Pedro Calzadilla confirmó la renuncia de los rectores chavistas del CNE
Federico Parra / AFP

En los aposentos del poder revolucionario la desesperación ya no es posible controlarla. Hay un desborde emocional, un nerviosismo recurrente, una locura desatada. Son conscientes del repudio ciudadano, del profundo anhelo de cambio existente en nuestra sociedad.

La decisión de convocar a los ciudadanos para definir un programa de cambios y un candidato unitario a la elección presidencial, que lidere ese proceso, ha producido ese comportamiento.

Cerrado el lapso de inscripción de aspirantes a la candidatura unitaria, la cúpula roja lanzó una serie de acciones para ejecutar su ya conocida estrategia de dividir a la sociedad democrática y desmoralizar a la ciudadanía.

Eso explica la decisión de remover totalmente la directiva del Consejo Nacional Electoral provocando la renuncia de sus integrantes. Medida que ya meses atrás se había anunciado y que precisamente en estos días, cuando se estaba trabajando la asistencia técnica y logística del Estado a la celebración de las elecciones primarias de la oposición, se concretó. De esa forma cerraban la puerta al cumplimiento de una obligación constitucional.

Eso explica, igualmente, la serie de personajes presentando escritos en la Sala Constitucional y en la Electoral del TSJ, planteando recursos de interpretación de normas constitucionales de orden principista  que para nada necesitan aclaratoria, o demandas contra la Comisión Nacional de Primaria. Además de los solicitantes de inhabilitaciones ante la Contraloría General de la República.

Maduro y su entorno va a instalar un CNE con mayor grado de compromiso político para impulsar la abstención, incrementar la frustración, buscando una respuesta de sectores opositores que agobiados o radicalizados por esas políticas dejen la cancha electoral sola. Es decir están trabajando la no participación de esos sectores en la próxima elección presidencial.

No deberá sorprendernos, entonces, que en estos próximos días tengamos nuevos “actos de autoridad” revestidos de formalidad legal, pero absolutamente contrarios al orden constitucional y legal, destinados a impedir la participación de quienes hemos mantenido una lucha firme, sostenida y clara a favor de la democracia y contra el sistema de opresión y corrupción instalado por el socialismo del siglo XXI.

Estamos asistiendo a un “nicaraguazo”, es decir a la aplicación de un proceso de eliminación de las candidaturas auténticamente comprometidas con un cambio de rumbo al modelo vigente, y dispuestas a ofrecer una ruta unitaria y de participación electoral que nos lleve a concretar en la elección presidencial una mayoría, tan aplastante que obligue al cambio o al absoluto y total cierre, por parte del madurismo, de los pocos espacios de acción política existentes hasta ahora. Daniel Ortega recurrió al cruento encarcelamiento de sus oponentes. Maduro está recurriendo en esta etapa a la fórmula de las “inhabilitaciones”, bien fabricadas en el TSJ o dictadas desde la Contraloría General de la República. Es lo que termina de ocurrir con el anuncio, por el canal de un oscuro diputado del colaboracionismo, de una nueva inhabilitación a la ingeniero María Corina Machado.

Esta inhabilitación como todas las dictadas desde la Contraloría General de la República son contrarias al orden constitucional, y en el caso concreto de María Corina, las motivaciones comunicadas nada tienen que ver con supuestos normativos vigentes, sino que son alegatos típicos de la narrativa política del oficialismo. Nada que ver con el derecho, y si una alta dosis de violación de los derechos humanos, no solo los políticos, sino los del debido proceso, presunción de inocencia y derecho a la defensa.

En el marco de la estrategia D al cuadrado, es decir, dividir y desmoralizar, el régimen sigue jugando a preparar, además de la eliminación de candidaturas opositoras auténticas, candidaturas supuestamente “independientes” o “alternativas”, para impulsar esa frustración y esa división del voto, con el cual lograr imponerse nuevamente, aun siendo una minoría notable.

Si nosotros, los dirigentes y ciudadanos que estamos decidíos a expulsarlos del poder, voto a voto, mantenemos la unidad y la determinación de participar y votar, a Maduro solo le quedan tres opciones. La primera aceptar su realidad, por lo tanto asistir al proceso, perder y entregar el poder. La segunda efectuar el proceso electoral y, al igual que la dictadura en 1957, alterar los resultados y robarse el proceso. Y la tercera y última carta no hacer las elecciones, alegando cualquier pretexto.

Frente a la estrategia de Maduro, conocida como D al cuadrado, nosotros debemos impulsar la E al cuadrado. Es decir Entendimiento entre los sectores democráticos y Entusiasmo en la ciudadanía para derrotar la anomia y la indignación producida por tanta arbitrariedad.

Estamos en tiempos definitorios. Asistimos a una hora existencial para la República. El año 2024 será determinante para nuestro anhelo de cambio, de democracia, modernidad, paz y justicia. No podemos rendirnos. Perseverar y luchar debe ser nuestro norte.


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