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AFP

El cambio político determina las relaciones internacionales  e influencia las relaciones internas de los actores, así como parecería demostrar el enfrentamiento de la crisis venezolana. Aparentemente para tomar credibilidad frente al nuevo inquilino de la Casa Blanca, el demócrata Joe Biden, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, ha ofrecido elecciones regionales y comunales libres y transparentes a cambio de seguir en el ejercicio del poder hasta 2025; por parte de la oposición se han aviado rondas discretas de negociaciones preliminares con el chavismo mediante la interlocución de Estados Unidos, Europa, el Vaticano y algunos países de América Latina.

La proposición de Maduro debería implicar, más allá de la revisión del sistema electoral, desde los cuadernos electorales a la estructuración de la directiva del Consejo Nacional Electoral, formas y modalidades de control, la modificación administrativa que, por ejemplo, deja en la mano del poder centralizado del Estado la asignación del resituado nacional determinante la gestión de cualquier elegido, amén del escaso valor ético implícito en la admisión que las elecciones precedentes no han sido expresión ni de libertad ni de transparencia.

De su parte, al cumplimiento de los requisitos electorales la oposición debería añadir  otros aspectos inherentes su credibilidad, desde la identidad ideológica a la visión programática, desde el reconocimiento del régimen democrático a la convergencia en unidad operativa para la gestión del poder y la definición de una estrategia del desarrollo, desde el Estado de Derecho a una visión estratégica de la política macroeconómica y de las relaciones internacionales, es decir, de los cambios que identifican la contraposición al sistema social comunista vigente y se proponen como alternativa democrática de la gestión del poder.

La hipótesis del “socialismo bolivariano”, cual perspectiva de sustitución al neocapitalismo que permea el desenvolvimiento normal de la sociedad rentista venezolana, tiene sus raíces en las políticas socioeconómicas adoptadas en septiembre de 1975, después de la promulgación de la Ley Orgánica de Reserva al Estado la Industria y el Comercio de los Hidrocarburos (Ley  de Nacionalización Petrolera): pues  el “sistema rentístico” se ha transformado en terreno de cultivo para la servidumbre voluntaria que a partir de 1999, con metodología propia del centralismo democrático, ha sido reducido a las modalidades con las cuales se afirman los principios de la organización marxista-leninista del ejercicio del poder para el control de la población. El sistema se fundamenta en una desarticulación del sistema productivo y en general de la economía para superar el viejo debate acerca del equilibrio del pleno empleo, sinónimo de la estabilidad, que en la teoría económica  se considera perturbada por choques externos que normalmente se enfrentan mediante políticas de ajuste. Pero las decisiones tomadas muchas veces se reducen en la ficción con la cual se cambian los actores, por ejemplo militares por civiles o civiles de grupos diferentes, mientras que la crisis permanece o se agrava cual inevitable consecuencia de periodos de recesión que impiden la racionalidad de las transacciones mercantiles entre agentes  tendientes a maximizar la ganancia mediante conductas que regulan arbitrariamente los precios de producción y de comercialización. Por consiguiente, la política fiscal y monetaria producen premeditadamente la alteración del equilibrio del mercado definida por Arrow y Hann en 1977, que requiere: “… una  economía en la cual cada agente económico toma su decisión de acuerdo con sus preferencias y su poder adquisitivo, si la preferencias y los bienes en posesión de los agentes están dadas, entonces las variables que influirán en las decisiones de los agentes son los precios prevalecientes en los mercados. Si existe un conjunto de esos precios positivos que haga posible la ejecución simultánea de todas esas decisiones, entonces podemos decir que tales decisiones son compatibles y que los precios son de equilibrio”. El carácter tautológico del equilibrio general definido por la Ley de Walras viene determinado solo cuando en el intercambio mercantil se establece que el valor económico de los bienes ofrecidos es equivalente.

Actuando para determinar la destrucción del mercado interno, la revolución socialista bolivariana ha creado las condiciones para dar inicio terminantemente al cambio de régimen perjudicando el sistema productivo mediante la política monetaria y el sistema fiscal aplicado, ya que ninguna variable ha sido aportada al intercambio internacional determinado por la compra de los factores de producción y de los insumos que generan el valor de los bienes transables y sus condiciones de demanda vinculadas a la cantidad y calidad producida y que determinan precios de equilibrio. Es decir, que la Ley de Say intrínseca al comercio internacional  se puede interpretar como un corolario de la Ley de Walras aplicada a la producción, integrando de este modo el conjunto de series continuas que convergen hacia valores del equilibrio general de la economía.

