Los capitostes del chavo-madurismo han sufrido recientemente dos importantes derrotas que ponen de manifiesto su creciente vulnerabilidad política. La primera, que intentaron minimizar con ridículas acusaciones de fraude que no se las creyeron ni ellos mismos, fue la nutrida participación en la elección primaria que eligió, abrumadoramente, a María Corina Machado como candidata opositora para las próximas elecciones presidenciales de 2024. A pesar de la falta de recursos, las dificultades para organizar esa votación sin apoyos externos y la descarada y abierta intimidación por parte del régimen, como el cerco comunicacional en torno al evento, salieron a votar 2,5 millones de personas, muchas de ellas chavistas. Un duro golpe para quienes se habían consolado con la idea –cultivada en la burbuja ideológica en la que se refugian de la realidad– de que sólo votaría una minoría insignificante, escuálida.

La segunda fue el fracaso del referendo sobre la Guayana Esequiba del 3 de diciembre. La chapucera alquimia de convertir el número de votos emitidos, 10.550.320 según el primer boletín del CNE, en número de votantes –cada elector debía votar 5 veces, una por pregunta– la desmintió la escasa asistencia a los centros de votación observada a lo largo y ancho del país. Ni siquiera Chávez, en sus mejores momentos como candidato presidencial, llegó a cosechar 10 millones de votos.

Pero tampoco tiene sentido discutir si acudieron a votar más o menos personas que en la primaria. Las cifras anteriormente referidas del CNE dan como número 2.110.864 votantes. Pero el fracaso no reside ahí sino en la pobre capacidad de convocatoria, de motivación y movilización de los venezolanos, exhibida por Jorge Rodríguez, Maduro y Padrino, incluso con relación a un asunto tan caro para el país como son nuestros derechos sobre el territorio en disputa. Porque no cabe duda de que a esa inmensa mayoría que no votó sí les interesa su defensa. Pero el chavismo perdió el toque mágico que tenía con ellos. “Tanto va el cántaro al agua…”, que ya no surten efecto sus reiterados embustes, promesas incumplidas y demás triquiñuelas. Todavía el chavo-madurismo no cae en cuenta de que buena parte de sus seguidores son empleados públicos, los peor golpeados por la política neoliberal de Maduro de congelar sus sueldos en el marco de una severa inflación que, de paso, él mismo causó. ¿Cómo creerle a quien ha logrado que un sueldo mínimo de 30 dólares en mayo de 2022 equivalga, hoy, a poco más de 3 dólares? ¿Qué escasee el agua, la gasolina, se vaya la luz y tantas otras carencias? Y, más allá, ¿qué cuento meterles a los miles de militares del Plan República que vieron los centros de votación vacíos?

«Hoy el pueblo habló duro, alto…», exclamó en público Maduro, una vez que el CNE anunciara los resultados de la consulta. Y en realidad fue así, habló muy claro el pueblo, dándole la espalda. Y constatar este hecho, como el entusiasmo que ha resurgido con la candidatura democrática de María Corina, lo tiene asustado.

La obnubilación de quienes se creen dueños del país los lleva a cometer disparates. Como aclarara poco antes de su lamentable muerte el ilustre jurista Ramón Duque Corredor, no tiene sentido consultar al pueblo si defiende la integridad territorial de Venezuela porque es un derecho irrenunciable de la nación. Así reza el artículo 1° de la Constitución, junto a la independencia, la libertad, la inmunidad y la soberanía. Recordaba, además, que leyes aprobatorias de tratados internacionales no pueden ser objeto de referendos (artículo 74). Y este es el caso de la ley aprobatoria del Acuerdo de Ginebra en 1966. En fin, sería como preguntarle a la gente si desea conservar su vida. Una redundancia que pretendió usar el chavo-madurismo para insuflarse de aires patriotas ante sus seguidores –cuando, en realidad, ha destruido a la patria– y recuperar la iniciativa política que le fue arrebatada por la elección primaria.

