Imaginen este escenario: Elecciones presidenciales USA 2028. En vez de dirigirte a tu centro de votación para ejercer tu voto, te llega un mensaje al teléfono móvil que indica que se han abierto las urnas virtuales. Al abrir el enlace, colocas tu huella en la pantalla para validar que eres tú y un escáner facial convalida tu identidad. Introduces tu clave de votación que se encuentra en tu DNI y emites tu voto, ya sea para los republicanos o demócratas. El periodo de votación es de dos horas en cada zona horaria del país. Luego, se abre el periodo de escrutinio virtual de tu centro de votación, donde se observan las cantidades de votos por colegio virtual electoral y, al confirmar su autenticidad, son emitidos a las cortes electorales centrales de cada estado. Un proceso dinámico, rápido y con aprovechamiento del tiempo. El proceso electoral perfecto: emites tu voto sin moverte de tu asiento y sin salir de tu trabajo ¿Quién no participaría en un proceso así?

Este es el futuro de la democracia. Una democracia real, interactiva, participativa, realmente protagónica y con mayor facilidad. Esto no es solo para emitir tu voto en determinadas elecciones presidenciales, puede ser para la aprobación de una ley, para el referéndum revocatorio de un presidente, para participación en asambleas de vecinos; en fin, para lo que se proponga, ya que es una herramienta ágil para cualquier situación.

Desde que empezó el año 2020, hemos visto el gran potencial de las redes comunicativas como Zoom, Skype, Teams, Whatsapp, entre otros. Hemos aprendido a trabajar desde casa, algo que no nos habíamos planteado hacer tantas personas, en tantas partes del mundo, al mismo tiempo. No nos imaginábamos el gran potencial que teníamos. Ahora, si tenemos toda esta tecnología al alcance de nuestras manos, ¿por qué tenemos sistemas de gobierno y de participación política del siglo XIX?

El mundo se viene dando cuenta de esto cada vez más; pero estos planteamientos no son de ahora, ya que desde el año 1981 se preveía un cambio en la democracia. El científico político Ted Becker ya hablaba de su teoría de la “teledemocracia” y esto fue variando hasta lo que llamamos actualmente e-democracy o democracia digital.

Para muchos, esta democracia electrónica-participativa está aún muy lejos de hacerse realidad, pero yo soy uno de los que considera que esto es simplemente cuestión de ponerse a trabajar en ello. Justamente este año 2020, en las primarias demócratas, se estudió hacer las elecciones a través de Internet debido al covid-19.

No es un sueño utópico, es un deseo que se está haciendo cada vez más real. Pero como dijo Franklin Delano Roosevelt en su última alocución el 11 de noviembre de 1945: “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. El tener tan cerca el acceso directo a la participación política podría ocasionar un gran daño al ciudadano, debido a que al tener este poder en las manos podríamos minimizar su utilidad, destruir su eficacia y este ciudadano dejaría de participar. Es por esta razón que la formación política debe estar cada vez más presente, porque un ciudadano informado elige mejor.

El grave error de esto sería dejar que todas las decisiones recaigan en el ciudadano, porque su efectividad se vería dañada si nos preguntan a todas horas sobre determinada decisión gubernamental, decisiones que podría tomar el alcalde o el presidente de gobierno perfectamente sin involucrar al electorado. La efectividad de esto será posible solo si sabemos utilizarla bien. Si es para un referéndum, una elección de alcaldes, eurodiputados o cualquier elección, debe convocarse como si fueran unas elecciones en la actualidad. No podemos hacer que los ciudadanos decidan sin estar informados.

La tecnología no solo es una herramienta para lograr votar en determinadas elecciones, es una ventana al trabajo de nuestros gobernantes, es tener en nuestras manos la capacidad de auditar la utilización de los recursos públicos, desarrollarnos más en formación política y muchas otras posibilidades. Porque la democracia no es únicamente votar; la democracia es la igualdad, el control del poder y la separación de poderes. La tecnología es la gran ventana para ver realmente qué pasa dentro de nuestros gobiernos. Al final, el Gran Hermano que desarrollaba Orwell en 1984 debe existir, pero no para que los gobernantes controlen a los ciudadanos, sino para que los ciudadanos controlemos a nuestros gobernantes.


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