Pero la finalidad del socialismo bolivariano ha sido la creación de pobreza para ejercitar el control de la población: deriva tanto la disminución constante del valor de la moneda y de su poder adquisitivo, sin alguna consideración o preocupación para el sufrimiento determinado en la población en general y en las clases trabajadoras en particular,  cuanto la necesidad de adecuar la política exterior al consecuente y proporcional cambio político y las alteraciones soportadas por la soberanía.

La política exterior venezolana de la época prehispánica y colonial transitó por la Revolución Independentista con el recuerdo y la figura histórica del Libertador Simón Bolívar, para confirmar en la República de los Caudillos el vínculo al mercado capitalista mundial de las relaciones socioeconómicas internas estructuradas en una mayoría campesina sumidas en la pobreza y una oligarquía integrada por terratenientes y militares, prestamistas y comerciantes. La dependencia casi colonial de Gran Bretaña, Francia e Italia fue desplazada por Estados Unidos cuando la explotación petrolera permitió pagar el endeudamiento contraído hasta aquel entonces por la “regalía”, mientras que la sobrevenida Segunda Guerra Mundial permitió incrementar el proceso de modernización del proceso productivo y el camino hacia una autodeterminación democrática sobre la base de pactos de convivencia y solidaridad entre los principales partidos políticos (Acción Democrática y Copei) con la exclusión del Partido Comunista que representaba no más de 6% de la población.

Con la promoción de la libertad y la afirmación del régimen democrático representativo, el proceso evolutivo estabilizó en la República los objetivos de integridad territorial y los valores de los derechos humanos. Sin embargo, desde 1999, la estrategia involutiva que inspira el socialismo bolivariano produce la ruptura del sistema democrático y el concepto de revolución cambiaba el rumbo histórico hasta entonces definido en la cultura y la tradición libertaria del mundo occidental, que se habían progresivamente afirmado con la emancipación de Estados Unidos de Inglaterra y con la Revolución francesa, para escoger como modelo de referencia la Revolución rusa de 1917 y el centralismo democrático bolchevique que, bajo la estrategia de la izquierda internacional definida en  el Foro de Sao Paulo de 1990, fundamentaba la conquista del poder a través del método democrático y llevaba al actual régimen dictatorial hacia la conservación de sí mismo mediante procesos electorales no transparentes.

El proceso empezó desde diciembre de 1994 cuando Fidel Castro recibió en La Habana a Hugo Chávez Frías, recién salido de la cárcel de Yare: pero los partidos democráticos venezolanos, con clara sabiduría política ocupada en las confrontaciones internas para la conquista del poder que  caracterizaba gerencias sin visión de futuro, no dieron al evento alguna importancia estratégica, ni de breve ni de largo plazo. Al contrario, al momento de las elecciones, pensaron bien de facilitar el cambio que necesitaba el país por los errores de la gestión por ellos mismos llevada adelante, apoyando de una u otra forma la postulación chavista a la presidencia de la república. Por fin el dictador cubano encontró el instrumento con el cual coronar la aspiración frustrada en 1967 por Rómulo Betancourt y empezó la conquista indirecta de Venezuela con el explícito consenso y complicidad de un venezolano patriota quien, como reporta El Nacional del 10 de diciembre de 2002, afirmaba: “La revolución en Venezuela va hacia el mismo mar donde va el pueblo cubano, mar de felicidad, de verdadera justicia social, de paz… ¡Aquí estamos, más vivos que nunca!”

Ya en julio del mismo año había iniciado el programa preferencial de suministro petrolero a Cuba, con la cual se había definido una estrecha coordinación y alianza política, de ayuda sustancial a la economía de l a isla antillana utilizando convenios en materia de seguridad y administración, de “misiones” sanitario-asistenciales, de educación y capacitación, de cooperación ideológica, cultural y científica, hasta la realización de pasantías para los jóvenes venezolanos seleccionados para los servicios diplomáticos en el exterior, todos bajo directa injerencia interna de Cuba y sin algún criterio de reciprocidad, cambiando directamente principios y valores que habían caracterizado el Estado y la sociedad venezolana en las relaciones internas e internacionales consolidadas en el periodo democrático: paulatina y estratégicamente, se ha introducido en el contexto de la sociedad venezolana el sistema social comunista con la complicidad e inedia de una exposición evanescente. Así en 2021 los venezolanos están iluminados en una nueva y mortificante pobreza que estimula el antiguo dilema del hombre dividido entre la aspiración a la libertad y la realización de un poder totalitario que en la historia de la humanidad representa la regla de los avances populistas de grupos expoliadores del derecho y valores de la dignidad precedentemente conquistada: la democracia pluralista se manifiesta como “anormalidad” de una oligarquía de escuálidos, el desarrollo como un proyecto anacrónico de crecimiento que resulta vinculado a una creciente dependencia de las importaciones y al aumento del costo de la vida.

