La democracia moderna es una democracia pluralista, pues en su dinámica intervienen una variedad de actores que en el ejercicio de sus libertades  desarrollan su vida y participan en las decisiones sociales y políticas. El jurista y politólogo francés Georges Burdeau precisó su sentido en unas palabras que deseo compartir con mis lectores: “Las democracias llamadas occidentales entienden derivar la voluntad popular de una sociedad diversificada en que se entrecruzan y a veces chocan los intereses y las representaciones del orden deseable. Son pluralistas en el sentido de que, por una parte, consideran natural –y en el fondo afortunada– la variedad sociológica del medio político y por otra parte conceptúan un valor eminentemente respetable a la autonomía de cada persona humana”.

El pluralismo se revela tanto en la esfera política como en lo social. En lo político se expresa en el respeto a la configuración pluripartidista del orden democrático, donde los partidos compiten libremente por el voto de los ciudadanos en aras de asumir el poder y llevar adelante un programa de gobierno. La alternabilidad es un componente indispensable en la medida en que se formalizan las correspondientes garantías  para que la oposición política, con el favor mayoritario de los electores, pueda acceder al poder y desplazar pacíficamente a la fuerza política que ahora, convertida en minoría, pasa a la oposición. El pluralismo social complementa el pluralismo político, y se manifiesta en la libre expresión de formas asociativas a través de las cuales los ciudadanos se organizan, sea para promover y defender ideas y cometidos sociales de la más variada índole, sea para representar y fortalecer ante el poder la variada gama de intereses que constituyen la sociedad civil. Las llamadas organizaciones no gubernamentales responden e identifican ese anchuroso mundo, entre más rico y plural mejor, que constituye lo que denominaría  como sociedad civil activa, es decir la asunción de una conciencia social en torno a los valores e intereses diversos a defender y promover.

En el Estado Social y Democrático moderno, por cierto principio cardinal de nuestra  Constitución, la sociedad civil, y por tanto las ONG, cumplen un rol particularmente destacado en el engarce con la específica sociedad política y el poder organizado condensado en el Estado, en ese proceso peculiar a nuestro tiempo de imbricación Estado-sociedad civil que el maestro García-Pelayo definió lúcidamente como de socialización del Estado y estatización de la sociedad, y que tiene una jerarquía constitucional clave en el principio de corresponsabilidad, un innovador y original aporte de la Constitución de 1999.

Nuestra Constitución proclama y garantiza como parte de su ser la democracia pluralista, tanto en su dinámica política como en su dinámica social. Ella transversaliza completamente la normativa de nuestra Ley Superior, desde su primer hasta su último artículo, por la sencilla razón de que forma parte nada menos que de los valores y principios superiores que rigen y permean completamente el orden constitucional.

Los regímenes autoritarios con vocación totalitaria, como el que preside actualmente el usurpador Nicolás Maduro, abrigan como objetivo destruir el manantial ciudadano que brota de las organizaciones no gubernamentales, como expresión consciente de la sociedad civil en ejercicio de la libertad tanto en lo social como en lo espiritual del ser humano. La conciencia social del venezolano y su amor a la libertad impedirán ese despropósito, puesto ante la cruel alternativa del poder totalitario y la esclavitud humana.


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