Las elecciones presidenciales de Argentina no tienen una dimensión solamente nacional o incluso regional, tienen una dimensión mundial. En ningún otro país se ha visto tan claro el clivaje entre la democracia liberal occidental y el progresismo aupado por el totalitarismo oriental. Los argentinos eligieron a Javier Milei, y eso tiene un gran significado en el acontecer político y económico del occidente liberal en las próximas décadas. Superando todas las previsiones que daban un resultado cerrado, Milei le dio una paliza 56 % – 44 % a Massa, el candidato del progresismo mundial. Lo de Milei tiene tonos de hazaña, de gesta. Derrotó al candidato de la izquierda internacional, a un gobierno sin escrúpulos, Massa ministro de hacienda-candidato gastó el 1 % del PIB en la campaña para comprar votos, lo cual le permitió llegar al segundo lugar, ya de por sí un gran éxito, teniendo en cuenta el estado calamitoso de la economía argentina. Massa logró el triste récord de duplicar la inflación (140 %… segundo lugar en el mundo) y duplicar la pobreza, llegando esta a la mitad de la población.

Massa era el candidato de dos corrientes que en este siglo llegaron a conjugarse: el peronismo y el socialismo. El peronismo no es una ideología, ni siquiera una tendencia programática, es un sentimiento amorfo que hasta ayer era predominante en el ethos argentino, su nombre viene 2 del dictador Juan Guillermo Perón, quien gobernó Argentina en la primera mitad del siglo XX, y que se puede decir que creador del populismo moderno latinoamericano. El peronismo ha gobernado prácticamente todas las 8 décadas desde el gobierno de Perón, ha tomado todas las modalidades posibles: dictatorial, demócrata, liberal, conservador, radical, socialdemócrata y como dije, en este siglo socialista.

Esta conjunción de peronismo con socialismo llevó al kirchnerismo, tendencia política del socialismo del siglo XXI que exacerbó la crisis argentina y gobernó al estilo del castrochavismo, de manera autoritaria, irresponsable económicamente y demagógicamente en lo político, sobre todo con una corrupción desbordada. Todo esto llevó al hastío popular respecto al pésimo gobierno de Alberto Fernández, en realidad una marioneta de Cristina Kirchner. Estas elecciones se presentaban pues como el escenario ideal de confrontación entre dos modelos: el del socialismo del siglo XXI, insertado dentro de la corriente del totalitarismo oriental, liderado por Massa y el de la democracia liberal, propio del Occidente, liderado por Milei. El pueblo argentino tuvo la sabia decisión de optar por la democracia liberal, lo cual debería ser el precursor de un movimiento continental que lleve por fin el liberalismo al poder, permitiendo así a latinoamérica lograr el desarrollo en un régimen de libertad y orden.

El voto a Milei fue fundamentalmente un voto castigo a la podredumbre e ineficacia del modelo del socialismo del siglo XXI representado por el kirchnerismo, y desde diferentes ópticas convergieron en el voto de esperanza que el cambio que Milei representa les significa. Milei no solamente barrió en todas las regiones (excepto tres) sino que ganó en todos los estratos sociales: “En nuestro país la clase social solía definir el voto. Los sectores populares apoyaban mayoritariamente al peronismo, mientras las clases medias se le oponían. En 2015, el Pro logró buenos resultados en distritos menos acomodados, pero esos resultados eran similares 4 a los obtenidos por Raúl Alfonsín en 1983 y por Fernando de la Rúa en 1999: el grueso de los pobres seguía siendo peronista. Esta vez Milei les entró en el rancho sin pedir permiso: su voto es indiferente a la clase social, lo votan ricos y pobres en partes iguales. El peronismo perdió el monopolio de la representación de los descamisados” (https://www.lanacion.com.ar/politica/balotaje-2023-la-esperanza-vencio-al-miedo-nid20112023/ ).

Obvio que dado que Milei no cuenta con estructura política el gran ganador fue el PRO, de Macri y Bullrich, quien con su apoyo electoral y sus parlamentarios se convirtieron en el soporte en el que de otra forma sería Milei sin gobernabilidad, pues la matemática muestra una confluencia casi exacta entre los dos espacios políticos, los votos Milei primera vuelta+Votos Bullrich= votos Milei segunda vuelta.

Como el mismo Milei dice, “él no se inventa nada”, simplemente va a aplicar las fórmulas exitosas del liberalismo económico y que su no aplicación en América Latina es la causa del subdesarrollo crónico de la región. Una de las definiciones de Milei respecto a su gestión, y me parece muy inteligente, es evitar el fracaso de la mayoría de los gobiernos de derecha que no se abocan a realizar integralmente su programa de gobierno, sino que mimetizan la estrategia de la centroizquierda de los “pañitos calientes”, lo que se conoce como gradualismo. Milei desde su discurso al momento del triunfo declaró: “que «no es momento de gradualismos», dio precisiones sobre el dólar, los precios, la deuda, y otras cuestiones de la macro y la microeconomía…”. Estamos dispuestos a aplicar el manual a rajatabla para arreglar los problemas que dejó este gobierno. Tenemos diseñados todos los mecanismos para manejar la situación minimizando el daño sobre la población” (https://www.ambito.com/politica-elecciones-2023-balotaje-javier-milei-sergio-massa-fecha-20-noviembre-2023 ).

Lo más importante de esta elección es la lección que da a los políticos de derecha latinoamericanos, la derecha sí puede ganar elecciones ampliamente, pero se necesita que quieran ganarlas, pues el dominio del socialismo del siglo XXI en el subcontinente se explica por la desidia de la derecha, no ha tenido vocación de poder y por eso no ha dado la guerra ideológica que es necesaria contra el marxismo cultural como si la dio Milei.

En un excelente artículo Nitu Pérez Osuna, con quien desde hace 4 décadas casi siempre hemos coincidido en nuestras opiniones, hace un valioso examen de la situación de la derecha, señalando:

“Si bien es cierto que la izquierda ha venido avanzando en Iberoamérica y en ciertos países europeos debido a la aplicación exitosa de sus estrategias —de las cuales no podemos excluir el uso del fraude electoral—, no es menos cierto que, en algunos casos, sus triunfos han sido más bien producto del comportamiento errático y hasta suicida de algunos sectores de derecha… Los argentinos si aprendieron la lección al ver lo ocurrido en otras naciones. Para el balotage o segunda vuelta de este 19 de noviembre, tanto el expresidente Mauricio Macri como Patricia Bullrich apoyaron públicamente la candidatura de Javier Milei, a pesar de las diferencias que los separan.” (https://www.lalinternaazul.info/2023/11/21/la-ensenanza-del-triunfo-de-milei-y-los-errores-que-no-debe-volver-a-cometer-la-derecha-en-la-iberosfera/ )

En conclusión, el triunfo de Milei significa una estocada al socialismo del siglo XXI (ojo: no ha muerto, este es muy resiliente y depende de una gestión eficaz de Milei que el pueblo reitere su opción liberal), lo cual significa un hito histórico no solamente para Argentina, sino para América Latina: le demuestra a la derecha, que, si se puede ganar con un discurso liberal, sin imitar a la centroizquierda, se necesita coherencia en el discurso y unidad. El triunfo de Milei también tiene repercusión mundial: es un triunfo de la democracia liberal frente al totalitarismo oriental, en un área en el 7 que este con el discurso colonialista (ese sí) del Sur Global quiere imponer sus anclas derrotando a la democracia. De nuevo Argentina demostró que sí se le puede ganar al socialismo del siglo XXI, ojalá el subcontinente latinoamericano siga ese ejemplo.

 


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