De forma similar y visible analogía se formulaba la sustitución  en la política exterior mediante una dialéctica antiimperialista, agresiva e intransigente, sugestiva hasta asumir la denominación de “guerra asimétrica”: una utopía conforme con la visión rígidamente estructuralista por la cual al esquema del centro estadounidense  altamente industrializado se oponían economías primarias o periféricas, constituyendo en torno al núcleo de la relación Cuba-Venezuela una zona de influencia de países definida como Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), inconsistente técnica y financieramente respecto al proyecto estadounidense del Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA). La aspiración política de la ALBA, basada en la solidaridad e intercambio de bienes y la integración de valores sociales entre Antigua y Barbuda, Bolivia, Cuba, Dominica, Granada, Nicaragua, San Cristóbal y Nieves, San Vicente y las Granadinas, Surinam y Venezuela,  fue  financiada con los recursos venezolanos formalmente predominantes hasta el colapso de los precios petroleros. No obstante, se produjo  la estructuración del “Sucre” (moneda virtual para el registro de las operaciones exclusivamente entre los Bancos Centrales y que  ha sido  dirigida sustancialmente por el servicio de inteligencia G2 de Cuba), que no pudo evitar la manifiesta  contradicción con los valores definidos por las relaciones comerciales bilaterales de Venezuela con los Estados Unidos siempre realizadas en dólares. Aún aumenta la dependencia que evidencia la ausencia de coherencia de la política exterior practicada por los dos gobiernos bolivarianos (Chávez y Maduro): de hecho, la oposición al “imperio” norte americano ha tenido la concreta finalidad de promover enlaces más efectivos con los países que tienen políticas o intereses antagónicos frente al unipolarismo determinado con la caída del Muro de Berlín de 1989 y que promueven un mundo multipolar en cual las respectivas áreas de influencia sean objeto de mutuo respeto.

Es una aspiración legítima, pero que requiere  condiciones geopolíticas y geoeconómicas que pueden transformarse en efectiva coexistencia pacífica. Si bien espectacular, un alza circunstancial de los precios internacionales del petróleo, así como de cualquier  ingreso en divisas derivado de la exportación, incide en los ingresos del fisco venezolano y puede expandir el gasto público en inversiones productivas, proyectos  sociales, asistencia financiera, compra de equipos y armamentos, pero no transforma la condición de país en vía de desarrollo en superpotencia mundial: la ambición no es suficiente, máxime cuando la determinación de los precios de los hidrocarburos dependen del mercado internacional, sobre el cual la incidencia de la producción venezolana se aproximaba,  en el mejor de los casos, al 10% de la de la OPEP y  que en 2020 se ha reducido al 2% de aquella ¡Solo en la Biblia David vence a Goliat!

En la evolución de los acontecimientos internacionales, el Fondo Monetario Internacional prevé que en 2021 China, gigante geográfico y demográfico con régimen político socialista,  en acelerado crecimiento técnico, económico y financiero, conseguirá un aumento de 8% del producto interno bruto (PIB), en un período de crisis mundial determinado por las consecuencias de la pandemia del covid-19. (El PIB de Venezuela en 2020 ha sido de menos 20%, el más bajo en los últimos 70 años. Es el caso de evidenciar que los venezolanos en 1950 vivieron con una inflación de 1,3%).

Con precisa estrategia política y visión económica, la República Popular (de) China ha privilegiado el sector empresarial privado superando los límites del capitalismo de Estado y  creando un sistema de economía mixta realizado en el contexto  de la economía de mercado, pero sometido al centralismo del poder político o régimen comunista por ella practicado.

