo, si sé que no saldrá bien»; «esto es por mi culpa» o «seguro que algo estoy haciendo mal».

Pero, el problema existe cuando la desesperanza se convierte en un modo de estar en el mundo, con el que la persona que lo padece no hace sino sufrir y sepultarse en una maraña de pensamientos y sentimientos negativos, que pueden terminar manifestándose como un problema significativo de salud mental.

¿Qué quieren decir con esto? Pues que la desesperanza aprendida sigue los mismos patrones conductuales, por cuanto se produce una contingencia arbitraria de causas y consecuencias, es decir, desde el punto de vista del individuo que la desarrolla, las consecuencias negativas que está padeciendo no responden a ninguna conducta, que él o ella haya llevado a cabo. Por lo que el individuo aprende que, ante cualquier situación adversa futura, nada de lo que haga tendrá resultados positivos, y por tanto, tenderá a la pasividad y apatía, como única respuesta conductual.

Según estos profesionales de la psicología, las consecuencias de sufrir la desesperanza son múltiples y están en función principalmente de nuestro estilo de personalidad dependiente a no saberse capaz. Las personas dependientes utilizan frecuentemente la expresión «yo no puedo»,  basado en historias de sobreprotección infantil que les han invalidado, en su sensación de competencia.

Las personas depresivas manifiestan sentimientos de incapacidad, con frecuencia que cristalizan en la desesperanza que debemos vencer a como dé lugar, venciendo nuestros temores y miedos.

Es pues el objetivo que debe privar en cada uno de nosotros, si queremos vencer los obstáculos que se nos presenten en nuestras vidas. Y uno de ellos es no rendirnos, porque la desesperanza se afronta con paciencia y un esfuerzo grande, con pequeños pasos pero con grandes logros que nos hagan ver, que hay cosas maravillosas por las que debemos seguir viviendo y seguir luchando. Ahora con más razón, porque se observa una luz al final del túnel, esplendorosa en toda su magnitud, alumbrando caminos ciertos hacia un nuevo y prometedor futuro, lleno de libertad y plena democracia.

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