Pero como la maniobra no le resultó, el madurismo decidió huir hacia adelante, subiendo la apuesta, aprovechándose del venenito inserto en la pregunta N° 5: “¿están de acuerdo con la creación del estado Guayana Esequiba … que incluya la emisión de documentos de identidad y que se incorpore ese estado al mapa del país?”. ¡Su aprobación expresaría la aclamación popular de que el territorio sea anexado! A tal efecto Maduro blande tambores de guerra ante Guyana y clama, desafiante, que no se someterá a la jurisdicción de la Corte Internacional de Justicia. Decide poner el territorio reclamado bajo jurisdicción de una ZODI militar localizada en Tumeremo, monta una oficina ahí para entregarle cédulas de identidad a los habitantes del Esequibo, ordena a Pdvsa y la CVG formular proyectos para el Esequibo y prohíbe tratos con empresas que contrataron con el gobierno de Guyana. ¡Arreglado el asunto!

No se percató, empero, que a este pequeño país lo apoyan el Caricom, Estados Unidos y países europeos, y que sus aliados tradicionales –Cuba, Petro, Lula y Rusia–, lejos de alinearse con él, le piden que baje los humos para resolver políticamente el diferendo, pues son amigos también de Guyana. Al menos muestra consecuencia con su mentor Chávez, quien, en 2004, dio licencia a que Guyana explotara recursos en el territorio en disputa, siempre y cuando fuera “a favor del pueblo (guyanés)”. Maduro va más allá, pues al renunciar a la defensa de la posición de Venezuela ante la CIJ, de hecho, le está entregando definitivamente a ese país y con la anuencia del derecho internacional, el territorio esequibo.

¿Qué hacer ahora? ¿Qué margen de maniobra le queda? ¡Arremeter contra las fuerzas democráticas de oposición, bajo la excusa de ser parte de una conspiración global contra Venezuela! Apresan a Roberto Abdul, presidente de Súmate, organización clave en la exitosa realización de la primaria, y se libran órdenes de captura a Claudia Macero, coordinadora de Comunicaciones de Vente Venezuela, la organización liderada por María Corina Machado; Pedro Urruchurtu, coordinador de Asuntos Internacionales, y Henry Alviarez, coordinación de Organización Nacional. Torquemada William Saab los acusa de asociación para delinquir, traición a la patria, legitimación de capitales y conspiración (¡!). Pero no se detiene ahí, pues incluye dentro de esta orden a Yon Goicoechea, Juan Guaidó, Julio Borges, Andrés Izarra, David Smolansky, Lester Toledo, Carlos Vecchio, Leopoldo López y Rafael Ramírez, todos fuera del país. Lo insólito es que el chavo-madurismo tira esta parada en momentos en que está a prueba con el gobierno de Estados Unidos, que sopesa si mantiene la suspensión de las sanciones en su contra o las restituye, dependiendo de si cumple o no lo acordado en Barbados de liberar los presos políticos y realizar elecciones confiables en 2024. Su intemperancia pone en riesgo los churupos adicionales que pensaba cosechar, sin los cuales no tiene vida en una contienda política sana.

Desde luego, le queda todavía la fuerza armada (¿?) y los medios de represión del terrorismo de Estado. En fin, recae, como de costumbre, sobre sus resortes fascistas. La política como guerra contra los enemigos de la patria (y nosotros –Maduro, Padrino, Diosdado y los hermanos Rodríguez– somos la patria). Y si suben las pasiones lo suficiente y la oposición pisa el peine de la provocación, siempre se podrá alegar un estado de conmoción interna que, junto con una amenaza externa, sea razón para anular las elecciones de 2024. Pero ahora esta camarilla se halla aislada internacionalmente y sin recursos.

Fue Lenin quien afirmó que las revoluciones ocurren cuando los de abajo no quieren seguir obedeciendo y los de arriba no pueden seguir mandando. No tiene porqué contemplarse el cambio político profundo que espera Venezuela como una revolución, por lo menos no en su sentido clásico, violento. Ojalá discurra por medios pacíficos y democráticos, y pueda sentar las bases para una rápida recuperación de la nación. Pero lo que si parece estar ocurriendo, a propósito de la cita de Lenin, es que mientras la oposición democrática muestra un claro proceso de fortalecimiento, la camarilla de Maduro cae, en su desesperación, en un proceso de desaciertos que muestran su debilitamiento progresivo, poniendo cada vez más en riesgo su permanencia en el poder. Ojalá que cuando se crucen estas tendencias –si es que ello ocurre pronto—la dirigencia opositora tenga la firmeza, inteligencia y disposición por entender la altura de lo que está en juego—para encontrar, en las filas del chavo-madurismo en el poder, bases para comprometerlo en la tan ansiada transición pacífica hacia la democracia y la recuperación.

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