El gobierno venezolano, en la ilusión de liberarse de la dependencia de Estados Unidos, al cual suministraba 15% de las importaciones petroleras con 1,3 millones de barriles al día,  ocupando el cuarto lugar entre los abastecedores de este país, en lugar de considerar un privilegio tener un consumidor que siempre ha pagado los insumos recibidos asegurando un ingreso de divisa importante para soportar el valor del bolívar, ha dedicado sus esfuerzos para ofrecer y recibir cooperación política, suministro energético y tecnológico y asistencia financiera a los países presuntamente antiamericanos: especial atención ha puesto al desarrollo de las relaciones bilaterales con China, Rusia e Irán.

Entre otros aspectos, inicialmente ha intentado desviar la producción de hidrocarburos (en particular de la orimulsión) hacia el país asiático que no tiene la capacidad de refinar el petróleo pesado de Venezuela, pero que lo acepta como pago de los financiamientos otorgados. De hecho, la afinidad política ha sido solo una presunción del socialismo bolivariano, porque en más de una circunstancia el gobierno chino ha precisado que las demostraciones de amistad y cooperación se fundamentan en las relaciones del intercambio económico y no van dirigidas en contra de ningún país. Aún más: en coherencia con su visión capitalista del comercio internacional, China ha evidenciado los incumplimientos del gobierno venezolano y pretendido, bajo diferentes formas, los pagos debidos, llegando hasta poner en duda la confiabilidad del gobierno venezolano e incluir Venezuela, en la evaluación del 29 de octubre de 2018 de la Agencia de Pekín, entre los tres países del mundo con mayor riesgo. Ha prevalecido la lógica capitalista: financiamiento para la compra de insumos producidos por China, desde la línea blanca a equipos, carros, tecnología para las comunicaciones y control de las trasmisiones, armamentos, radares, taladros cuya inadecuada utilización  ha terminado por reducir en forma terminante la producción de crudo, aumentando la dependencia y limitando la soberanía en proporción a la deuda contraída por falta de divisas.

Alianza estratégica con Rusia, que cual tema principal tuvo por Venezuela la adquisición de material bélico por millardos de dólares, desde fusiles a aviones de combate más o menos obsoletos, soporte de la política antagónica compartida contra la superpotencia americana demostrada por la presencia naval rusa en el Caribe y la conveniencia táctica de definir áreas de mutuo reconocimiento en compensación de la representada por la zona del Cáucaso. Es evidente que en el contexto de la confrontación entre superpotencias, Venezuela ha asumido un papel instrumental en el cual su concreto aporte consiste en la ubicación geográfica, mientras que el dividendo político favorece netamente Rusia. Es decir, que el pueblo venezolano queda sometido a las consecuentes reacciones de Estados Unidos cual las sanciones tecnológicas y financieras, mientras que el gobierno venezolano aumenta ulteriormente su deuda y su dependencia del exterior y pierde otra parte de su soberanía.

La radical defensa de los precios del petróleo en la OPEP, en contraposición a la línea moderada de Arabia Saudita, constituye desde más de veinte años el núcleo fundamental de la alianza con Irán y que en la situación 2020-2021 se manifiesta en esquemas de triangulación petrolera que soportan la crisis productiva de gasolina, ahora administrada por los militares venezolanos.  La desconfianza de la mayoría de los gobiernos del mundo  hacia el régimen teocrático de Irán por falta de transparencia en materia nuclear, así como por  la belicosidad verbal hacia Israel, enfrenta la potencia de Estados Unidos que pone sanciones. De hecho, los gobiernos  de los países árabes se encuentran en dificultad para dirimir las afinidades religiosas entre las posturas islámicas e islamistas y las relaciones tecnológicas y comerciales con el mundo occidental: el desenvolvimiento de la “primavera árabe” ha evidenciado diferencias sustanciales en la tipificación de la acción de los diversos gobiernos del área musulmana. Pero para el gobierno social comunista bolivariano lo importante queda constituido por los múltiples acuerdos de cooperación económico-financiera, social y técnica, sin otorgar importancia a las consecuencias globales que pueden derivar en el futuro próximo sobre la vida de los venezolanos, debido también a las necesidades determinadas por el covid-19. El gobierno de la República ha sido sometido  por Estados Unidos a ulteriores sanciones de carácter financiero y tecnológico, pero ya en el contexto de la propia OPEP la soberanía venezolana resultaba disminuida debido a los incumplimientos de las cuotas asignadas. La ayuda de Irán, desde el suministro de gasolina al lavado de dinero de los narcotraficantes, se traduce en complicidad con movimientos revolucionarios que pone Venezuela al borde de una aventura y en un ulterior alejamiento de la civilización occidental. A nivel internacional, el riesgo país no es más medible solo en términos económicos, sino también implica una evaluación política y sus consecuencias, de modo que la alianza con socios que incurren en acciones desestabilizadoras del sistema mundial viene sancionada induciendo ulterior perjuicio a la soberanía.

El aislamiento al cual ha sido reducido el gobierno bolivariano, que demuestra no haber comprendido que el respeto de las reglas de la democracia, de la legalidad definida en la Constitución y de los derechos humanos, aunado con la conducción económica, influencia terminantemente el valor del enfoque y conducción de la política interna que se refleja en las relaciones internacionales: así se aumenta la natural vocación totalitaria, reduce la credibilidad y soberanía y, sobre todo, somete la  población venezolana a ulteriores sacrificios.

De su parte, la oposición no ha comprendido la dualidad e incompatibilidad entre el socialismo democrático reformista y las corrientes populistas autoritarias, el chantaje al cual se somete cuando directa o indirectamente apoya la acción gubernamental, cuando se corrompe y acepta el negocio como alternativa política, cuando utiliza la estructura partidista para finalidades subalternas de poder que anulan la confrontación dialógica y un proceso evolutivo ideológico que adecua la visión programática a las exigencias históricas de la sociedad, comprometiendo de este modo la propia identidad subjetiva que había pregonado la creación de un Estado fundamentado en la alternativa democrática.

El espíritu maniqueo de la revolución bolivariana, empeñado en dividir los actores internacionales entre “absolutamente progresistas” y “absolutamente reaccionarios”, sin apreciar los matices intermedios que configuran la gran mayoría de las naciones, ha desperdiciado las oportunidades de aproximaciones parciales al equilibrio que  hubiese reducido o limitado el aislamiento. De este modo, ha aumentado la dependencia económica y se ha fomentado una política interna que presuntamente propone el bienestar social sin crecimiento productivo y la acentuación de la vocación importadora, equivocada pero posible por los ingresos petroleros ahora inexistentes y en condiciones de hiperinflación. Es decir, que se impone un cambio radical de la política económica y de la estrategia geopolítica aplicada para el cual se requiere una predisposición mental que acepte la diversidad y niegue el pensamiento único.

No obstante, constatamos que los antagonismos existentes entre conglomerados de centro derecha y de centro izquierda que conforman la oposición, también si establecen un abanico de más amplias libertades, tampoco presentan soluciones viables de recuperación de la economía fundamentada no solo en los aspectos financieros y tecnológicos, en la competitividad requerida por el mercado internacional, sino en la ética ínsita en la visión pluralista del concepto de un Estado promotor del desarrollo vinculado a una sociedad pluralista y productiva.

La posibilidad de convivir y competir pacíficamente en el mundo globalizado se debe articular en una democracia abierta y tolerante, y requiere como requisito la explicitación del “Ser allí” de Heidegger, es decir del sentido de responsabilidad que fundamenta sus raíces en la introspección por la cual los propios actos de renovación de las relaciones entre ciudadanos y Estado, en lo político, lo económico y lo social, y las variables estructurales de los componentes que integran la sociedad con aspiraciones diversas pero que tienen sentido del Estado, empiezan haciendo limpieza en la propia casa para obtener credibilidad y consenso en el contexto de la sociedad venezolana y por la comunidad internacional.

Son requisitos por los cuales el alcance geográfico de la política exterior resulta dimensionado por la compresión de la soberanía nacional producida por la influencia directa de los “nuevos socios” y la aceptación del gobierno bolivariano de algunos proyectos, relaciones  y  contactos no convencionales que deben ser reducidos, dimensionados y anulados. Es una situación histórica, una postura que para ser superada requiere la ponderación del equilibrio internacional y la recuperación de la crisis venezolana, pero que no significa eliminar las nuevas relaciones establecidas por el gobierno revolucionario, social comunista bolivariano, con las naciones consideradas afines, más bien de combinar el regreso a las amistades tradicionales, ampliando la integración económica  y la concertación política para encaminar el país, en el menor tiempo posible, hacia un proceso de desarrollo sostenible y hacia la reintegración de los valores sobre los cuales Venezuela había construido la propia identidad y soberanía. Se requiere visión política, conocimiento, inteligencia, capacidad de gerencia y organización.


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